—Sí, lo eres. —Me abraza fuerte, apretando su cuerpo contra mí, y siento que el amor vuelve. Es como tomar aire. Apoyo mi cara en los suaves rizos de su cabello e inhalo el aroma almizclado que desprende su cálido cuerpo, dejando que me llene. Cuando por fin nos soltamos, su rostro esboza una sonrisa tentadora. —Creo que tengo un regalo más para ti. — ¿Qué? —murmuro, pero creo que tengo idea de lo que está pensando. De repente, me aprieta el pijama. Miro a Tommy, que está compasivamente absorto con el juguete. —Ahora no, más tarde, —dice, retrocediendo con un brillo diabólico en los ojos. —Eso es muy cruel. —Puedes arreglártelas, —responde ella—. Además, tenemos que ir ya y vestirnos. Le dije a Madre que estaríamos a las diez y media para el brunch, y tenemos que recoger a tu madre.