Miré con ojos muy abiertos al guapísimo chico delante de mí, pensando que quizás me encontraba dentro de una terrible pesadilla.
—¿Estás terminando conmigo? —pregunté, aun incrédula, con los ojos a punto de salirse de mis órbitas.
—Lo siento, Ally… —contestó Scott mi pregunta, haciendo una mueca de descontento—. Creo que es lo mejor.
—¿Lo mejor? —reí amargamente—. ¿Lo mejor para quién, Scott? ¡No puedes estar haciéndome esto!
—¡Lo mejor para ti! —contestó impaciente—. ¡Lo mejor para mí!
—¡No! —resoplé, acomodando su cabello—. Tú no puedes hacerme esto… —negué con la cabeza una y otra vez—. Amor… falta tan poco para el baile de fin de curso —me acerqué a él y acaricié su mejilla—, y tú y yo tenemos que ir juntos, como la hermosa pareja que somos —cambié el tono de mi voz a uno más suave, tomando sus manos y colocándolas en su cintura, para después pasar las mías por su cuello.
Fijé mi mirada en sus hermosos ojos oscuros. Scott era simplemente perfecto. Ojos expresivos de un increíble color café, cabello n***o y lacio, piel blanca con unos pequeños lunares esparcidos por ella. Sonrisa de comercial de pasta de dientes y un físico delirante.
—¿Lo ves? —se alejó, quitando mis manos de su cuello—. A ti solo te importa lo que los demás piensan, Allyson —me miró seriamente, pasando una mano por su cabello—. Sólo te importa la popularidad y yo quiero algo más que eso…
Me acerqué nuevamente, tratando de asirlo, pero él se apartó de inmediato.
—Yo quiero algo más que superficialidad y sexo —acarició mi mejilla con ternura, sonriéndome—, eres una chica increíble, pero esto no nos hace bien —depositó un beso en mi frente y se dio la media vuelta, para caminar hacia su auto.
Yo estaba prácticamente en shock. Pasé de la incredulidad a la negación y luego a la ira en pocos segundos, comenzando a gritar como posesa.
—¿Me dejo? —aún no podía creerlo, se me hacía inverosímil—. ¡No puede atreverse a hacerme eso! ¡Soy Allyson Fischer! —grité furiosa, seguía parada en la acera afuera de mi casa.
Quizás me veía como una loca, pero me importaba un pepino. Entré de nuevo a la casa, aún en shock.
—¡No se puede quedar así! —ahora sí grité con rabia.
—¿Qué pasa? ¿Qué ocurre? —cuestionó mi mamá con ojos muy abiertos preocupada, mientras bajaba las escaleras.
—¡Scott terminó conmigo! —cubrí mi rostro con desesperación, pensando que el mundo se me caía encima.
—Ay, hija, lo lamento — alargó mi madre, haciendo una mueca—. Qué lástima, me agradaba —dijo sin siquiera detenerse, pasando de largo de donde me encontraba.
Apreté los dientes frustrada. Mi novio había terminado conmigo y mi mamá solo le decía ‘Qué lástima, me agradaba’. No puede ser más fría, solo porque estamos en verano —pensé.
—Sí… lástima —dije entre dientes, a punto de subir las escaleras.
—Ay, Ally, tranquila, no es el único, búscate a otro y listo —se encogió de hombros como si nada ¿Ven a lo que me refiero con ‘Fría’?—. ¿Por qué no llamas a unas amigas y pasas la tarde con ellas?
—Sería genial. “Si las tuviera”, terminé burlonamente la oración en mi mente.
Digamos que hacer ‘amigas’ no es mi fuerte. ¿Para qué hacerlo? No se necesitan en lo absoluto cuando tienes a todos los chicos a tus pies y al guapo capitán del equipo de americano en tus manos.
Bueno, el capitán del equipo ya no tanto en mis manos. Pero no va a demorar en volver.
Subí a mi habitación y lance mi bolso en uno de los sillones rosas que decoraban ese espacio. Dejé mis zapatillas en medio del camino hacia mi cama y tomé el teléfono inalámbrico, dejándome caer después en el acolchado.
—Luca —afirmé al escuchar el ‘¿Diga?’ del otro lado de la línea. Tal vez no tenía ‘amigas’. Está bien, pero tengo a Luca. Es mi mejor amigo desde siempre.
—¿Ally? —me contestó, usando el mismo tono que yo había utilizado con él.
—Te necesito… —le dije con una mueca.
—¿Qué sucedió? —preguntó algo preocupado.
—¿Puedes venir? —le contesté con otra pregunta.
—Claro… en cinco minutos estoy ahí.
—Perfecto —solté un suspiro, colgando la llamada.
***
Estuve recostada por unos momentos con la mirada perdida en el techo, cuando de pronto escuché dos golpes en la puerta, giré y vi entrar a Luca.
—¿Todo bien? —me preguntó, mientras caminaba hacia donde estaba y se dejó caer en la cama a mi lado.
—No… nada está bien —le conteste seria—. Luca…
Mordí mi labio sin saber qué decir, era tan patético.
—Cuéntame… —dijo riendo, mejorando un poco mi estado de ánimo.
—Scott terminó conmigo… — le conté, pero lejos de recibir ‘apoyo moral’ solo largó una fuerte carcajada.
—Ya se había tardado… —continuó riendo unos segundos más, antes de sentir mi ira golpear su brazo.
—¡¿Qué?! —le grité sin entender.
—Ignórame… —sonrió como si nada—. Sígueme contando.
