La visión de Aurora, desnuda y gastada, era ardiente. Casi quería darme un puñetazo por haber dicho que no nos la íbamos a follar todavía. Casi. Todo su peso recaía sobre Martín mientras la sostenía, pero no parecía importarle, al contrario. La ayudé a ponerse las bragas y luego el vestido. Martín me la entregó mientras le subía la cremallera por detrás. Yo quería llevármela a casa una vez terminada la noche, darle todos los cuidados que necesitara, y tal vez tuviera que hacerlo. Tendríamos que ver en qué estado se encontraba después de darle de comer algo de fruta y chocolate y entonces tomaríamos una decisión sobre qué hacer. Si debía ir a casa sola o quedarse conmigo —Martín tenía un vuelo temprano mañana, y ella no conocía a Gideon lo suficientemente bien como para quedarse a solas