Capítulo 4

1707 Words
– Eso fue completamente innecesario – lo regaño, pero sigo mi camino apretando su mano entre la mía. Sinceramente, temo que se devuelva a acabar con lo que estaba haciendo, en especial porque su mirada va constantemente dirigida a nuestras espaldas, específicamente a donde dejó a mi casero en el piso. – ¿A dónde vamos? Tu hija se llevó a mi hermano a la habitación, debemos ir con ellos antes que ese maldito haga algo – gruñe al final, pero sigue sin poner resistencia, cosa que agradezco. Ahora mismo no tengo fuerzas para tratar con él, aunque pensándolo mejor, creo que no podría con él ni con todo mi poder. – Ella habrá salido por la ventana con él, y tenemos un lugar en el que encontrarnos en caso de que la situación se salga de control – explico mientras empiezo a notar nuevamente los dolores. Antes, apenas escuche la puerta, me obligue a ser fuerte, y la adrenalina se me disparo cuando el hombre me tocó, pero al parecer ya está pasando el efecto, porque los dolores volvieron, y se sumaron unos más a la agonía. Él decide guardar silencio, cosa que agradezco, y cuando noto que ya no piensa en volver a terminar lo que comenzó, suelto su mano, pero esta no dura libre ni un minuto cuando vuelve a agarrarla, volteo a verlo y su mirada tan intensa parece querer envolverme, lástima que yo no caigo por unos lindos ojos. Vuelvo mi mirada al frente y mis piernas literalmente tiemblan a ver las escaleras que debemos subir. Gabriel libera mi mano, y cuando voy a subir el primer escalón siento como me toma en brazos. – ¿Qué demonios crees que haces? Suéltame – hace oídos sordos y sigue subiendo, digo un par de cosas más, pero al notar como no me presta nada de atención prefiero rendirme, la verdad que de igual forma no hubiese podido subir más de diez escalones, no hablemos de los veinte restantes. – ¿Ahora por dónde? – abro la boca para replicar, pero vuelvo a cerrarla con un suspiro cuando su rostro demuestra lo cabreado que se encuentra con la situación, lo mejor es que le deje hacer su obra caritativa del día en paz y deje de joderle sus planes, entre más rápido parezca estar mejor más rápido saldrá de mi vida. Solo tengo que armarme un poco de paciencia y dejarle hacer. – Ese callejón – señalo, se tensa y camina al lugar que le acabo de señalar, luego, unos pasos antes de cruzar, me deja de pie, y cuando voy a caminar me frena y se pone por delante de mí. Ruedo los ojos al verlo actuar de esta manera, pero decido dejarlo tranquilo en su rol de protector. Al cruzar la esquina nos encontramos con su hermano en una situación similar, se encuentra en posición de pelea mientras que Lily sostiene a Leah detrás de él. Al cruzar miradas con Lily, ella se apresura a esquivar a Diego y se abraza a mi cintura aplastando a la bebé contra mí, el dolor me hace ceder y cuando creo que estoy cayendo. Gabriel me sostiene. La espalda está matándome. – Tenía tanto miedo – escucho como mi beba susurra, así que sin rechazar la ayuda del hermano mayor me pongo a su altura, suavemente agarro a Leah en brazos tranquilizándola antes de que llore ella también y sostengo a Lily contra mi cuello en un abrazo que no tarda en corresponder, siento como empieza a llorar y yo me odio cada vez más, odio causarles dolor, no poder darles todo lo que se merecen, odio no intentarlo más fuerte. A veces siento que estoy dando todo lo que puedo y todo lo que soy para que a mis nenas no les falte nada, pero luego, en estas situaciones, me doy cuenta que no es así, que no estoy siendo suficiente, y me frustra. – Discúlpame amor, perdóname – mi voz se rompe un poco y no me importa en absoluto los dos desconocidos que nos ven atentamente, estoy tan cansada de hacer que ellas soporten tanto, Lily no debería cuidar de su pequeña hermanita durante horas o comer solo pan duro de desayuno, ella debería jugar con muñecas tan hermosas como ella lo es, comer tantos dulces que le causen dolores de estómago y yo deba reñirla, debería reír hasta quedar sin respiración – Ya, no pasa nada, mis hermosas – acaricio su cabello y sostengo a Leah con fuerza, ella es mi otro ángel. Ellas son mis pequeñas bebés, el motivo por el que me despierto cada mañana y sigo luchando cada día y por el que seguiré haciéndolo hasta que no necesiten más de mí. – Deberíamos irnos – suelta uno de los hermanos luego de un minuto de silencio en el que me limite a tranquilizar a mis niñas. Volteo hacia él y estoy a punto de discutirles, comentando que pueden irse y dejarme aquí con ellas, mañana conseguiré otro lugar, pero un apretón de una mano en mi cintura que no había notado me frena, eso junto con