Como prometió Alexander, su sirviente Simón me ayudó a llenar ese barril maligno. Coloqué ropa interior limpia, puse esponja y el jabón del baño, encendí las velas, pero no todas, como siempre, solo en la entrada, para que no tropezara. Y yo me vestí con una camisa de mujer y dejé mi pelo suelto. Me escondí detrás de la mesa. Mi plan era simple, cuando mi querido llegara al camarote, viera el barril preparado para él, no me encontraría y se relajaría en el barril, entonces yo saldría de mi escondite y empezaría a lavarlo como lo hacía en Vladimir en nuestra noche de bodas. No va a ir a ningún lado, no se puede salir de ese barril alto fácilmente. Yo voy a tratar de encender su deseo para que me quiera con locura, y después le hago verme como una mujer y le cuento que soy su esposa. El c