I

3124 Words
MURPHY. Recuerdo haber muerto. Morir en la oscuridad de una esquina oscura con mil demonios riendo y un solo aullido de dolor. Un dolor que quebró mi alma hasta matarme. —Estoy en posición —informan por el auricular. Me causan náuseas los gemidos del hombre al que estoy montando. Empuña mis nalgas sumergiéndose en el éxtasis del sexo y la pastilla azul que le di a beber. —Eso es nena —adula mi movimiento de caderas —Tómalo todo. Repudio humano es lo único que siento ahora mismo. —Me gusta —miento, arqueo la espalda fingiendo un falso orgasmo, lo tomo por la garganta con una mano y con la otra cubro su boca. No sé opone, sigue creyendo que esto es parte del acto deplorable al que él llama sexo. —Tienes cinco minutos —me informan. El hombre espabila perdiendo oxígeno. Empieza a forcejar y en sus ojos un brillo lleno de pánico me hace lamerme los labios. —Basura humana. No sé qué intenta decir y me da igual, solo quiero salir de aquí lo más rápido posible. Los espasmos cesan en cuanto pierde conciencia. Me bajo de su regazo tan rápido como puedo. No tomo mi ropa, solo me coloco el albornoz y aprieto la cinta a mis caderas. Me apresuré a tomar el maletín que está en la mesa, procuro no hacer ruido alguno, ya que sus guardias están fuera de la habitación. Tomo su mano dominante pasando cada uno de sus dedos por reconocimiento digital. El maletín se abre. Dentro hay un ordenador portátil. Tecleo con rapidez, saco la memoria USB para transferir los archivos que necesito. Empieza el conteo. Tocan la puerta y me incorporo con rapidez, me quito los tacones, enciendo la ducha del baño para que haga el ruido necesario. Abro la tapa del inodoro sacando la glock que está oculta con dos dispositivos explosivos enrollados en papel film. Conecto los cables en el dispositivo, cierro la puerta del baño me encierro dentro. Los golpes de la puerta aumentan. —Estoy cerca. —Ya casi salgo—aclaro. —¿Tienes los archivos? —no respondo la pregunta —¿Sí o no? —Joder sí. El marcador está en 98%. La puerta principal es derribada, se escuchan los insultos y disparos. —¡Znajdują tę sukę! «Encuentren a esa perra» La orden en polaco me pone a maldecir a la computadora que solo avanzó al 99%. Empiezan a requisar el Penthouse puerta por puerta. Estoy en el tercer piso a sique jódanse malditos. Saco la memoria cuando llega al 100%, salgo por la ventana y me espanto de la altura a la cual estoy expuesta. «Me rio del miedo, me rio del miedo» recitó una y otra vez mientras avanzo con cuidado pegada a la pared, mirando hacia el firmamento tintado de un celeste claro. Escucho a mi espalda como derriban la puerta del baño. La escalera de emergencia está a mi derecha, le temo a las alturas, Pero me obligo a respirar controlando mis miedos, mantengo el conteo del explosivo en mi cabeza «no quiero morir destrozada en pedazos» Me lanzó tomando los barrotes de la escalera de hierro. El edificio retumba soltando una ráfaga de fuego que me hace apartar la vista cuando siento que me quema el rostro. El muro del penthouse explota soltando escombros kilómetros abajo. El pecho me retumba con el miedo de ver la distancia del suelo conmigo. Escucho las aspas del helicóptero deslizarse con rapidez en la azotea y subo azotada por el pánico de caer desde las alturas. Me encojo cuando los disparos pasan a mi lado enterándose en los muros y laminas que me rodean. El viento me alborota el cabello impidiendo que vea con claridad. Una me traspasa la piel del muslo haciendo que me dezlise por las escaleras. Siento como el mundo me da vueltas presa del pánico. El dolor es casi nulo cuando veo mi vida correr riesgo. Me sujeto a los barrotes con tanta fuerza que me arden las manos. —¡Zabij ją! —gritan los hombres que se azoman por el hoyo que dejó la explosión. Sueltan disparos como dementes, esquivo algunos que me hubieran hecho caer. El retumbar del fusil me golpea los oídos y miro hacia arriba viendo a Rose disparar como una demente hacia los matones. —¿Qué mierdas haces? —dicta sin dejar de disparar —¡Mueve tu tracero! Subo con rapidez por la escalera. Los