Capítulo 18

1231 Words
La fractura que sufrió la señorita Gales fue entera culpa de Fabiana. En el ensayo de la coreografía dio mal los pasos y arrolló a Hellen McNee con tan mala suerte que le aplastó el tobillo y le rompió el tendón. El sonido fue horrible, igual si hubieran aplastado una nuez y ella gritaba adolorida, jalándose los pelos con desesperación. -Debiste hacer bien el giro-, le reclamó la profesora encargada de la coreografía. Fabiana no sabía dónde esconder la mirada, incluso la señorita Gales empezó a decir que lo había hecho a propósito. Melvin Douglas estaba en as butacas y solo movió la cabeza disgustado. Volvió a prender un habano y echó una larga bocanada de humo. Nada más. Después Fabiana rompió la finísima y costosa cristalería, orgullo del hotel que se alineaba en unos estantes y eran admiración de los huéspedes y visitantes. Incluso, decían, databan de tiempos del romanticismo. Fabi había estado empujándose con Nancy, fastidiándose para hablarle a un agente de seguridad gigante y demasiado guapo que estaba al pie de unas escaleras, sin perder detalle de las candidatas, con tan mala suerte que por hacerse la chistosa, Fabiana se lanzó hacia la cristalería y la hizo añicos. Las esquirlas reventaron como una explosión y los vidrios volaron por todas partes. Fabi se levantó con dificultad, se rascó la cabellera y sin pensarlo do veces se escabulló de la confusión, huyendo de prisa hacia su cuarto. Nancy también ya había desaparecido como por arte de magia. Douglas volvió a refunfuñar enfurecido. Lo peor fue cuando, nuevamente, Fabiana se extravió. Fue en la grabación que hicieron en el parque de Voldenpark. Apenas llegaron, Fabi se enamoró de los lagos serenos y multicolores, el enorme jardín de rosas que la hacía suspirar sin detenerse y los magníficos árboles robustos y viejos como los que hay en Mayuya. Corrió de prisa, filtrándose entre los miles de visitantes que hurgaban con atención los desplazamientos de las candidatas, todas hermosas, regalando sonrisas y tomándose selfies con ellos. Cuando Paola se dio cuenta que no estaba Fabiana se jaló los pelos con furia. -¡Recógeme señor!-, gritó colérica y con Nancy Schäffer se pusieron a buscarla como locas, por todo lados, pese a las protestas de las auxiliares. -¡Señoritas candidatas no se alejen!-, decían confundiéndolas con las otras participantes, pero esta vez ni Nancy ni Paola estaban con tiempo para coqueterías porque tenían el corazón en la mano por la desaparición de Fabiana, incluso a Paola le parecía ver todos lados al misterioso Cornejo. Al final la encontraron con la boca abierta, perpleja y su ojos admirados por un geiser que mandaba chorros de aguas multicolores. -Carajo, protestó Paola, hay cascadas más bonitas en el Parque de las Aguas en Lima-, le jaló el brazo con furia, regañándola con severidad. Pero Fabiana no dejaba de contemplar ensimismada las luces que destellaban con el agua. Douglas, esta vez, tiró y pisoteó su habano con furia y se fue rebuznando un millón de cosas. También fue culpa de Fabiana lo que ocurrió en la cocina. Ella se infiltró queriendo ver cómo hacían un postre que le gustó mucho y que se llamaba poffertjes, con tan mala suerte que le pisó el mandil largo de unos los cocineros y la olla con la sopa del día voló por los aires, estrellándose sobre las ollas y hornillas prendidas, desatándose la confusión, incluso el fuego intenso. Cuando Douglas lo vio en las cámaras de seguridad, pegó un puñetazo en su escritorio. -Esa mujer es un peligro-, ladró furioso. La inundación de todo el piso sexto fue entera responsabilidad de Fabiana. Agotada, cansada, exánime, decidió darse un baño en el jacuzzi, casi a medianoche. Nancy