CAPITULO 1
Trato de secar mis lágrimas pero no puedo, mientras más seco, más gotas de aquel líquido ácido salen por mis ojos; veo a mi hermana Lisa a mi lado y siento mucha tristeza y preocupación por ella. Tan solo tienes seis años, ¿qué puedo hacer yo para sacarla adelante con apenas catorce años de edad?
Miro a mis padres en la tumba, uno a cada lado, y me pego a ellos a seguir llorando, me aferro deseando no dejarlos ir, esta tristeza es horrible, es punzante. Mi hermanita me ve y no logra entender bien lo que está ocurriendo.
—¿Mami y papi algún día regresaran?. —Me dice acariciando mi cara, a lo que yo vuelvo a reventar en llanto, —tienes que ser fuerte. —Me digo a mi misma tratando de darle apoyo a mi hermana.
No le respondo, solo la abrazo tratando de calmar nuestros dolores uniendonos en una sola.
Desde niños nos hemos preguntado ¿qué es la muerte?, y sentimos temor al imaginar incluso soñar con perder algún ser querido, haciendo más relevante a nuestros padres.
Es que si nos dijeran que moriremos y cinco años estaríamos de vuelta, les aseguro que todo sería distinto, porque tuviéramos la esperanza de volver a ver aquella persona que tanto amamos, aquella personas que nos enseñó a dar los primeros pasos, aquella persona que secaba mis mejillas cuando lloraba. Pero no, no es así esas personas quedan en nuestras mentes como un sueño lejano que se va siendo borroso con el tiempo.
—Es hora de irnos Elena—me dice chela tomando mi mano, a lo que asiento para agarrar a mi hermana.
Chela es la dueña de la vecindad donde vivimos, gracias a ella he podido recolectar para pagar el entierro de papa y mama.
Murieron ahogados en una isla pesquera donde trabajaban pescando para mantenernos a mi hermana y a mí, no tengo otro familiar, además de mi tía Mari, que a pesar de tener mucho dinero jamás nos ayudó e incluso renegó de nosotros.
Seco mis lágrimas y me dirijo a casa, no sé qué hacer con mi vida desde ahora en adelante, amaba mi pequeña vida, todos los fines de semana salían de fiesta con mis amigas sanamente, iba a la preparatoria y sacabas las mejores calificaciones. No tenía una vida de lujos pero me conformaba con eso, un plato caliente de comida y una taza de té en la mesa. Pero hoy no tengo nada, de un momento a otro me he quedado sola.
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Miro mis bolsillos mierda y más mierda. No me queda pasaje para irme en bus tendré que caminar tres calles para llegar al trabajo puntual.
Han pasado seis años desde la muerte de mis padres, desde entonces, me he dedicado a trabajar para sacar adelante a mi hermanita, que hoy día tiene doce años, trato de ser lo mejor para ella, necesito que estudie y se prepare, hago lo que mis padres hubieran querido para nosotras y lo que ahora yo le daré a ella.
—Buenos días Mónica. —saludo a Mónica, una de las empleadas del restaurante donde trabajo.
—Hola Elena, bonito peinados—me dice a lo que sonrió.
Mónica es una chava de mi edad, que trabaja para costear sus estudios, ya que su padre es un completo alcohólico, que nunca está en casa y si esta, está borracho y nunca tiene dinero solo para gastar en bebida.
—Además de que llegas tarde se ponen a platicar—dice Sofía, alzando la ceja, es la encargada del lugar, pero nos odia o eso creo.
Miró a Mónica que hace una mueca y comienzo mis labores, deseando que hoy termine temprano, porque no tengo para el bus y me tengo que devolver caminando a casa, y el barrio se ha puesto muy peligroso.
Han sido muchas horas de trabajo en el restaurante Semillas de Girasol; es una de las más importantes de la zona, y a pesar de que es modesto el p**o nos está explotando con casi dieciocho horas de trabajo. Es hora de cerrar, pero en ese momento llega un cliente y se sienta en la mesa.
—Buenas noches, ¿qué les sirvo?—digo mirando mi libreta mientras intento anotar el pedido, pero una presencia extraña y una mirada profunda me desconcierta a lo que subo la mirada.
Por todos los dioses y los ángeles del cielo, este es el hombre más guapo que he visto en mi vida, ojos cafés, piel canela, cabello castaño, y una sonrisa que hace que me derrita y me mira atenta.