—Dijo que a mí solo me importaba lo que pensaran los demás, y que quería algo más que solo superficialidad y sexo —repetí frustrada esas ridículas palabras.
—¿De verdad te dijo eso? —preguntó sorprendido—. ¿Qué se siente, Ally? —rio, mientras yo trataba de entender su pregunta—. ¿Qué se siente que alguien no quiera tener sexo contigo?
Creo que sus risotadas podían escucharse en China.
—Eres un estúpido, Luca —le dije molesta—. Te llamé para que me apoyaras o me hicieras sentir bien y solo vienes a burlarte —me senté en la cama, dándole la espalda.
—Ally, es que... ¿qué quieres que te diga? ¿Quieres que te diga que él es un imbécil? ¿Quieres que le rompa la cara cuando sólo te dijo la verdad? —se puso de pie, yo sólo permanecía cruzada de brazos y con los ojos cerrados.
—Al menos inténtalo —reproché.
—Tú sólo estás molesta porque él terminó contigo… porque absolutamente nadie había terminado con ‘la grandiosa y popular Allyson Fischer’
—Luca… —lo interrumpí.
—Eres mi amiga y te quiero, sólo por eso te lo digo… —se acercó a mí y me abrazó—. La cara bonita y buen cuerpo no te durara para siempre, Ally —susurró en mi oído, besó mi mejilla y caminó hacia la puerta.
—Gracias idiota… me ayudaste enormemente —le grité con notorio sarcasmo.
—Yo también te amo, mi vida —lo escuché desde el pasillo y no pude evitar reír.
Pasé toda la tarde y noche pensando en lo que el tonto de Luca me había dicho.
Seguramente tenía razón, seguramente sólo era un capricho de mi parte. Era la primera vez que un chico me dejaba. Normalmente yo me aburría de ellos y los desechaba tal cual un pañuelo usado.
Además era verdad de que una cara bonita y buen cuerpo no duraría para siempre. Pero al menos… lo aprovecharé mientras dure.
Al día siguiente...
Desperté y a duras penas me puse de pie para dirigirme al baño y abrir la regadera.
En cuestión de segundos el agua tomó la temperatura perfecta. Dejé caer mi ropa en el piso y entre para que el agua y el jabón se llevaran cualquier rastro de sudor.
Salí después de algunos minutos, y envolví mi cuerpo en una toalla blanca.
Hoy más que nunca tenía que ir arreglada. Scott y yo habíamos terminado, así que no podía haber rastro alguno de debilidad. Al contrario, debía demostrar que todo seguía siendo más que perfecto en mi vida.
Dejé mi cabello suelto, permitiendo que ligeras curvas se formaran en él. Puse levemente maquillaje, delineé mis ojos con lápiz n***o, máscara para pestañas y sólo un poco de brillo labial sobre mis gruesos y bien definidos labios.
Tomé mi bolso, el cual traía algunos libros. Ya que la mayoría estaban en mi casillero.
Bajé las escaleras y pude ver que mi madre estaba en la sala. La mesa de centro como siempre, estaba llena de papeles, su laptop y sus tres teléfonos celulares. Sin duda alguna, una mujer ocupada.
—Me voy… — le avise antes de salir.
—Que te vaya bien —me contestó algo distraída.
Hace dos meses que no conducía. Scott siempre iba por mí y me llevaba a la escuela, saliendo nos regresábamos juntos y cualquier cosa que necesitaba lo hacía él.
Llegué al campus y estacioné mi auto. Me gustaba llegar algo tarde. Y así lograr capturar la atención de todos. Obviamente, no era algo difícil de lograr.
Bajé y todas las miradas se posaron en mí. Las de las mujeres eran despectivas, al contrario de las de los hombres, que sólo indicaban deseo.
Solo que esta vez todos murmuraban cosas entre ellos. Seguro sería la ausencia de Scott a mi lado.
Abrazándome por la cintura y cargando mi bolsa, lo ignoré y seguí caminando lentamente, agitando mis caderas suavemente en un ritmo único.
“¡Rayos!”, pensé molesta. “¡Dónde demonios está Luca!”.
No lograba verlo y realmente lo necesitaba.
Llegué a mi casillero, saqué mi celular y comencé a presionar botones, escribiendo un mensaje para Luc.
—¿Por qué tan acelerada? —una voz burlona casi hizo que el celular cayera de mis manos.
—¿Dónde estabas? —le contesté alterada.
—¿En mi casa? —contestó extrañado.
—No me dejes sola… —le dije seriamente
—¿Ves, Ally? necesitas unas amigas —se burló.
—Bien sabes que Allyson y amigas… no van juntas en la misma oración, a menos que lleve un ‘no necesita’ en medio —comenzamos a caminar hacia el salón.
Las clases transcurrieron de manera lenta, debido a mi ansiedad por que diera la hora del receso y hacer que Scott se arrepintiera por haberme dejado.
Nadie deja a Allyson Fischer y vive para contarlo… ok, es una exageración, Scott solo va a pagar muy caro su atrevimiento.
Finalmente, el estruendoso timbre nos liberó del maestro de álgebra. Esperé a Luca y ya acompañada por este, caminamos hacia la cafetería.
Acomodé mi cabello con esmero antes de entrar y escuché una sonora carcajada de Luca.
—¿Ves lo que te digo?... Él tiene toda la razón, mujer, nada más te importa tu apariencia, Ally-Al —lo fulminé con la mirada y empujé las puertas de la cafetería para entrar.