La habitación en la que nos encontrábamos era oscura y sombría, con la luz justa para hacerla sensual. Había un sofá de cuero frente a una pared hecha enteramente de un espejo unidireccional, donde podíamos ver todo lo que pasaba en la otra habitación. Junto a otra pared había un aparador repleto de divertidos juguetes. Los ojos de Aurora estaban pegados a los juguetes que se presentaban encima del aparador; consoladores de diferentes tamaños, vibradores, pinzas para los pezones, tapones para el culo... Su excitación era evidente por cómo los pezones se erizaban a través del fino sujetador, y joder, si seguía así, esta noche me iría a la cama con las pelotas azules. Martín y Gideon tomaron asiento en el sofá, y yo les seguí. —Vamos a sentarnos. —Van a empezar pronto —le dije cuando se