Capitulo. 6. Un juego a mis espaldas.

1414 Words
Como el príncipe me permitió usar su biblioteca, empecé a pasar mucho tiempo allí. Al principio leí libros sobre medicina, pero solo había tres, «La carta de las mujeres», «Corpo humano» y «Tifus», los dos últimos fueron en latín, honestamente, era muy difícil de comprender lo que estaba escrito, si no tuviera una base de conocimientos de la universidad, no entendería nada. Y luego leí la historia de la antigua Rus y el «acto de Pedro el Grande». Había muchos libros sobre filosofía, batallas navales, poemas, y toda la literatura «ligera». Inspeccionando los libros de esta biblioteca me he dado cuenta de que aquí vivían un filósofo político, un marino de guerra y un divertido travieso, es decir, un mujeriego. Yo en mi cabeza, a cada m*****o de la familia ya asigné su papel como al Príncipe viejo, quien se dedicaba a la diplomacia, le di el papel de filósofo político, al hijo menor, quien estaba en la cárcel, el papel de travieso, y al hijo mayor le di papel del marino de un barco de guerra. El príncipe Repnin se volvía más conversador cada día. Ya no hemos estado callados en el comedor, sino que a veces hemos discutido sobre tratados filosóficos. El viejo diplomático admiró mi posición, aunque no siempre la apoyó. Pero le gustaba que yo tuviera mi propia opinión. Estaba empezando a ver en él a Zachario, mi buen e inteligente amigo, más bien mi padre. - Sabes, hay algo en ti que atrae, es fascinante, como si no fueses de este mundo. Si hubiera sido más joven, podría enamorarme de ti, - dijo él riendo, como un día me dijo Zachario. - Probablemente porque no estaba en las capitales y recibí la educación en casa, - me reí también. - No, no solo, esto. En ti siento el poder y fuerza increíble, la gente como tú hacen la historia, -dijo, y me asuste, parecía que fuera una sentencia. La última vez es la historia que me la jugo. - ¡No exagere, Su Señoría, ¡Que va! -  negué lo obvio. Nos acercamos cada día más, al igual como con Zachario. Cada vez estaba más convencida de que toda la historia se repetía, solo con una cosa diferente. Han pasado diez días y aún no he conocido a mi amado Iván. Dos semanas después llegó la señorita Corn con mis vestidos. Ella y Glasha me ayudaron a vestirme y me peinaron. Mientras me arreglaban, os voy a decir que era trabajo de titanes, ellas discutían tanto, que tenía que poner orden. Por culpa de este jaleo, no me di cuenta de que había invitados en la casa. Cuando salí de la habitación, todo un desfile para mostrar al príncipe el resultado de sus inversiones, me encontré con un joven muy guapo y alto, de unos veinte cinco - treinta años en el pasillo. Tal sorpresa me hizo gritar del susto. - ¡Disculpe, señorita, no quería asustarla! -  dijo, - Disculpe, permítame presentarme, Alexander Petrovich Repnin, hijo del propietario de la casa. - Anastasia Mikhailovna Buturlina, la invitada de su padre, - me presenté y le tendí la mano. Cogió mi mano y me miró muy atentamente. De repente apareció el viejo Príncipe, seguramente, él vino al escuchar mi grito. - Así que ya os habéis conocido, - sonrió y me miró, - Anastasia, estás encantadora. Sabía que la señorita Corn podía hacer brillarte como nadie, por eso contaba con ella. - Padre, estás equivocado, - le dijo Alexander, - Anastasia, no solo brilla como nadie, esta divina con este vestido. - Usted es muy amable, me halaga su cumplido, - dije, sólo para no estar callada. Yo misma vi en el espejo que no estaba nada mal. ¡No! ¡Estoy divinamente buena! Un vestido de seda de color turquesa con una falda exuberante, acentuaba perfectamente mi cintura, el escote abierto destacaba mi pecho perfecto y mi cuello largo y delicado, y una peluca blanca alta matizaba mis ojos azules y mis pómulos expresivos. - Padre, no puedes esconder esta belleza en tu casa por mucho tiempo, - reía el joven