—Del uno al diez ¿Qué tan segura te ves?— repitió Esteban con esa media sonrisa ladina en lo que volvía a meser su cadera contra ella.
No estaba seguro de que dejarse llevar por el deseo fuera algo prudente para ambos. Pero, en amén a la verdad, tampoco creía que tuviera la fuerza suficiente para detenerse en ese momento.
Así era ella, así había sido siempre. Una mocosa que sabía atacar con la guardia baja a cualquier idiota desprevenido, como él. Y, lejos de odiar esa actitud, tenía que reconocer que, era justamente lo que más le atraía de ella. La vio entornar los ojos y amohinar los lindos, indicio asegurado de que su pregunta no había sido bien recibida.
— Al principio, diría que un ocho, cincuenta... Después de que me lo preguntaste, me la bajaste a siete...— reconoció volteando