el hecho de que es imposible que yo deje que mis niñas duerman en este horrible lugar y no tengo ninguno otro al que ir. Finalmente asiento y con ayuda de Gabriel me pongo de pie aun, sosteniéndolas a ambas, una en cada brazo, lo que no ayuda en nada a mis heridas. Un quejido quiere salir de mis labios, pero lo muerdo fuertemente para evitarlo, no necesito preocuparlas más, no soy débil, puedo con esto, no pasa nada, es solo un pequeño dolor que ya cesará. Lily está sujeta a mi cuello sin intención de soltarlo, por otro lado, Leah parece somnolienta, algo bastante lindo, y lo disfrutaría mucho si mis heridas no me hiciesen sufrir. Me doy cuenta que ambos hermanos parecen notarlo, por lo que el menor se acerca a mí y me ayuda intentando quitarme a Lily, pero ella no me suelta, al contrario, se sostiene con más fuerza, y una Leah dormida parece ser un poco consiente de eso, pues sus manitos hacen puño el delantal que traigo puesto. Diego parece querer decir algo al respecto, pero simplemente niego, esto es lo que ellas necesitan ahora, me necesitan a mí, y si soy honesta, yo siento que también las necesito. Su mirada pasa de mi rostro al de la persona a mis espaldas, y parecen entenderse a la perfección, pues Diego asiente y corre fuera del callejón, mientras el mayor sigue sosteniéndome por la cintura. – Siéntate – lo escucho decir. Obedezco, y con su ayuda me siento apoyada en la pared aún con las niñas en brazos. El frío de la noche además de mi vestimenta hace que un escalofrío recorra mi cuerpo, él parece notarlo porque se quita su chaqueta, y cuando hace ademán de ponerlo en mi espalda tomo el atrevimiento de quitársela como puedo de sus manos y ponerla sobre mis hermanas. – Eres terca – lejos de molestarle parece gustarle, pues lo dice con una sonrisa. Me encojo de hombros y veo como por fin ambas se quedaron dormidas, mi corazón se aprieta al ver lágrimas en las mejillas de Lily. – Ellas no merecen esto – susurro besando sus frentes, y mi mirada sube a los ojos del hombre frente a mí, por alguna razón, me da curiosidad ver sus reacciones sobre el tema, parece afectado. – ¿Dónde está el padre? Es un maldito ¿desde cuando trabajas en ese maldito lugar y vivías en ese asqueroso apartamento? – lejos de sentirme ofendida le di la razón mentalmente. Por más que intentara limpiar la casa, de alguna manera, seguía luciendo como un chiquero. – Seguro que por ahí drogado y ahogado en alcohol, o quizás con alguna puta, la verdad no me importa – me quedo un momento pensando, él nos dejó poco después de saber que mamá estaba embarazada otra vez, la última, eso sería unos dos años y algo, creo. – Trabajo ahí desde que me enteré de Lily, ella necesitaría cuidados al nacer, y ya sabía que yo sería la única que se preocupaba de ella – suspiro y vuelvo a besar su cabeza, fue muy difícil, yo aún era muy chica. – ¿Cuántos años tenías cuando ella nació? ¿Desde cuándo vives en esa porquería de lugar? – repite la pregunta, y parece bastante molesto con mis respuestas, en otra ocasión lo hubiese mandado a la mierda, pero me salvó dos veces en menos de dos horas, no merece que yo actúe tan mal, después de todo, también es el héroe de mi pequeña. – Quince. Y vivo ahí desde hace un año y algo más, me mude unos meses después del nacimiento de Leah – su mandíbula parece a punto de romperse de tan apretada que la tenía. Veo como camina de un lado a otro y de la nada estrella su puño contra una pared, me sobresalto y acaricio el cabello de las niñas cuando noto que casi despiertan por el pequeño salto que di. Él parece pensar muchas cosas nada lindas en este momento, y cuando camina hacia mi abriendo la boca para decir algo, escuchamos como un auto se estaciona en la entrada del callejón. Gabriel parece tenso y atento a cualquier ataque, pero se relaja al ver su auto y a su hermano abriendo la puerta de atrás, sinceramente, yo también lo estoy. Por un momento pensé que podría pasar alguna otra cosa, en un barrio como este, no sería de extrañar. Eso hubiese sido muy desafortunado y peligroso. Sin esperarlo, y antes de que pueda decir o pensar algo más, el mayor me levanta en brazos con bastante fuerza y equilibrio, pues todavía llevo a las niñas en mis brazos. Me deja en la parte trasera y se ubica de conductor mientras su hermano entra de copiloto, entonces me permito recostarme en el asiento muy consiente de todas mis dolencias y me dejó caer dormida, sin pensar en que estoy en el auto de un desconocido que me lleva a no sé dónde junto con mis hermanas. Yo solo me dejo llevar por el sueño. Estoy tan cansada.
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