Cuando tenía 27 años y era soltero gustaba mucho de ir por las noches a shows, a los centros nocturnos, especialmente cuando se trataba de mujeres hermosas. Cierto día fui a un show de travestís y quedé fascinado. Aquellos hombres vestidos de mujer se arreglaban más que cualquiera de las mujeres que conocía; su vestuario, su maquillaje, hasta sus movimientos, eran más femeninos que los de cualquier mujer. Empecé a visitar un centro nocturno exclusivo, donde cada noche había presentaciones de travestís que imitaban a conocidas artistas y cantantes. Iba solo me sentaba en una de las primeras mesas, disfrutando a mis anchas el espectáculo. Nada más de ver esos cuerpos esbeltos enfundados en medias, con vestidos, seductoramente maquillados, con ademanes tan femeninos, me moría de excitación.