Se sumió en sus pensamientos y al notar que todavía era de mañana se dirigió a la playa. Pero no halló a Adamis. Sintió una culpa horrenda crecer dentro de sí; de haber sido más cauteloso habría podido proteger a Braneida y a su hijo. La manta del bebé había estado en su camino.
Su casamiento con Braneida había sido tan fugaz que ahora no concebía cómo había aceptado dejar de lado Adamis.
Su atención se fijó en el mar, luego de meditar un momento decidió tomar el consejo del Godar. Debía dejar el alma de Braneida irse en completa dicha al Valhala. Había sido la mejor guerrera que él había conocido y ahora el espíritu de su hijo le hacía compañía. Quizá algún día volvería a verles.
Gunnar al notarlo silenciosamente compungido lo acompañó a la tumba de Braneida. Él se despidió de ella
