Estaba desnuda, alternando entre demasiado calor y demasiado frío; no había término medio. Mi piel estaba cubierta de un ligero sudor, y mis pezones estaban fruncidos en dos apretados manojos de nervios. —¿Es esto lo que querías? —Preguntó un hombre de voz suave y sedosa. Estaba oscuro, demasiado oscuro para que pudiera ver algo más que la sombra de un hombre. Se alzaba sobre mí, y... Me di cuenta de que estaba atada a algo, tanto en los tobillos como en las muñecas. La cuerda me oprimía la piel mientras probaba las cuerdas de resistencia; era un poco incómodo y un montón de cosas deliciosas. Las cruces de San Andrés, el pensamiento pasó por mi mente. ¿Era eso a lo que estaba atado? Zas. Algo me golpeó en el muslo, trayendo consigo un mordisco de dolor. El pinchazo fue todo lo que hab