Aleksanteri sigilosamente movió un brazo, pero sintió el vacío a su lado. Se acomodó buscando con la mirada la lanza dorada, rápidamente la halló a un lado de la mesa, mientras una mano ennegrecida cautelosamente intentaba capturarla. Miró bajo la mesa una forma oscura esconderse, parecida a la de un hombre enflaquecido, con los brazos más largos de lo que comúnmente se sabe.
Sin dudarlo se movió y de un gigantesco saltó sujetó la lanza, arrebatándola. La mano esquelética y negra se desvaneció como el humo. El rastro se disipó hasta la entrada de la cabaña. Respiró hondo, dispuesto a mirar que se escondía por fuera de la puerta. Listo para batallar con pasos largos se asomó. Miró a Adamis casi llegando ante la puerta con los cabellos húmedos sobre la capa oscura.
—Ya despertaste. ¿Tien
