James -James… James… La dulce y suave voz de Daisy, lo aturdió. Frunció el ceño mientras trataba de poner situación a las palabras. Una sensación cálida que seguía de una textura sedosa rozaba la piel de su vientre. Aspiró, permitiéndose que el dulce olor de Daisy asfixiara sus sentidos como una droga. Sus manos tocaron suaves muslos desnudos y las paseó a lo largo de estos, deleitándose con ella. Los pechos de ella se apretaron sobre su torso. Una de sus manos trepó, acariciando su delicada espalda cubierta por una fina tela. Podía sentirla, olerla y sentir su voz. Su mente adormilada trató de comprender lo que estaba sucediendo, pero lo único en lo que podía pensar era el hundirse en los cálidos y húmedos confines de Daisy. Dios. Lo había extrañado demasiado desde la primera vez q