príncipe. En su cara me pareció ver algo muy familiar, pero mi corazón estaba callado. ¡No era Iván! Me sentía bien con él, tranquila, pero no hubo el aluvión de emociones que siempre me pasaba cuando mi amor estaba cerca. Recordé que después del torneo en el que lo gané, la gran fuerza del deseo me hizo besarlo. No me pasó nada parecido con Alexander. - A lo mejor, gracias a que vivió en una casa, lejos de la crueldad de la corte, es tan maravillosa, - respondió el príncipe, sonriendo. - Lo siento, pero tengo que volver con la modista, - le pedí permiso a ellos para salir. - Sí, claro, - respondió el viejo. Volví a mi habitación. El segundo vestido era muy hermoso. Rojo con plata y volantas imposibles. Yo era como una princesa de Disney. «Sólo falta un monstruo», pensé sonriendo. - Usted es tan bonita, Su Señoría, que se parece una hada, - dijo admirativamente la señorita Corn.- ¿Y usted tiene joyas? - Sí, en la caja, - dije en voz baja y pensé que solo las cogería por un tiempo. La inglesa abrió la caja, miró las joyas de Buturlini y sacó lo que le pareció más adecuado: un conjunto de rubíes. Me miré al espejo y me di cuenta porqué de nuevo me mandaron al pasado en cualidad de una chica noble. Yo era la Princesa de Nóvgorod. A nadie se le ocurriría dudar de mi noble origen. Decidí que no debería mostrarme con esta ropa ante Alexander para que no se enamorara de mí. No es mi Iván, y seducir a un hombre que no era mío, me parecía un asunto de moral baja. Así que, para la cena, elegí un vestido simple para estar en casa, que también estaba muy bien cosido. Agradecí a la modista prometiéndole que volvería a visitarla pronto. Marta me invitó a cenar y yo bajé con ella. El príncipe y su hijo se levantaron saludándome. - Anastasia, usted y con vestido de casa parece una reina, - dijo con admiración Alexander. - Usted es muy amable, Su Señoría, - respondí lo más natural posible. - No se avergüence, Condesa, es hermosa y tiene que saberlo, - se río el viejo príncipe. Pasamos un buen rato en la cena hablando de filosofía, política, diplomacia. Yo expresaba mi opinión, ellos estaban de acuerdo o discutían conmigo o entre ellos. Luego los dejé diciendo que estaba cansada y fui a mi habitación. Sentí que cuanto más tiempo estaba con el hijo del príncipe, más se enamoraba de mí, y eso era lo que menos quería. Después de que me metiera en la cama sin dormir, decidí ir a la biblioteca y tomar algo para leer a la noche. Al acercarme a la biblioteca oí voces. - ¿Estás seguro de que ella es quien dice ser? - pregunto Alexander. - Por supuesto, no tengo ni una duda, pero si su tía la acepta, podría ser un partido beneficioso para Iván. - el padre respondió. - ¿Ella está de acuerdo? - No tendrá otra opción, debe estar de acuerdo. - ¿Y él? ¿Cómo vas a convencerlo? Mi hermano nunca escuchó a nadie, y ahora menos. ¿verdad? - Quiere su nave y hará lo que sea por la fragata. - ¿No estoy seguro de su tía, y si no acepta tu proposición? - Tengo mucho para insistir. - Pero tenemos que presentarla a la Emperatriz, y tú sabes que reputación tiene su familia. - Han pasado más de doce años, Catalina ya no es aquel pajarito asustado, ahora es un águila. - Espero que tengas razón. Iván tiene que estar bien, y casarse es la única forma de calmar su carácter. Si no, vamos a tener un gran problema con Panin. - Estoy seguro de que una persona como Anastasia puede cambiar a tu hermano. - afirmo el viejo Príncipe. Estaba de pie escuchando todo lo que estos dos planeaban a mis espaldas y la rabia me arrasaba desde dentro. ¿Cómo? ¿Cómo puedo confiar en ellos? ¡Teniendo los amigos como estos, no hace faltan enemigos! ¿Decidieron casarme con un mujeriego, con un hijo rebelde, para que le reeducara? Y no les interesaba mi opinión. ¡Bien! ¡Yo lo arreglaré! Sólo tengo que llegar a San Petersburgo.
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