y Paola ya dormían también cansadas del trajín, visitando albergues, autoridades, viendo tomarle fotos y videos a las candidatas y paseándose por calles estrellas, parques enormes y navegando en uno de los pictóricos canales. Y como estaba muy cansada, Fabiana se quedó dormida y el agua no solo se rebasó con sus chorros potentes de agua, sino que se convirtió en un caudaloso torrente que pasó por las rendijas de la puerta, avanzando incluso hacia las escaleras. Allí el agua se volvió una catarata que fue a dar hasta el elegante comedor del cuarto piso, donde se hacía, justamente, un brindis por Melvin Douglas. -Comprenderán que la madrugada es la única hora que tengo libre-, dijo Douglas agradecido por el agasajo, afilando la sonrisa, cuando empezaron a caerle gotitas de agua sobre su calva. Se sorprendió. -Parece que está lloviendo-, barulló y cuando levantó la cara, un gran torrente de agua lo bañó igual o peor que un chubasco, dejándolo completamente mojado. Douglas apretó los puños, chirrió sus dientes y dejó disparar el humo de la ira por sus orejas. -¡¡¡Señorita Perú!!!-, ladró, adivinando quién era la responsable de tremendo embrollo. Los ilustres ciudadanos de la ciudad que habían llegado a rendirle honores a Douglas huyeron despavoridos ante la catarata de agua que les chorreaba sobre sus cabezas peor que un diluvio. El caballo que embistió a las chicas en el picadero de Ámsterdam lo estaba montando Fabiana. Los fotógrafos se mostraban encantados con su figura de modelo, su sonrisa espléndida, sus cabellos amazónicos flotando al viento, y la miradita cautivante, propia de una diosa de Olimpo, cuando en mala hora, ella le dio un tacazo al animal, pensando que así lo haría girar para que los fotógrafos y camarógrafos pudieran tomarle sus mejores ángulos, pero el animal arrancó de prisa, tirándola al pasto, cayendo, felizmente, sobre varios de los reporteros que estaba en cuclillas captando las imágenes. El alazán fue justo donde Douglas, los jueces y las autoridades del concurso daban los últimos toques a la ceremonia de inauguración. Melvin vio venir al caballo, enfilando sobre él y tuvo que saltar desesperado antes que le pasara por encima. El cuadrúpedo arrolló la mesa, lanzando los papeles, agendas, móviles y tablets por todos lados, igual o peor que esquirlas. Douglas, con tan mala suerte, cayó sobre abono que había dejado otro caballo donde se tomó fotos la señorita Japón. -¡¡¡¡Señorita Perú!!!!-, volvió a chillar presa de la cólera y embadurnado de excrementos hasta las orejas. Y el jerbo que había traído para el concurso la señorita Marruecos y que presentaría en la noche de inauguración concurso, aterró tanto a Fabiana que causó un alboroto único, que concluyó con vitrinas al suelo, hecho astillas, finísimos platos rotos y la comida de la cena desparramada sobre la carísima alfombra del hotel. La señorita Marruecos jugueteaba con el jerbo, cuando Fabi al acercarse para observar lo raro que era ese animal, un ratón con patas iguales a un canguro, el roedor hizo un gesto como si quiera morderle la nariz que la espantó. Fabiana gritó -¡¡¡aaayyyy!!!- espantada, brincando aterrada, cayendo en el preciso momento que los mozos desfilaban en sus carretas, con la cena de aquella noche. El resto es historia conocida. Esta vez Douglas no dijo nada. Prendió su habano, se disculpó con sus acompañantes. Subió sereno y tranquilo los escalones, abrió la puerta de su cuarto. La cerró con cuidado. Se sacó la corbata, dio una buena bocanada de humo. Y después empezó a darse cabezazos contra la pared, repitiendo una y otra vez -señorita Perú, señorita Perú, señorita Perú-
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