SORPRESA
"Alteración emocional causada por algo imprevisto o inesperado"
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Algunas semanas antes
Emmanuel se mueve rápido, toca la pelota como si hubiese nacido con ella, como si fuera su mejor amiga, observa a sus compañeros de equipo y empieza a correr por la cancha, acompasando sus pasos con los movimientos de la bola, se levanta del suelo, salta con mucha potencia y envía la bola que llega justo a la cesta y pasa por medio de esta, anotando tres puntos para su equipo.
Los chicos de su equipo corren y lo abrazan, todos sonríen y gritan.
— ¡Bravo Emmanuel! ¡Eres un monstruo! — Dirijo mi mirada al dueño de la voz fuerte y clara, que desde hace algunos meses atormenta mis noches. Enzo es un chico del barrio, es un poco más grande que yo y cada vez que lo veo, mis terminaciones nerviosas se estremecen, solo que, él siempre ha querido más de lo que yo puedo darle, por lo menos, más de lo que puedo dar por ahora — Saluden a mi nuevo cuñado — Los chicos que lo rodean sonríen, Enzo me mira, se muerde los labios y se sujeta su m*****o con una mano por encima de la ropa, mientras que con la otra señala hacia el lugar que está sujetando.
El gesto no es para nada erótico ni excitante como él pretende, así que me concentro en Emmanuel, que se mueve con mucha lentitud, contrario a hace un momento.
— Vamos, Manu — Le grito y aplaudo con fuerza, mi hermano es mi orgullo, cada día que pasa, agradezco a la vida por poder tenerlo conmigo.
— ¿Eres la chica de Enzo? — Nos dirigimos a casa, vivimos en conjuntos residenciales del Estado, donde las familias después de solicitar ayuda al gobierno, pueden acceder a apartamentos con alquileres favorables, la gente les llama city´s y se caracterizan por ser barrios populares y pobres, donde vivimos una cantidad considerable de inmigrantes.
— No, para nada ¿De dónde sacas esas cosas? — Le pregunto mientras le alboroto el cabello, soy diez años mayor que él, pero ya me ha alcanzado.
— La gente comenta, ya sabes — Vuelvo a alborotarle el cabello — ¡Gia! No soy un bebé, deja de hacer eso — Seguimos caminando, me encantan estos momentos, cuando puedo abrazarlo, hacer una actividad juntos o verlo practicar deporte. Aunque ahora pasa cada vez menos.
Cuando terminé el Liceo, mi hermano fue diagnosticado con diabetes tipo uno, a pesar de que la seguridad social de Francia era
excelente y cubría todas sus revisiones, tratamientos y medicamentos, incluida la insulina, los hábitos alimenticios de mi pequeño hermano cambiaron por completo, y nos vimos obligadas mi mamá y yo, a comprar productos más costosos, y a preparar todas las comidas de mi hermano en casa, anteriormente comía en el restaurante de la escuela que es muy favorable, pero al ser declarado con necesidades especiales, ahora somos nosotras las encargadas de su alimentación en el colegio.
Mi madre fue llamada en repetidas ocasiones de la escuela cuando mi hermano no se encontraba bien, y empezó a trabajar menos.
Yo pensaba entrar a la escuela de premedicina, pero decidí ahorrar dinero e inscribirme al año siguiente, pero luego fui consciente de que no solo tenía que pagar la matrícula de la universidad, que finalmente no era costosa, sino que también debía cubrir todos mis gastos y entonces, un año se convirtió en otro y continúe viviendo con mi madre y realizando horas como chica de limpieza en casas y empresas.
Este año, por fin decidí presentar el examen para ingresar a la universidad, por lo que me dediqué a estudiar en las pocas horas que tuve libre.
Aunque, entre ayudar a cuidar a mi hermano y trabajar, al final, no tuve mucho tiempo y empecé a acostarme más tarde y levantarme más temprano, por lo que dormí muy poco hasta hace dos días, cuando por fin presenté el examen.
— Siempre serás mi bebé — Respondo a mi hermanito abrazándolo, lo quiero tanto, que a veces pienso que no podría soportar que le pasara algo malo.
— No hagas eso Gia, soy grande y los chicos de la cuadra van a reírse de mí — Me muerdo los labios para no reírme a carcajadas.
Todos los días, cuando termino de estudiar y voy a la cama, me detengo en su habitación y lo observo, espero angustiada que respire y cuando tengo dudas de si lo está haciendo o no, me acerco y toco su pecho, necesito sentir como mi mano se mueve al ritmo de su respiración para poder dormir tranquila.
— No te preocupes, me ha quedado claro, eres un gran chico, nada de abrazos o besos — Le digo intentando parecer muy seria.
