¿Quién dijo que no existen los finales felices?
Si existen los finales felices, son breves pero buenos, por ejemplo, mis finales felices son los que empiezan cuando cobras la quincena. Sí; ese es un buen final feliz breve, porque cuando te pagan te sientes tan feliz, tan millonaria… hasta que llegas a tu casa y te esperan todas las facturas por pagar. Si, lo sé, mis finales felices no terminan siendo tan felices, pero no me pueden juzgar por tratar de verlo de forma positiva. Lo único que no es parte de un final feliz en mi vida en estos momentos en cuando me dan una notificación en la empresa en la que trabajo, gracias a que quebró por la crisis en España, tendré trabajo hasta el siete de junio, mi mundo es gris…me dirijo hasta mi coche, un hermoso Peugeot 206 blanco, y siento que el universo hoy me odia, mi coche esta aboyado y con el stop roto!!!
-¡Mierda! – digo mirando al cielo con las manos en la cara.
Subo al coche, soltando cualquier cantidad de improperios por mi hermosa boquita, que si me escuchara mi madre me la lavaría con desinfectante. Conduzco por las calles de Madrid algo distraída pensando en todo lo que tengo que pagar y ahora tengo que sumar a la lista… el daño del coche.
Apenas abro la puerta de mi apartamento veo los sobres con las facturas y quiero morir, automáticamente me ordeno no entrar en pánico; enciendo mi laptop y reviso mi estado de cuenta y comienzo a pagar las facturas, Dios! esto es horrible, pensaran que al ser administradora se me da bien eso de administrarme a la perfección y ahorrar la mayoría de mis ingresos, pero no es así; soy joven, me gusta la moda y darme mis regalitos (que son tan frecuentes, como cuando veo en un aparador algo que me gusta y tiene que ser mío obligatoriamente). Tengo que cambiar ahora mi estilo de vida hasta nuevo aviso, espero que sea pronto, tengo dos horas y catorce minutos sin empleo y siento que llevo dos años así.
Pienso en buscar trabajo con el paro y tiemblo, sé que costara conseguir uno pero también sé que no es imposible, reviso en internet y envío mi hoja de vida a todas las empresas existentes; mi estómago me anuncia que tiene hambre de una forma anti glamorosa, me percato de la hora y me doy cuenta que son las once de la noche, tengo más de veinticuatro horas sin comer, moriré de inanición, esta mañana no desayune porque llegaría tarde al curro, bah…la próxima vez desayuno, de nada sirve pasar hambre si me terminan despidiendo. Es una lástima que Antonio no aprecie el esfuerzo que hizo su padre por mantener la empresa a flote; Antonio es el típico hijo del jefe; no hace nada, solo ordenar de malos modos a realizar cualquier trabajo mientras el habla guarradas por su iPhone, el muy p*to. Cuando el señor Luciano ve mi trabajo (porque lo hice yo) me guiña el ojo y felicita a Antonio “El guarro”, que se acredita mi esfuerzo como suyo. Antonio se encarga de hacer las transferencias bancarias (obviamente no paga lo que debería, las transferencias las hace a su cuenta), aunque el señor Luciano lo sabe, pero no le dice nada.
El señor Luciano es buena persona, y para tener cincuenta años es guapo; entiendo que no despida a su hijo para evitar problemas con la señora Amparo “la loca gritona”; lo entiendo totalmente, tienen que hacerle un monumento en la plaza más cercana por soportar a esos dos. Como se declaró en bancarrota, me dio una buena carta de recomendación, me sería muy útil para que decir que no, además se ofreció a ayudarme a conseguirme un empleo.
-Madison, siento mucho el dejarte sin empleo, me siento en la obligación de conseguirte un trabajo –dice el señor Luciano- terminare con todo lo que me hace falta y te avisare cuando hable con unos amigos que te pueden ayudar.
-No se preocupe señor Luciano, igualmente estoy muy agradecida porque me diera la oportunidad de crecer con usted y en su empresa, todo lo que sé usted me lo enseño – dije, de verdad muy agradecida.
-Tu sabias todo, lo único que hice fue pulir un poco, tu poseías todos los conocimientos –dijo con una sonrisa- sabes que te quiero como una hija, sé que Antonio es un inútil y se glorifica con tu trabajo, y te pido mil disculpas por nunca decir que lo sabía.
-No se preocupe, de verdad, no pasa nada –dije.
- No se hable más, te ayudaré y no aceptare un no por respuesta –dice con cara seria, cuando todos saben que es más bueno que el pan- te conozco y se cómo te pones cuando te ofrecen ayuda.
Mi cara se vuelve roja, porque sé que el señor Luciano me conoce, empecé como recepcionista a los veinte años, hasta que me gradué al año siguiente y el señor Luciano me ofreció un cargo como asistente administrativa, dos años más tarde era la administradora, hasta que llego a España el idiota de Antonio, y se convirtió en mi jefe.
-Muchas gracias, señor Luciano – digo.
-¡Joder! mi niña, deja de llamarme señor, llámame por mi nombre de pila, no es la primera vez que te lo pido, ¿hoy me tocará suplirte que me llames Luciano? – dice algo molesto.
-No será necesario Luciano, pero sabe que si mi madre me escucha llamándolo así…
-Aquí no está Elisa, además dudo que Agapito lo permita –dice sonriendo. Me imagino que recuerda el día que me quede unas horas extras y llegaron mis padres a buscarme preocupados, mi padre como siempre callado y con una sonrisa enorme al ver que estaba bien, mientras mi madre echaba chispas por los ojos solo porque no le avise que me quedaría más tiempo en la oficina. En mi defensa diré que se me olvido, soy humana y cometo errores.
- Será nuestro secreto, no diré nada…aunque sé que usted le dirá a mi padre en una de sus reuniones de los jueves – digo sonriendo con el recuerdo de la buena camaradería que había entre ellos.
Él ríe, sabe que es verdad lo que digo.
-ja, ja, ja, como nos conoce la pequeña Madison –dice.
- Imposible no hacerlo; bueno Luciano, ahora si me voy que tenga un feliz fin de semana –le digo y lo abrazo antes de irme de la empresa.
Una vez que acabe mi desayuno-almuerzo-cena, que fue una ensalada de frutas, que estaba deliciosa por cierto; me bañe me puse mi pijama de satén y fui a la cama con cara de tragedia, hasta que decidí que era hora de ir a dormir y dejar de pensar en cosas negativas, mañana será otro día.