Al llegar a la oficina al día siguiente paso directamente a la mía, ignorando a la morena que supongo que, como todos los días, me ve con bastante odio, y cierro mi puerta a mis espaldas, sin embargo, llego a escuchar como Gabriel le pide a su recepcionista que la acompañe a pasar a la suya. Sinceramente, no diré que no me alegra saber que la van a amonestar, pero tampoco es algo que me hace feliz, es solo algo que tenía que pasar y ya. Me siento completamente indiferente con ese tema. Sin querer pensar más sobre eso, prefiero sumergirme en el trabajo, alistando la agenda de Gabriel y acomodando los papeles que seguramente necesitará para terminar con las diapositivas de la próxima reunión, cuando me llaman al teléfono. – Necesito vengas a mi oficina – y sin decir nada más cuelga el tel