ojos de Rose se agrandan cuando se inclina cubriéndose con la lluvia de disparos que sueltan los polacos. —Mierda —se queja Ròse —Quien demonios tiene M249 —toma mi mano cuando cesa la lluvia de disparos. Caigo en la terraza mirando el cielo azul con el pecho retumbándome en los oídos. —Renunciaré lo juro—expreso nada contenta, con la cabeza palpitandome. Ròse me da la mano y me impulso para levantarme —Ni que fuera una opción renunciar —se echa a reír —Ahora larguémonos de aquí. —Buena idea —la sigo. Sube al helicóptero, yo tomo el lado de copiloto, preparo todo para despegar obviando el dolor que me azora en todo el cuerpo y la sangre que se me escapa del muslo. El aéreo despega y le saco el dedo del medio a los imbéciles que llegan tarde a la azotea. —Si sabes que no te ven desde aquí, ¿Verdad? —Si sabes que me importa una mierda, ¿Verdad? Se ríe conmigo. Le dejo el mando a ella, me cruzo al corazón del helicóptero, me sujeto con fuerza de los andamios para no caerme. —¿Dónde está allesia? —le pregunto por los audífonos. —Ya está en la pista —me responde con voz mecánica —Solo faltabas tú. Tomo el botiquín, saco las gasas y el alcohol, muerdo un trozo de tela mientras lo vierto en la herida. Encogiendome con el ardor que nubla mi capacidad de dolor. Duele como el demonio. —¿Estás bien? —pregunta Ròse —¿Necesitas ayuda? —Tranquila, tú mantén tu vista al frente. Me aterra todo los que este a metros del suelo y los aéreos no son la excepción. Saco la memoria USB —Casi muero por esto —examino la USB. No es más que una pequeña cosa que para mí, no vale mi vida. —¿Sabes lo que tiene a dentro? —No, estaba más preocupada por mantener mi alma dentro de mi cuerpo. —Las chicas dicen que son rutas de narcotráfico. El aéreo da un vuelco que me hace sujetarme al puesto con terror. —Solo es turbulencia —se ríe Ròse. —Odio estás máquinas. —Tú odias todo —contradice —Las flores, los colores… Puedo seguir si quieres. —No gracias —repongo —Me encanta la música —me defiendo. —¿Música? —se bufa —Alguna vez has escuchado la música que cantas. —Vete a la mierda Ròse. Llegamos a la pista y el jet privado nos espera. Al pie de la máquina, está Allesia esperando junto a él amargado de Jeremy. —Dos horas tarde —sentencia con esa voz áspera que tiene —Suban iremos a Positano. Se me seca la boca de solo escuchar eso. —¿Por qué iremos a Positano? —Son órdenes de Charles. —¿Charles, como no? —me cruzo de brazos —Si no me das una explicación, no subo. Ròse y Allessa me observan casi rogando que obedezca en silencio. Mierda. Subo los escalones del jet y la puerta se cierra a mi espalda. Me siento frente a Jeremy —Toma —lanzo la memoria USB en la mesa. Él toma la memoria mirándola con escepticismo —¿Qué pasa? No me dirás “Buen trabajo” —Primero hay que asegurar la muestra. Cruzo las piernas ofendida —¿Muestra? Casi muero en busca de esa mierda que tienes en las manos. —Debiste tener cuidado. Maldito, es fácil hablar cuando no corres riesgos. —Siempre me pregunté si podrías ser más y idiota y descarado —me mira con esos ojos dorados que juzgan hasta al mismo diablo en persona —Pero, siempre te superas a ti mismo —suspiro agobiada. Me lanza la memoria de regreso. —Guárdala —me dice con una sonrisa maquiavélica —Se la darás a Dante. Carajo. Se levanta caminando sabiendo que ganó en esta batalla verbal. Me recuesto del puesto pasando los pensamientos que quieren llenarme de mal humor. Juro que no extrañaré a estos malditos. Está era mi última misión con los italianos y con Charles. Me río de mi misma, puede que sea el principio de mis desgracias. Me acomodo en el puesto cuando la azafata llega con un vaso de agua y dos aspirinas. —Son para el dolor —mira la herida en el muslo. —Gracias —le digo. No parece extrañada de ver una herida de bala. Supongo que lleva años trabajando para Jeremy. Me las bebo sin protestar, me pasa un botiquín con gasas y medicamentos —¿Necesitas ayuda? —No. Las chicas no dicen nada. Están del otro extremo y es una ley entre nosotras. El silencio en momentos adecuados. «Puedo oler el miedo en su silencio» No