—Buenas noches linda—dice a lo que yo me quedo embobada, donde está el pañuelo necesito secarme la baba—pienso mientras tomo mi postura sería.
—Sí dígame—digo seria.
—Me traes por favor un pollo a la broaster y unas hamburguesas—dice el chico sonriendo amablemente.
Tomo el pedido y me giro en eje para buscarle su grasosa y rica cena.
—¡Ey! disculpa también refresco—volteo a lo que asiento, tratando de controlar mis ojos que se queda embobada mirando sus labios, gruesos y rosados.
—Pollo a la broaster, hamburguesa, y refresco para la mesa cinco—le digo a Mónica tendiendo el pedido escrito.
—¿Ya viste al bombón que estás atendiendo, está de rechupete?—ruedo los ojos.
—Ni para tanto—respondo restándole importancia, pero por dentro sé que está más bueno.
—¡A trabajar,! vamos que aquí no se les paga por platicar—habla, Sofía pasándose por un lado
.
—Esta tía es un dolor de culo—dice Mónica haciéndole mueca por la espalda, a lo que sonrió.
—Se debe estar pegando al viejo Agustín—suelto a lo que tomo el pedido en mis manos para llevarlos.
— ¿Algo más? —pregunto apenas colocó su pedido en la mesa.
—Nada gracias hermosa, estaba esperando al cara dura de mi hermano pero creo que me ha dejado plantado—dice haciendo platicas a lo que ruedo los ojos, y él sonríe por mi expresión.
Me quedo mirándolo y me llama la atención, una cadena que cuelga de su ello, con una D de inicial, es hermosa y parece ser oro puro.
—Gracias—se aclara la garganta a lo que me retiro.
Comienzo a limpiar las mesas, ya que es muy tarde y deseo terminar para irme, mi hermana debe estar impaciente y hoy le prometí que veríamos una película juntos.
—¿Has visto cómo te mira el guapetón?—dice Mónica que comienza a quitarse el delantal.
—No Mónica—digo rodando los ojos, a lo que ella coloca las manos en la cintura— ¿Qué?— le dijo encogiéndose de hombros—no tengo tiempo para coquetear.
Me dirijo a la mesa que ya está vacía, pero hay una buena cantidad de dinero en ella con un pañuelo con un número de teléfono anotado que dice ̈ llámame linda ̈. Tomó el pañuelo en mis manos y su olor es exquisito, provocando que unas mariposas saltan en mi estómago, quito esos pensamientos de mi cabeza y bufó, pero al tomar el billete de cien dólares salto de felicidad. La cuenta es veintidos con cincuenta y me ha dejado casi ochenta dólares de propina.
—Hola —contesto el teléfono, apenas siento el móvil vibrar en el bolsillo trasero de mis pantalones.
—Elena,¿ a qué hora vienes?, ¿no vamos a ver la película?—dice mi hermana del otro lado del teléfono.
—Ya voy Lisa, estoy terminando de limpiar las mesas.
—Pero ya son las once de la noche—reclama.
—Ya voy, dile a chela que ya le tengo el p**o del mes—respondo tomando el vuelto que me dejo el joven guapo en mis manos, para luego colgar.
—Me voy querida—dice Mónica, al escuchar la corneta de la moto de su novio que todas las noches viene a buscarla—¿quieres que te demos un aventón?—pregunta, a lo que niego con la cabeza.
—No aun me da tiempo de tomar el bus—tomo mi mochila y salgo.
Me despido de Mónica y caminó unas cuadras, donde un auto deportivo, con varios jóvenes bebiendo me pasa por el lado.
— ¿Te llevo hermosa?—dice uno de ellos, trato de no mirarlos y me tenso sintiendo un poco de miedo.
—No gracias—aceleró el paso.
Saco mi móvil unas cuadras más adelante, para verificar la hora. Doce y quince am. El frío de Florida Para estas fechas decembrinas es perturbador. Guardo mi móvil y sacó un suéter de mi bolso para colocarlo, froto mis manos mientras camino aún más de prisa.
De repente siento que alguien me persigue a lo que vuelvo y no miro a nadie, me coloco nerviosa y trató de apresurar el paso, unos minutos más adelante vuelvo a sentir la misma incomodidad, trato de correr pero alguien me tapa la boca perdiendo el conocimiento por completo.