Ademar acariciaba mi espalda de forma tierna, mantenía mi cabeza recostada en su pecho firme y bien torneado, no tenía idea de la hora, habíamos pasado un muy buen rato en mi habitación y comenzaba a sentir hambre. Paseaba mis dedos por su tatuaje naciendo en su pecho y muriendo en sus caderas, contemplando los detalles en blanco y las sobras que tenía.
—¿Por qué un dragón? —pregunté repentinamente capturando su atención de inmediato. Él se espabiló girando para encararme, sus hermosos ojos brillaban, paso su mano a mi cabeza y deposito un beso en mi cabello.
—Es por mi papá —musitó seguido de un suspiró profundo—, verás, cuando era niño lo veía muy pocas veces, casi nunca estaba en casa, tal vez un par de semanas al año, cuando tenía como 4 años me contó que él peleaba para mantenernos
