Ademar arqueó una ceja en mi dirección, fue ahí cuando reparé en sus ojos, se veían rojos, unas ojeras marcadas en sus cuencas y se notaba considerablemente cansado. —No te entiendo Salma, un día me dices que necesitas tiempo, no quieres escucharme y al otro vienes a decirme que un amigo. —reprochó con un aire muy desganado, después de unos segundos resopló—¿quieres desayunar? Afirmé con la cabeza y le deje recoger sus pertenencias para poder partir al desayuno. Me subí a mi auto y espere paciente a que él saliera de ahí, le hice señas para que siguiera con su moto a través de la cuidad hasta llegar a una pequeña cafetería, quería platicar con él en la tranquilidad de algún recinto, antes de ir con Salvador a la reunión en la que firmaríamos el convenio entre las empresas. Nos sentamos