Suena la bendita alarma, para otro hermoso día de clases, nótese el sarcasmo. Después de mi lucha matutina, me levanto, me aseo, desayuno y me dirijo a la escuela. Como siempre esa gente que no tiene otra cosa mejor que hacer que llegar temprano al colegio, como si premiaran por llegar temprano, o te regalaran un punto por hacerlo, si es así avisen y me esfuerzo, me vendrían bien algunos. Bajo de la bicicleta y suena el timbre para entrar, ¡qué puntualidad!. Entramos al salón de clases. Se me hace una mueca en la boca en forma de sonrisa cuando miro a Mateo, nos saludamos asentando con la cabeza sintiendo unos ojos penetrantes mirando fijamente, si las miradas mataran estaría tres metros bajo tierra en estos momentos, Laura me mira con odio, en realidad con más odio, siempre lo hizo, solo
