Capítulo 4: Posesividad

2060 Words
POSESIVIDAD "Sentimiento de posesión que desarrolla una persona dominante y absorbente en la relación con otra u otras personas" ************************************** — ¡Respira! — Escucho de nuevo la voz que ha estremecido mi cuerpo durante la última hora — Tesoro, respira — Mi mirada se pierde en la suya, profunda. Acabo de tener la experiencia más extraordinaria e inquietante de mi vida, nada de lo que mis amigas me contaron me prepararon para esto, lo había escuchado, lo había leído, pero creía que era algo exagerado, nunca nada me hubiese preparado para lo que acaba de pasar y lo más increíble de todo, es que fue en mi primera vez. — ¿Qué sucedió? — Le pregunto, pero lo sé, tuvo que haber sido eso, mi cuerpo voló, era como si mi alma lo estuviera abandonando, para sumergirse en un mundo de placer, la sensación era tan extraña, tan increíblemente reconfortante y a la vez asfixiante, que por un momento pensé que moría, que mi corazón se detenía para siempre y al siguiente, estaba nadando en la sensación más excitante y extraordinaria de mi vida ¡Oh Dios mío! Esto ha sido la mejor la experiencia de mi vida. — La petite mort — Dice El señor Perverso con tranquilidad, sus largos dedos acariciando mi mejilla y descendiendo por mi cuello, sigo atada, pero no es incómodo, a pesar de todo lo que ha pasado, su leve caricia me estremece de nuevo ¿Me estoy convirtiendo en una adicta al sexo? — ¿Tuve un desvanecimiento postorgásmico? ¿Sucede siempre? — Él sonríe y se sienta a mi lado y libera mis manos, las acaricio y muevo mi brazo. — No, Tesoro, ha sido un placer vivirlo contigo por primera vez — Me dice y continúa liberando mis pies, los acaricia con calma. — Me estabas asfixiando con tus manos — Vuelve a jugar con mi cuerpo, sus dedos recorriéndome poco a poco, despacio. — Solo fue un pequeño juego, estabas tan disponible y excitada que quise intentarlo contigo, nunca hubiese presionado más fuerte o te hubiese hecho daño, puedes confiar en mí — Se levanta de la cama, gloriosamente desnudo, contengo la respiración — Ven conmigo — extiende su brazo y me ayuda a levantarme de la cama, no entiendo, mi mente no ha activado ninguna alarma, por lo general, evito a los hombres que llevan grabado un aviso de peligro y este lo tiene con reflectores y luces luminosas, pero heme aquí, dejándome consumir por su mirada, su voz y sus caricias. Toma mi mano y se dirige a la ducha, siento la humedad en mis piernas y bajo la mirada, él se detiene y me observa, frunce el ceño y se detiene detrás de mi cuerpo. La sala de baño es inmensa, lo observo a través del espejo, él toma algo en sus manos y peina mi cabello, para luego recogerlo en la parte alta de mi cabeza, su mano desciende por mi espina dorsal y se detiene en el nacimiento de mis glúteos, tiemblo por completo, soy como una gelatina en sus manos, arcilla dispuesta para su deleite. — Al principio pensé que solo llevabas algún tiempo sin hacerlo y eso me encantó — Escucho su voz grave, susurrante ¿Cómo un hombre puede hablar de esa manera y tocarme tan profundo? Es como si activara todas mis terminaciones nerviosas con su voz — ¡Pero ahora, estoy maravillado con lo que he descubierto! — Se pone de pie y me toma de la mano, abre la ducha, prueba la temperatura del agua y cuando se asegura de que está caliente, me empuja suavemente, toma una suave esponja y empieza a lavar mi cuerpo. Sus manos se pasean por todo mi cuerpo, acaricia mi centro con calma y siento en mi culo como su erección comienza a crecer, me gira y toma mi cara entre sus manos, sus labios se apoderan de los míos de manera posesiva, tengo la sensación de que el beso ha durado una eternidad. El señor Perverso me saca de la ducha y empieza a secarme con una muy esponjosa toalla, estoy muy excitada y aunque siento un poco de dolor, muero por volver a sentirlo dentro de mí. Sé que debo irme, es tarde y lo más probable es que no vayan a pagar mi servicio de taxi, pero a pesar de eso y de todas las cosas que me advierten que esto es una locura, quiero volver a estar con él. Me inclino y lo beso, deshago la toalla blanca con la que se está cubriendo y toco su culo, es tan duro que mis manos acarician con placer, sigo desnuda, presiono mi pelvis contra la suya y gimo contra su boca, no me reconozco, ya no sé quién soy, solo siento la necesidad de tenerlo, solo para mí. — Tesoro, no debes extralimitarte — Me dice alejando mis manos de su trasero ¿Sabe que yo era virgen? — Tendremos mucho tiempo después, pero no hoy, no ahora, debes reponerte — Me besa en la frente y sale de la sala de baño, está excitado, puedo verlo a leguas, así que no comprendo cuál es el problema. — ¿No le he gustado? — Le pregunto observando como empieza a vestirse. — No sabes lo lejos que estás de la realidad — ¿Qué quiere decir con eso? Observo como se abotona la camisa, con la ropa puesta es igualmente deseable — Fue tu primera vez y en mi opinión fue algo intensa, no tuve cuidado, no lo sabía, no te cuidé. Ahora debes descansar, no volverá a pasar, yo siempre cuido lo que es mío — Me dice acercándose a mí, que sigo desnuda observándolo y en lugar de sentirme avergonzada por lo que acaba de decirme, me siento enojada, furiosa. — No soy su posesión — Le respondo — Yo decido sobre mí y gracias por todo, pero tiene razón, ya ha sido suficiente, señor — Camino hacia donde se encuentra mi ropa, empiezo a vestirme, estoy enojada, no