es para menos, estamos por regresar al infierno al que nadie quiere regresar. La fortaleza Cassano está al frente. «No ha cambiado, sigue igual» las mismas paredes oscuras y ese aire a metanfetamina que se respira. Los campos llenos de siembra solo son una fachada para esconder el negocio que está detrás de estas paredes. Un grupo de hombres lleva de unas correas a un grupo de mujeres. «esclavas» la llevan hacia dentro de la fortaleza, sus ojos hundidos y pupilas dilatadas me aseguran que son dependientes de la metanfetamina. —Son nuevos conejillos de indias —me informa Jeremy, sabiendo lo mucho que odio este lugar —Solo míralas, ¿No te recuerdan a alguien? Lo fulmino con la mirada, pedazo de estiércol podrido. La irá me recorre las venas y un matiz de incertidumbre que revuelve el estómago. —Juro que nunca extrañaré este mierdero. —Cuidado —advierte —, ya no estás en las Vegas. —Claro que no. —afirmo con confianza —Estoy en el mierdero que llamas hogar. —Moccioso spudorato —murmura pasando a mi lado. «Mocosa descarada» Los portones de metal forjado se abren y dos antonegras las cruzan siguiendo por detrás al hombre vestido de un traje oscuro sin corbata y con guantes en las manos. Vivir años fuera, me hizo olvidar que en estas tierras el lobo se disfraza de oveja. El hombre que viene de frente tiene ojos oscuros, ojos que recuerdo desde los seis años. Sigue idéntico. Manos que ocultan cicatrices y orbes oscuros que ocultan un trauma. Sonríe al verme, falsedad eso es lo que veo cuánto más lo observo más me da esas vibras hipócritas. No es un hombre con el cual reir amablemente. Su encanto es tan venenoso como el ejército de matones que gobierna como el líder de La Cosa Nostra. —Benvenuto —sonríe frívolamente, pasa su vista a mi atuendo y recuerdo que sigo con el albornoz y una herida que me hace cojear. —¿Sei ferito? —pregunta sin dejar de mostrar los hoyuelos. No cualquiera detona tanta frialdad en sus ojos mientras muestra una sonrisa. —Dante —le regreso la mirada —Solo es una pequeña herida —evado el tema lo mejor que puedo. Camina a pasos lentos en mi dirección sin ampliar la vista a nadie más que no sea a mí —No te ves feliz ¿Por qué? Intenta tocarme el rostro y de un manotazo lo aparto —No estoy de ánimo —asevero alejándome un paso —Ten —estiro el brazo para darle la memoria. Acerca sus manos a mi rostro por segunda vez y antes de poder evadir su toque, me sujeta la nuca trayendome hacia el —Me enfureces —su voz ronca y suave me besa las mejillas. —¿Por qué debería estarlo? —le respondo a su anterior pregunta, pongo fuerza en su agarre evitando chocar con su cuerpo —Odio este maldito basurero y me obligas a venir sin tomarme en cuenta. Mira mis ojos con furia, no bajo la mirada aun sintiéndome amenazada —Bien —me suelta alzando las manos —¿Damos un paseo? —dirige la mirada hacia el camino de al frente. Sobó mi nuca adolorida (maldito bruto) —¿Que pasa? —da unos pasos girandose hacia mi —Pense que no querías estar en la fortaleza. Suspiro controlando los espasmos que toman mi cuerpo. —¡Andiamo avanti!—oigo a mi espada. —Ellas se quedan —asevero, notando como quieren obligar a Rose y Allessa a seguirnos. —¡Caminen!—les ordena Jeremy —O las obligó a caminar. Jeremy toma del hombro a Allessa provocando que está se espante —¡Se quedan! —sujeto la mano que tiene sobre el hombro de Allessa. Lo miro a los ojos desafiándolo. —Si no quieres que te rompa las manos, ¡Suéltala! El pecho me retumba en los oídos y no se si es por qué estoy alterada o por el dolor de cabeza que me azora desde que aterricé en este mierdero. Estoy alterada, más le sostengo la mirada a Jeremy que se niega a soltar a Allessa. Un suspiro de Dante hace que Jeremy aparte la mirada primero —¡lasciali restare! —ordena Dante. «Déjalas quedarse» Jeremy aparta la mano mirándome con desprecio. Miro a Rose para que se quede con Allessa que tiene los ojos hundidos presa del pánico que le ejerce regresar a estas tierras dónde nació. Camino junto al mafioso de mierda por los senderos llenos de arboledas. Las manzanas rojas decoran los árboles mientras