Sara está absolutamente complacida por el resultado de su plan, el primero de todos, porque hacer la vida de la joven, una total miseria, está en sus prioridades más inmediatas ahora que Artur se encuentra de viaje. La sonrisa no se le ha borrado del rostro desde que una de las doncellas le informó que Liona ordenó que la princesa sea recluida en la mazmorra cruz, como es conocida un conjunto de celdas situadas en las partes más bajas del palacio que Artur utiliza para prisioneros de alta peligrosidad y aquellos que son condenados a torturas brutales antes de tirarlos a la hoguera.
—¿Conseguiste hablar con los guardias? —Pregunta ella acomodando su cabellera por encima de su albornoz de seda.
—Si, señora. Ya saben lo que deben hacer —Responde la sirvienta ayudándola a peinarse. —Ya están
