Capitulo 4: Mí objetivo.

1353 Words
Carlos Fontaine Me levanto sudoroso y con la respiración agitada y por un momento no me ubico en el espacio donde estoy. Todas las noches la misma pesadilla y está claro que algo no está funcionando correctamente en mi sistema de nuevo o de lo contrario no estaría teniendo estás pesadillas otra vez. Esto me tiene tan cansado y frustrado. Quisiera sólo por una vez llevar una vida normal, vivir como lo hacen las personas sanas, y no estar siempre en alerta por lo que pueda llegar a hacer si tengo uno de mis ataques. Poder levantarme a la mañana sin miedo de haber hecho algo malo la noche anterior de la cuál deba arrepentirme, y lo peor de todo no recordar absolutamente nada. No soy lo que aparento frente a los demás, es como si dos personas diferentes habitaran dentro de mí y no pueda controlar a ninguno de ellos. Recordar lo del incendio en el yate me consume enormemente la energía, pero la tarde fatídica de mí boda con Ana definitivamente me hunde en lo más profundo de un abismo de la cual me resulta imposible de salir. Simplemente no sé cómo hacerlo, y eso me frustra, me carcome por dentro. Ya me es imposible conciliar el sueño nuevamente después de esto. Miro la ventana del hotel y aún está oscuro afuera, tan oscuro como lo está mi alma. Dormir para mí es como volver a repetir la misma escena una vez más y eso me llena de temor y dolor. Me levanto sin mucho ánimo y me siento en el camastro del balcón. Una brisa fresca me golpea el rostro y el silencio de Mérida me confirma que la vida allá afuera sigue, que también yo debo hacer lo mismo, pero no sé exactamente cómo hacerlo. Más tarde, Bobby me entrega un folder con todo lo que pudo averiguar la noche anterior sobre Emma. Hecho, que a pesar de la mala noche que pasé me levanta enormemente el ánimo. Con toda la información que tengo ahora en mis manos me queda más que claro que más tarde que temprano podré tenerla y sé precisamente lo que tengo que hacer para ello. Ella se convirtió en un solo día en una obsesión que no logro controlar y un objetivo a la cual no estoy dispuesto a renunciar. Río sarcástico para mí mismo leyendo el informe. Las casualidades si existen y resulta que ésta vez me favorecen enormemente, aunque dependerá de ella si decide aprovecharlas también. Entre los documentos hay algo que llama enormemente mi atención. Elena Hernández es una de las empleadas más antiguas del Casino que se remonta ya desde la época de mi padre, de hecho, también la madre de Emma trabajó un tiempo allí hasta que renunció sin razón aparente y después no se supo de ella durante mucho tiempo. Entre todos los documentos está anexa una foto de Emma con una señora que seguramente es su madre. Se ven tan hermosas, perfectas e idénticas las dos. —¿Sabrá ella que su tía y a la vez tutora perdió la casa y por consiguiente ahora están sólo a horas de ser desalojadas? —pregunto a Bobby que niega inmediatamente con la cabeza. Decido hacerle una visita sorpresa a Elena ésta misma mañana y escuchar que es lo que tiene para decir al respecto. Por el camino me reúno con David y nos dirigimos juntos hasta la finca que resulta ser mía ahora. Al ver los papeles que llevo en la mano rápidamente se da cuenta de cuáles son mis intereses con ella y que es lo que debe hacer. —¿La chica del Café? – pregunta desconcertado parpadeando. —Si – contesto secamente y vuelvo mi atención a la ventanilla. —¿Estás totalmente seguro de esto amigo? – vuelve a hablar. ¿No Crees que te estás precipitando un poco? Esto te podía perjudicar, ella aún es menor de edad. Lo corto con la mano antes de que continúe con su perorata que claramente no estoy dispuesto a escuchar. —¡Quiero los papeles para hoy! —exclamo al instante sin darle tregua a replicar. —Para eso te tengo a ti. Sabes bien que es lo que debes hacer. —Bien, dalo por hecho amigo — responde derrotado. Él sabe que cuando algo se me mete en la cabeza es difícil hacerme cambiar de opinión o mejor dicho imposible. Cuando llegamos me impresiona de inmediato el hermoso paisaje que se proyecta ante mí. Está claro que tiene un valor sentimental muy alto para Emma por ser una herencia familiar, hecho que pienso usarlo cien por ciento a mi favor. Adentro la escena es simplemente deprimente. Elena yace totalmente ebria en uno de los sillones del gran salón con la boca abierta y un apestoso olor a alcohol que inunda mis fosas nasales. Decido recorrer la estancia mientras ella sigue dormida. Más adentro me impresiona lo acogedor que se siente el lugar. Fue sin dudas un hogar que construyeron personas que se amaban intensamente. Entro en todas las habitaciones empujado por mi curiosidad, pero una llama especialmente mí atención y sin duda es la habitación de Emma. Todo aquí huele a ella, a rosas y flores de azahar, me siento instintivamente atraído por el aroma y la calidez que se siente adentro. En su buró hay muchas fotografías de ella y su madre y algunas que imagino son sus abuelos. Paso mis dedos lentamente por su retrato y me concentro en sus ojos por varios segundos y en ese tono que ya una vez me enamoró locamente y ahora parece repetirse la historia. Mi burbuja se rompe cuando escucho los insultos de alguien detrás mío e imagino de quien se trata. — ¿Quién carajos te crees para invadir el espacio de mi sobrina? –gruñe con vos agria y poco amable y obviamente aún borracha. Me doy la vuelta y la miro fijamente sin contestar. —Ya le había dicho, Señor Fontaine, que no tenemos el dinero para pagarle — vuelve a farfullar histérica y lo atribuyo a su nivel de alcohol que es visible aún en su rostro y su especial aliento. —De eso ya hablamos ayer Elena –le respondo con toda la frialdad que me caracteriza. —Hoy tengo algo que proponerte —continúo para después exponerle mi trato la cuál acepta sin muchas réplicas y obviamente feliz por lo que está consiguiendo. Ya sabía yo la clase de escoria que es, pero lo de hoy en definitiva supera ampliamente mis expectativas y no precisamente de la mejor manera. Después de mí larga charla con ella, nos dirigimos nuevamente a la oficina y por el camino decido llegar al café para ver a Emma. Quiero verla. No pienso negarlo. El tener sus fotos no me complace demasiado y por alguna razón necesito volver a ver su dulce mirada y su sonrisa cálida. Camino directo a su dirección hacia el mostrador, pero ella parece no notarme. Llamo su atención pidiendo un café y cuando al fin me mira puedo notar sus ojos llorosos y tristes y una cierta tensión en ella que ayer no tenía. —¿No tiene más sonrisas que regalar Señorita Hernández? –pregunto en tono burlón y una sonrisa sarcástica. —¿Hoy se le agotó la dulzura, Emma? Me fijo de inmediato en el golpe que tiene en la mandíbula y su labio inferior lastimado y me enfurece pensar en lo que le habrá sucedido y algo me dice que es Elena la culpable de todo. Ella nota de inmediato mí descontento y agacha la cabeza solo por un segundo, pero parece darse cuenta que ya es inútil ocultarlo y me mira nuevamente dedicándome una sonrisa triste que me anuda el estómago de sobremanera y mi monstruo interno ya está rompiendo todo a su paso por la rabia que siente. Su mirada me dice algo que comprendo perfectamente, está preocupada y triste. Tomo mi café de sus manos y decido no decir nada más. No hace falta. Sé que irá a buscarme. Yo la estaré esperando.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD