Diego nos llevó a un restaurante de comida italiana no muy lejos de su casa. El restaurante no era un lugar lujoso y exagerado, y me sentí más relajada aquí. Por mucho que me gustara probar la comida de Zaveri, éste era mi sitio: un restaurante de moda con voces encantadoras de la gente que estaba a unas cuantas mesas de nuestro puesto. Aquí, estaba más en mi elemento. No me sentía a gusto con los ricos y poderosos, por muy divertido que fuera experimentar ese mundo durante un rato. —?Sr. Wright! —Un hombre en el uniforme del restaurante se acercó a nosotros con una gran sonrisa en su rostro. Estaba en el lado mayor, tal vez en sus últimos a?os—. Me alegro de volver a verte. Diego le devolvió la sonrisa. —Carlos, ?cuántas veces te he dicho que me llames Diego? —saludó. —Suficientes ve