No puedo evitar el intimidarme al frente del gran edificio que tengo al frente. En ningún momento dude de Gabriel cuando me hablaba de su empresa, pero las veces que hablábamos sobre ella la hacía ver como una pequeña y que recién se está dando a conocer, es decir, me imagine algo más pequeño y humilde, y este edificio es todo lo contrario. – ¿Te gusta, reina? – susurra Diego a mis espaldas, mientras suelta una risa, y yo empujo mi codo con fuerza hacia atrás, pegándole en las costillas. Sé que está disfrutando de mi cara en estos momentos, incluso se me hace como que sa be en qué estoy pensando ahora mismo. Ni siquiera sé cómo no me imaginé algo como esto conociendo el lugar en donde vive y habiendo escuchado que tiene más propiedades. ¿Hasta dónde llega la riqueza de este hombre? Est