9. La terquedad...

1665 Words
Capítulo 9. La terquedad adquirió un nuevo nombre... Alicia. Con las mejillas aún encendidas por la vergüenza y mi dignidad colgando de un hilo, regresé al tubo metálico en el centro de la habitación. Sabía perfectamente lo que este hombre quería de mí. No lo había dicho explícitamente, pero su mirada lo dejaba claro. Quería que actuara como alguna de las mujeres con las que estaba acostumbrado a "divertirse". Que me contoneara con confianza, que lo sedujera como si este fuera mi hábitat natural, ahora entendí perfectamente el trato que debió hacer la mujer que cometió el error, un error que le costo mas de cien mil dólares, pero que a mí, me ayudo para salvar a mi abuela. Y aunque esa mujer no era yo, lo único que tenía para ofrecer en ese momento era mi improvisación y una pequeña dosis de locura. Así que, con un suspiro profundo y mi orgullo a punto de hacerse trizas, apoyé una mano en el tubo y me obligué a sonreír. La música comenzó nuevamente, esta vez este tipo puso una más movida, estoy segura de que esto no terminará nada bien, pero acá estoy, lista y terca para continuar representando mi papel. Me acerqué al tubo y comencé a girar alrededor de él, con mis manos apoyadas en el frio metal. Por un momento, llegue a pensar que lo estaba haciendo bastante bien, me sentía en un sueño... hasta que hice un mal movimiento y tropecé con mi propio pie. -- ¡Dios mío! – exclamé muy bajito cuando casi caigo de bruces al suelo. ** ¡Alicia! ¿Qué carajo estás haciendo? ** comencé a regañarme mentalmente, mientras me enderezaba torpemente. Levanté la mirada esperando encontrar burla o impaciencia en el rostro del hombre. Pero para mi sorpresa, parecía... ¿intrigado? O estaba quizás ¿divertido? No lo sé. Esta vez me nuble tratando de interpretar su expresión, pero saber que no estaba molesto me dio valor que me faltaba para continuar. ** Bien. Una caída no es suficiente para derrotarme ** pensé, apretando los dientes. Volví a intentarlo, esta vez giré con un poco más de confianza. Levanté una pierna, imitando el movimiento de alguna bailarina profesional, al menos las clases de ballet que llevé en la escuela me sirvieron para algo, o al menos eso creí. “Que ingenua debí haberme visto”. Porqué cuando traté de apoyarme en el tubo para deslizarme hacia abajo, mi pierna no respondió como esperaba y terminé en el suelo. Otra vez. Acá estoy tirada en la alfombra, me quedo así solo unos segundos, miró el techo y siento que la vergüenza comienza a notarse en mi rostro. El calor por lo ridículo estaba alcanzándome. Pero de pronto, algo extraño sucedió. No podía evitar sonreír de mí misma, al punto de conseguir que una risa se escapara de mis labios. -- Ja, ja, ja… – les puedo asegurar que es una risa auténtica e incontrolable. ¿Qué más podía hacer? Estoy intentando algo que nunca en mi vida imaginé, y aunque no está saliendo como en las películas, siento algo ridículamente liberador en todo esto. Me levanté todavía sonriendo, me limpio las manos en el vestido y regreso al palo frio frente a mí. -- ¿No piensas rendirte? – escuchó de pronto, era la voz de ese hombre, me llegó desde el sillón donde estaba apoyado, y esta vez estaba cargada de algo que parecía un reto disfrazado de burla. Lo miró fijamente todavía con mi sonrisa en los labios, suspiró y ahora con más confianza de la que sentía realmente lo negué. -- ¿Rendirme yo? Ni pensarlo – le dije y cerré los ojos. Había dicho que no era igual a las demás y esta vez pienso demostrarlo. Me dejé llevar por la música que escuchaba, al fin de cuentas ese ritmo me guiaría mucho más... pude sentirme relajada. No me preocupé tanto por cómo me veía o si estaba haciendo los movimientos correctos. Simplemente me dejé llevar. Moví mis caderas, deslicé mis manos por el tubo, me balanceé con una torpeza que sabía tenía, pero que esta vez sentía que estaba sincronizada… Tropecé un par de veces más, claro, pero cada tropiezo era menos desastroso que el anterior. Y, contra todo pronóstico, comencé a disfrutarlo. Era un personaje más en una de mis historias de amor. Una versión de mí misma que desconocía, me sentí valiente, audaz y completamente fuera de lugar en un mundo como este. Cuando finalmente abrí los ojos, me encontré con los de él. Su expresión, imposible de leer, pero algo en su mirada me hizo sentir que, a pesar de todo, no lo había hecho tan mal... Piero Ferrer Soy Piero Ferrer y para muchos, el apellido lo dice todo. Soy el hijo único de Marcelo Ferrer, uno de los empresarios más influyentes y temidos de la ciudad, dueño de un imperio construido a base de contratos millonarios, alianzas estratégicas y un poder que intimida incluso a los más audaces, ¿y como no? La gente me