Estoy recostado en la cama mirando al techo mientras Monie duerme a mi lado. Es casi medianoche y fuera de nuestra ventana caen grandes copos de nieve. Los miro girar y bailar a la tenue luz de la luna, que ca e desde algún lugar en lo alto, y reflexiono sobre la posibilidad de volver a ser padre. La idea de criar a otro hijo me asusta y me emociona a la vez. Tengo otra oportunidad de volver a hacerlo, de leerle cuentos, ir a obras de teatro, recitales, acampadas y todas las cosas que daba por sentadas en mi otra vida con Ted y Crystal. Para ser sincero, no pienso en ellos como debería ni lloro su pérdida como cuando llegué aquí. Pero cuando lo hago, como ahora, el dolor vuelve rugiendo y me hace llorar. Aunque sé que no puedo cambiar lo que me ha pasado, eso no cura la herida que siempre