AMOR ADOLECENTE

El sol de la mañana se colaba entre las hojas de los árboles mientras Sara cruzaba el umbral de su nueva escuela. Sentía el peso de las miradas curiosas de los estudiantes al pasar, consciente de ser la "chica nueva". Llevaba una mochila demasiado grande y un mapa del campus arrugado en sus manos temblorosas. —Disculpa, ¿sabes dónde está el salón de química? —preguntó a una chica que pasó a su lado, pero esta apenas levantó la vista antes de seguir su camino, dejándola aún más nerviosa. Sara suspiró, frustrada. Caminó unos pasos más antes de detenerse frente a un panel de anuncios, intentando ubicarse. Los pasillos comenzaban a llenarse de estudiantes, y el bullicio aumentaba su ansiedad. De repente, una voz amigable interrumpió sus pensamientos. —¿Necesitas ayuda? Sara levantó la vista y se encontró con un chico alto, de cabello castaño desordenado y ojos cálidos. Su sonrisa era tan genuina que Sara no pudo evitar sentirse un poco aliviada. —Sí, estoy buscando el salón de química. Soy nueva y... bueno, creo que estoy completamente perdida —admitió, sintiéndose un poco tonta. El chico rió suavemente. —No te preocupes, a todos nos pasa al principio. Soy Diego, por cierto. —Extendió la mano, que Sara estrechó con una tímida sonrisa. —Soy Sara. —Un placer conocerte, Sara. Ven, te llevaré al salón de química. Yo también voy en esa dirección. Mientras caminaban, Diego le hizo preguntas sobre su antigua escuela y cómo se sentía al mudarse a una nueva ciudad. Sara se sorprendió de lo fácil que era hablar con él. Su nerviosismo inicial comenzó a desvanecerse. —Entonces, ¿te gusta la química? —preguntó Diego, mientras giraban por un pasillo menos concurrido. —Sí, bastante. Aunque a veces puede ser un poco difícil —admitió Sara. —Bueno, aquí tienes un pequeño secreto: el profesor Ramírez es bastante bueno. Si prestas atención en sus clases, no tendrás problemas. Llegaron al salón de química, y Diego se detuvo en la puerta. —Aquí estamos. —Sonrió—. Si necesitas algo más, no dudes en buscarme. Estoy en el equipo de fútbol, así que probablemente me verás por ahí. —Gracias, Diego. De verdad, gracias —dijo Sara, sintiendo una calidez en el pecho. Era su primer día y ya había encontrado a alguien amable. —No hay de qué. Nos vemos luego, Sara —dijo Diego, dándole un último vistazo antes de dirigirse a su propio salón. Sara entró al aula sintiéndose un poco más segura. Tal vez, pensó, este nuevo comienzo no sería tan difícil después de todo. Tomó asiento, sacó su cuaderno y esperó a que comenzara la clase, con una sonrisa que no pudo ocultar. El día había empezado con nerviosismo, pero gracias a Diego, ahora tenía una razón para sentirse emocionada por lo que vendría.