tiene por qué decidir por mí. — Lo eres — Lo escucho decir, todavía con un tono bajo ¿Acaso este hombre no grita? Me dirijo hacia el sofá donde se ha vuelto a sentar, ha tomado otra copa de bebida y observa fijamente como me acercó a él. — No sé quién sea usted, ni quiero saberlo —Lo señalo con mi dedo índice, él levanta una ceja y continúa tomando de su copa — No soy de su propiedad, no puede decidir por mí, no puede decirme cuando debo irme o cuando debo venir, soy grande, mayor de edad y puedo tomar mis propias decisiones, yo sola — Me cruzo de brazos, espero que reaccione con violencia o que al menos se enoje, pero continúa igual, impávido, frío, solo me observa. — No te enojes por querer cuidar de ti, te dije que soy tuyo, de la misma forma en la que tú eres mía — Creo que este tipo está más loco que yo. — ¿Y qué forma es esa? Ni siquiera sabemos nuestros nombres, solo hemos follado, no tenemos la menor idea de quien es cada uno de nosotros, ¿cómo puedo ser suya y usted mío? Esto es increíble, ¡Es que le hablo de usted! — Termino gritando, él vuelve a levantar una ceja y deja la copa a un lado. — No grites, detesto los gritos — Me dice y yo hago un gesto desdeñoso, me importa una mierda — Estaré en la ciudad durante siete días, serás mía durante cada noche y yo seré tuyo el mismo tiempo, no sé por qué estabas aquí, pero no me gusta compartir ¡Nunca! — Lo miro con la boca abierta ¿En serio quiere que vuelva? ¿Siete días? Pero si yo trabajo y uno de esos días ni siquiera tengo turno. — Lo siento, gracias por todo, pero no puedo — Me giro y me dirijo hacia la puerta. — ¡Detente! — Lo hago de manera automática, ¿Qué diablos? — Vas a venir — Que seguro se siente, pero no voy a hacerlo, no voy a poner de nuevo en peligro un trabajo en el que podré ahorrar el suficiente dinero para ayudar a mi madre. Por unos meses, podré seguir trabajando los fines de semana o después de conocer mi horario en la universidad, si al final puedo ir. Tendré que organizarme, buscar otro trabajo más cerca a la Universidad, no lo sé; pero por el momento este va a permitirme ahorrar dinero mucho más rápido. — Tengo cosas que hacer en las mañanas, no puedo pasarme el tiempo metida en un club nocturno — Le digo sin volverme a mirarlo. En realidad, tengo que empezar a trabajar hoy a las diez de la mañana y estaré muerta del cansancio si no duermo algo, porque termino a las cinco de la tarde y a las ocho de la noche debo volver aquí, lista para empezar a trabajar en mi turno nocturno, no puedo, ni quiero volver a verlo. Mi cuerpo se estremece, porque soy una mentirosa, porque muero por tenerlo en mi interior, por volver a sentir el tacto de su piel, su voz ronca y sensual, sus labios sobre los míos. — Tesoro — Siento su aliento en mi hombro, cerca a mi oído izquierdo, pero no me toca, mi cuerpo se estremece, parece que ese es su nuevo estado desde que entqqqré a esta habitación — No es muy inteligente mentirse a sí mismo, sabes que vas a venir, así que no entiendo por qué pierdes energías negándolo — Rodea mi cuerpo y se detiene frente a mí. Su mano se levanta y se posa en mi cuello, imita el mismo movimiento de hace un rato, como lo hizo en medio de mi orgasmo, solo que en esta ocasión, no presiona, se muerde el labio inferior, sus grandes pestañas descienden sobre sus mejillas mientras observa como mi pulso se altera, mi pecho se mueve a la velocidad de mi respiración acelerada. La mano del señor Perverso se desliza entre mis senos, retira hacia un lado mi blusa y toma uno de ellos para luego inclinarse y saborear mi pezón, cierro mis ojos y los puños, porque solo quiero llevar mi mano a su cabeza, enredarla en su cabello y presionarlo más fuerte contra mí. Levanta la mirada y luego se aleja, vuelve a organizar mi blusa y toca con suavidad mi mejilla. — Estás mojada, igual o más de lo que lo estabas cuando entraste a esta habitación hace un ratoq y perdiste la virginidad conmigo — Me dice y yo respingo, no puedo negar lo evidente, estoy completamente empapada — Vas a venir y yo estaré esperándote, procura que durante estos siete días, nadie te toque — Lo miro indignada, quiero golpearlo. — Espéreme sentado — Le digo y me dirijo al muro donde todavía se encuentra mi teléfono, son casi las cuatro de la mañana, espero encontrar un bus, el problema es que tardaré bastante para volver a casa y no podré dormir nada. — Con gusto — me dice, Lo veo manipular su teléfono, el que no tengo la menor idea de donde sacó — Un auto te espera en la puerta trasera, es más discreto. La clave es tesoro — No entiendo como ha podido solicitar un auto sin saber mi dirección, o tal vez los conoce y lo que quiere, es exactamente eso, saberla para controlarme. — Gracias — Le digo y abro la puerta de la habitación. — Gracias a ti, me has regalado tu mayor tesoro — Vuelvo a apretar mis puños — Hasta mañana — Se quedará esperándome como loco, salgo del lugar como si fuera una clienta más, los limpiadores de este turno no me conocen, llego hasta la puerta trasera y observo una camionera cuatro por cuatro. — Tesoro — Le digo al hombre que se encuentra en ella y luego me pide mi dirección, lo miro a los ojos por el retrovisor y sin sentir absolutamente nada de vergüenza, le doy la dirección de una de mis clientas, la que vive más cerca de mi casa y cerca de una estación del metro, al final, voy a tener que perder algunas horas de sueño.
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