Tía Mei y su esposo acababan de llegar, la incomodidad creció en mí, porque no sabía cómo sería ellos o si les incomodaba mi presencia, ambos llegaron cansados y con una calabaza dorada. Habían ganado algún premio que se daba en esas competencias, ambos llegaron con una sonrisa gigante y pasaron antes de ir a descansar a ver a los nuevos caballos y a los cachorros, los adoraron, a los 4, de inmediato. Luego, entraron a la casa, cenamos todos incluyendo a Felipe y su padre, entre risas y cuentos, después de eso, ya no me sentía tan incomoda, mi presencia parecía agradarles y a tía Mei parecía recordarle a mi abuelo, por ello cada tanto me miraba y sonreía. Y me sentí en casa, después de mucho tiempo. Fui a la cama, con una sonrisa gigante después de todos los acontecimientos que habí