conoce como el heredero de ese imperio, el hombre destinado a perpetuar el legado familiar. Desde que tengo memoria he ayudado a crear este imperio, soy parte de él y mi padre debe estar agradecido que soy muy parecido a él, aunque no en todo. Para mí, la vida tiene un propósito claro, el éxito, el poder y el control. Todo conseguido con esfuerzo sin evitar algo de diversión en el camino. Para mi padre sus propósitos son diferentes, matrimonio, apellido y conveniencias, y según él ese propósito solo puede completarse cuando encuentras una mujer "digna" de llevar tu apellido. Te casas con ella y formas una familia perfecta para fortalecer tu imagen y la de los Ferrer. A mis veintinueve años yo no creo en eso. Nunca he creído en los compromisos y mucho menos en el matrimonio. Para mí, el matrimonio es solo una transacción comercial más que una unión verdadera, una obligación creada para mantener las apariencias. Ya lo vi, en algunos de mis amigos que ahora solo se quejan de esa unión. Y el amor... bueno, digamos que el amor es un concepto romántico que no tiene lugar en mi vida, no creo en él y no me interesa sentirlo. Lo que veo en los rostros de las parejas que me rodean no tiene nada que ver con el amor, todo es pura conveniencia, una compleja rutina y el miedo a terminar solos. Por eso, he decidido vivir mi vida a mi manera. No me interesa complacer a mi padre ni a nadie más. Mientras él insiste en hacerme creer en la pureza y la inocencia de algunas mujeres, para que deje de pasar el rato con aquellas que solo me proporcionan placer, que es lo único que necesito. Yo prefiero pasar el tiempo rodeado de esas mujeres que saben exactamente lo que esperan de mí, una noche de diversión y mucho dinero fácil, sin promesas ni compromisos, y mucho menos mentiras. Y es ahí donde entran mis "amigas" como las llama mi padre. Mujeres hermosas, seguras de sí mismas y, lo más importante, que no buscan ataduras. No hay dramas con ellas, mucho menos expectativas. Solo pura diversión. Es simple, eficiente y, hasta ahora, me ha funcionado a la perfección. Mi padre, por supuesto, detesta mi estilo de vida. Para él, soy un hombre incapaz de asumir la responsabilidad de perpetuar el apellido Ferrer como se debe. Pero no me importa. No voy a hipotecar mi libertad por cumplir sus caprichos. Bastante hice por él años atrás, aceptando salir a citas con esas mujeres a las que llamaba puras e inocentes y que solo sacaban la garra una vez que estaban cerca de mí, las mismas que ya había visto entrar en habitaciones de hotel con mis propios amigos… Esta noche no es diferente para mí. Estoy cansado, estresado y, honestamente, necesito relajarme como me gusta. Como cada fin de semana, decidí venir a este exclusivo bar, rodeado de amigos que saben muy bien cómo animarme. Pedí una copa y, entre conversaciones, mencioné que necesitaba algo para distraerme, algo... “especial” llevó noches sin conciliar el sueño y liberar este estrés me ayudara a hacerlo. Nosotros nos entendemos bien y no tardó mucho para que alguno de ellos, siempre dispuesto a complacerme, dijera que se encargaría de conseguir lo que estaba necesitando, algo "a mi altura", según me dijo. Así que aquí estoy, sentado en una de las habitaciones privadas del bar, esperando algo especial y a mi altura. Sin expectativas, sin ataduras, ni pretensiones. Otra noche más en mi vida perfectamente estructurada y libre de complicaciones. Sin embargo, cuando la puerta se abrió y una mujer entró, algo en mi mundo comenzó a cambiar. No era su belleza, aunque debo admitir que es encantadora. Tampoco era la forma en que vestía, aunque ese vestido parecía diseñado para atraer más de una mirada. No, lo que realmente me llamó la atención fue su incomodidad, esa forma de moverse como si estuviera completamente fuera de lugar. No era como las otras mujeres que suelen pasar por aquí, las que saben exactamente qué hacer para capturar mi atención. Cuando le pedí que hiciera su trabajo, lo dije con la expectativa de siempre. Poder observar ese baile sensual, el tubo estaba más que listo para recibir los brazos y aquellas piernas envolviéndose en él. Eso era lo que esperaba, un par de movimientos calculados para provocarme, tal vez incluso un poco de actuación para llamar mi atención. Pero lo que vi en ese momento fue... una actuación realmente diferente. Al principio, pensé que podría estar nerviosa, parecía ser más joven que las anteriores, nunca repito a una mujer y creo haber conocido a todas las de ese medio. Pero al verla montada sobre el tubo, pudo notar que simplemente no sabía lo que estaba haciendo, sonreí al comprender lo que significaba “especial” para mi amigo.
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