Capitulo 3: Dolorosa realidad (parte 2)

1341 Words
Emma Hernández Amanece y lo primero que hago al levantarme es dirigirme hacia la sala y como imaginé ahí está mi Tía tumbada en el sofá tan ebria como la noche anterior. Decido dejarla donde está por ahora, lo que menos pretendo es volver a sufrir sus maltratos al menos por hoy. Me ducho rápidamente antes de que despierte y me visto con lo tengo a la vista para dirigirme al Banco y averiguar a qué se refiere cuando menciona que perderemos la finca. Solo pensar en eso me desespera y mucho y sinceramente no creo que de ser así yo pueda hacer mucho al respecto al menos que alguien se apiade de mí y me ayude. La posibilidad de perder la casa que heredamos de mis abuelos me llena de angustia y es algo que prefiero enfrentar lo antes posible para saber lo que me depara. Mientras voy a pasos presurosos, mi cabeza da vuelta todas las posibilidades y mientras más pienso en eso, más desesperada estoy. La reunión con el Asesor resulta ser peor de lo que había imaginado. Me confirma que efectivamente mi Tía pidió un préstamo millonario poniendo como garantía la finca hace poco más de dos años y que la falta de p**o obligó al remate de misma hace algunos meses. Tal vez por impaciencia o tal vez por lástima me da el nombre de la Empresa que ganó el remate para que yo pueda contactar con ellos. —¿Qué pudo haber hecho con tanto dinero? – suspiro tristemente al salir de allí —Obviamente apostar —gruño enfadada y decepcionada. En otras palabras, es imposible recuperarla al menos que logre negociar con los nuevos adquisidores. Decir que estoy devastada no hace justicia a cómo me encuentro en el momento. Me siento aún más rota de lo que ya estaba cuando llegué hasta aquí. —¿Cómo pudo hacer algo como eso? – pregunto en mis adentros. —¿Cómo pudo sólo tirar al viento lo que por tantos años mis abuelos levantaron con tanto esfuerzo? Y hago lo que mejor hago cuando la tristeza me gana que es llorar. Lloro por tanto tiempo que siento que mis ojos se me vuelven arenosos y más hinchados de lo que ya se encontraban desde anoche. En el camino, me siento en uno de los bancos de la plaza en un intento de apaciguarme a mí misma y pienso que puedo hacer. Sé que no tengo muchas posibilidades o ningunas para ser más pesimista, pero al menos debo intentarlo. Lo único claro que tengo es que haré lo posible y lo imposible por mantener la promesa que le hice a mi madre. No hay segundas opciones. Tengo que hacerlo. Con la mente hecha un caos y mi ánimo hecho trizas me encamino hacia el Café. Trabajar me distraerá para dejar de pensar en esto y decido hacerlo lo que queda del día. Al llegar hasta allí me dispongo a iniciar mis tareas de manera inmediata. La Santa Inquisición Karen se pone alerta apenas me ve entrar por la puerta de servicio. Y no la culpo. Mi cara debe ser tributo exacto a la destrucción masiva que llevo dentro ahora mismo. Pero responder a sus interrogantes no es algo que quiera hacer ahora. Me dedico la mayor parte esquivando sus miradas y la de Josh y las preguntas que sé que quieren hacerme por cómo me veo ahora. Pero respetan mi silencio y eso es algo que agradezco de sobremanera. — ¿Por qué no descansas por un rato? – dice Karen de pronto a mí derecha. —Te cubriré con eso –añade señalando la caja. —No te ves especialmente bien hoy, Emma. —Me quedaré hasta la hora del almuerzo –le contesto –y sé que no me dejará tranquila hasta que consiga su propósito. —Estoy bien amiga, no te preocupes. Estoy tan ensimismada en mis pensamientos que no me percato que alguien frente al mostrador busca mi atención. Levanto la mirada lentamente hacia la voz que me suena ligeramente familiar y ahí esta él, mirándome fijamente con esos ojos verdes olivos, que desde que los vi ayer por primera vez, se convirtió en mis orbes favoritos, y ellos por su parte, parecen escudriñar hasta el fondo de mi alma. Lo miro y hoy me es imposible no fingir amabilidad con él o con cualquiera que venga a la cafetería, pero hago lo mejor que puedo y trato de corresponder esa mirada con una sonrisa triste que salió más como una mueca. Las preocupaciones me ganan y él parece darse cuenta de ello al instante. —¿No tiene más sonrisas que regalar Señorita Hernández? —pregunta en tono burlón y una sonrisa sarcástica. —¿Hoy se le agotó la dulzura, Emma? No tengo ganas de replicar a eso, es obvio que sólo busca irritarme al igual que ayer, pero su mandíbula se tensa de inmediato cuando se fija en el enorme moretón que tengo en el mentón y mi labio inferior partido. Por instinto agacho mi cabeza por una milésima de segundo tratando de ocultarlo, pero sé que es imposible cuando ya todos pueden verlo claramente. Me dispongo sólo a servir el Café que me pidió y pasárselo sin decirnos nada más. Sé que nuestras miradas expresan más de lo que nuestras bocas pueden decirse ahora mismo y aunque intento dejar de mirarlo, simplemente no puedo y no quiero dejar de hacerlo. Él me hace sentir algo que nunca antes había imaginado y menos por alguien a quien acabo de conocer. Nos quedamos mirándonos por varios segundos, minutos tal vez, y sé que no necesito decirle nada, tampoco él a mí y por el momento ya no hay riña entre nosotros como lo hubo ayer. Reacciono a duras penas por las voces de más clientes que van llegando y le devuelvo el cambio a su p**o para luego verlo alejarse hasta su auto. — Parece que el Señor Fontaine se enamoró de nuestro café — dice entre risitas Josh una vez más cerca de mi oído ¡Mierda! ¿De qué diablos está hablando? —¿Fontaine? – dudosa exclamo. —¿De dónde sacas eso? —Si nena, él es el heredero de Fontaine Group y dueño del Casino donde trabaja mi papá y tu tía —dice encogiéndose de hombros. — Además dicen las lenguas vivarachas del barrio que construirá uno de los complejos más grandes acá en Mérida —me mira fijamente. —Sólo imagina lo que implica en cuanto a desarrollo y oportunidades de trabajo eso – añade esperanzado. —Y más aquí en este pueblo tan necesitado. —¿Si? —me rasco la cabeza consternada. —¡Claro! Además, que alguien tan poderoso como él venga dos días de seguido aquí sólo por un café parece ser todo un logro, ¿no? —sonríe divertido esta vez y negando con la cabeza. No le respondo absolutamente nada. Mi mente está en estado neutral, no consigo aclararme por más de que lo intento. Trago saliva varias veces y no consigo desanudar el nudo enorme que se forma en mi garganta apenas me entero de quién es. —¿Así que él es la persona a la que tengo que buscar en esa empresa? —pienso. No... No... No.… empiezo a recorrer todo el pasillo sin aliento suficiente para respirar con normalidad pareciendo una verdadera demente. —¿Estás seguro de lo que me cuentas? —pregunto con la esperanza que Josh me responda que todo es una broma. Pero no es así. —Te lo prometo que es verdad, Emma —contesta tomando mis manos y viéndome fijamente. —¿Por qué te mentiría? Asiento nerviosamente. Claro que no tiene razón para mentir. Decido enfrentar de una vez por todas lo que me espera allí. Haré una visita al Señor gruñón Fontaine a su oficina hoy mismo. Y en definitiva estamos destinados a volver a vernos, aunque sea en las circunstancias menos esperadas para mí.
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