los agricultores las recogen en canastas. Los recuerdos de aquellos días en los cuales me subía a estos mismos árboles para robarle sus frutos me invaden y aparto la mirada clavandola en la espalda del mafioso que va dos pasos delante de mi. —¿Que quieres de mí? —voy directo al punto, su silencio me exaspera —Explícate por qué odio este lugar. Sonríe como si hubiera dicho un chiste —Positano es una de las fábricas más funcionales —desvía el tema —Esa memoria tiene rutas que fueron comprometidas. ¿Qué? Me está diciendo que arriesgue mi vida por unas rutas comprometidas. —¿Por qué querías recuperar esas rutas si ya no te funcionan? —Porque son mías —se gira a verme —Y lo mío, nadie lo toma. El viento sopla moviendo sus cabellos oscuros y esos ojos negros me miran como en la niñez. En esos tiempos creía que un lobo podría dejar vivir a la oveja. Paso saliva reteniendo ese escalofrío que me recorre la columna dorsal. El n***o de sus ojos se enfrenta al verde de los míos. —Escuche que Charles, te enviará de regreso a Rusia —aparta la mirada y noto la inconformidad en sus palabras —Preguntaste cuál era mi objetivo para contigo ¿No es así? —Ya cumplí mi condena, no tengo nada que hacer aquí —aclaro —Es hora de regresar a casa. —¿Casa? —sus hombros retumban con la burla —Tú no tienes hogar, Murph. —condena sin dejar de caminar. Nunca entenderé a este hombre, suele pronunciar mi nombre con delicadeza y sutileza como si saboreara un vino de la mejor calidad. Esto empieza a hastiarme; lo sujeto por el brazo para que se detenga —¿Qué pasa? —ladeo el rostro —No eres hombre de palabras ¿Qué mierda quieres? Habla rápido para que pueda irme de aquí. —Tan apresurada como siempre —se detiene encarandome —Has escuchado los rumores de la pirámide Detengo el paso a centímetros suyo —Guerras y polémicas —afirmo con cero interés en el asunto —Lo mismo de siempre. —me encojo de hombros. Sus ojos se oscurecen gradualmente dejando ver esa personalidad que oculta a todos —Federico mató a Ágata Kozlova. Suelto la carcajada que me llena el alma, al saber el significado de esas palabras. Ojalá todos se maten y purguen este mundo de ellos. Ágata Kozlova es la hermana menor del boss, «bueno era» Ese Federico es un maldito demente, se acaba de tirar un enemigo que no sabe perdonar. —¿Qué quieres que yo haga? Si incitó al pago de sangre no hay nada que se pueda hacer. Soy franca. —No les puedo dar a Federico —afirma con voz tranquila revolviendo su cabello azabache—Es el siguiente sucesor. —Toma a una mujer y procrea un heredero ¿No es más fácil? Sus orbes verdes dejan de mirar a la nada para mirarme, se enoja cada vez que alguien opina de su vida marital. «sera gay» pierdo la esperanza, es imposible que alguien como dante le balla al otro bando. —Dejate de juegos —me pide, retoma el paso acomodando los botones de su muñeca —No te traje para que opines en mi vida. —No, me trajiste para pedirme algo imposible —lo sigo. Aun si pudiera hacer algo, no lo haría, por mí todos los Cassano podrían ser eliminados y le besaría el trasero a quien lo hizo. —Borraré tu nombre de la pirámide —me detengo en seco al escuchar eso —La oferta también es para Newt. Hijo de la gran… —¡Pruébalo! —no pienso arriesgar mi vida por nada, mucho menos por un Cassano —Demuéstrame que puede hacerlo y prometo mover los hilos para Federico. —Pruébalo —me regresa mis palabras. Inclina la espalda a mi altura hasta respirar el mismo aire. —Cumple mi pedido y te daré lo que quieras. Besa mi mejilla antes de dirigirse hacia sus hombres. —Llévenla de regreso. Sonrió con algo más que satisfacción. Aprendí que este mundo es como una tabla de ajedrez o un mazo de cartas. Debes aprender a jugar y mover las piezas correctas para ganar. —¿Estás bien? —me pregunta Allessa notando la sonrisa que no se me borra aun cuando ya asumí quién perderá en este juego. —Estoy bien —le rodeo la nuca con los brazos —Estoy perfecta. —¿Qué hiciste Murphy? —me cuestiona Ròse. —Nada —le respondo con normalidad —Regresemos a casa. CONTINUARÁ…
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