— No lo tomes de manera tan literal Gia, en casa puedes seguir haciéndolo — Me dice y me obligo a contenerme para no abrazarlo.
— Que amable de su parte, joven — Mi hermanito me mira, sonríe y un segundo después deja de hacerlo, se inclina y lleva sus manos a sus rodillas, para luego desvanecerse frente a mí, es como si alguien lo hubiese apagado, así, de repente — ¡Manu! — Grito y me muevo lo más rápido que puedo para evitar que caiga al suelo — ¡Ayuda! — Grito y en segundos algunos de nuestros vecinos se acercan — Emmanuel, contéstame por favor ¡Emmanuel! — Mis gritos y lágrimas se confunden entre el murmullo de la gente, no puedo perderlo, es mi hermanito, tengo que protegerlo.
— No sé qué hacer — No he dormido casi nada en los últimos tres días, Emmanuel tuvo un coma diabético y al parecer es algo que no pasa con mucha frecuencia, mi madre tuvo una crisis y se culpó por lo que pasó.
Estoy angustiada, ahora la enfermedad de mi hermano se ha complicado mucho más, mi madre debe quedarse por un tiempo en casa cuidándolo y a pesar de las ayudas que tenemos del estado, no podemos descuidar su alimentación, así que he estado trabajando mucho más los últimos días, pero no es suficiente, no he podido ahorrar más dinero y no tengo la menor idea de si podré ir a la universidad, estudiando no tendré tiempo para trabajar y ayudar a mi madre.
— Abre el mensaje — He recibido la respuesta de la universidad, pero no me atrevo a abrir el correo electrónico, Ariana, mi mejor amiga, me ha invitado a tomar café con torta de chocolate en un bar en París, solo tengo unos pocos minutos antes de partir a la siguiente casa que debo limpiar.
— No puedo hacerlo, solo me pondría en una encrucijada, sin importar la respuesta — Le digo comiendo un pedazo de tarta de chocolate.
— Tienes que mirar y si has pasado, buscaremos una solución Gia, oportunidades como estás no llegan todos los días, tienes que tomarla, no puedes dejarla ir — Ariana siempre ha dicho que yo seré la única que podrá ir a la universidad, pero pronto cumpliré veintidós años y cuatro años después de terminar el liceo, no he podido lograrlo.
— Es inútil — Me pongo de pie — Debo ir a trabajar — El brazo de Ariana se mueve con rapidez y su mano toma la mía.
— No vas a moverte de aquí hasta que leas el estúpido correo — Me dice, nunca la había visto tan seria — Tengo fe en ti y estoy segura de que has entrado, así que deja de ser una puta cobarde y abre el maldito correo — Me quita el teléfono e intenta manipularlo.
— No conoces el código — Le digo y ella sonríe.
— Eso es lo que piensas — mueve sus dedos con agilidad y luego se queda quieta, observo como sus pupilas se abren para luego levantarse de la silla y empezar a gritar — Pasaste, ¡pasaste! Amiga, eres la puta hostia ¡Mi amiga ira a la mejor escuela de medicina de este puto país! ¡Eres un puto genio! — Sigue gritando y yo muero de la vergüenza, los clientes del café nos observan por un momento, para después seguir concentrados en sus asuntos.
— Ariana, siéntate, me estás avergonzando — Le digo en murmullos y tiro de su brazo.
— Tienes que ir, por favor Gia, necesito una pediatra que cuide a mis futuros hijos, gratis — Sonrío, desde siempre he querido ser pediatra.
— No puedo ahora, Ari, si voy a la universidad, no tendría tiempo para trabajar y no quiero, por nada del mundo que le pase algo a Emmanuel — Ariana me mira y frunce el ceño, sé que esta es una increíble oportunidad, pero desafortunadamente, no es el momento.
— Tengo una idea — En realidad, las ideas de Ariana son increíblemente locas y fuera de la realidad, así que la observo y sonrío con tristeza, yo la amo, pero sus ideas son una perdida de tiempo, además de ser peligrosas en algunas ocasiones — Vente a trabajar conmigo al club, están buscando a una chica para limpiar en el turno de la media noche, es el turno más complicado, pero el que mejor pagan y a las dos de la mañana, ya has terminado, te envían a tu casa en un coche y solo tienes que estar a las ocho en punto
— La observo como si se hubiese enloquecido.
— ¿A qué horas piensas que voy a estudiar? — Ariana empezó a trabajar hace unos meses en un club exclusivo en París, se supone que a este lugar solo va gente muy rica e importante, ella es mesera y gana buenas propinas.
— Hazlo durante estos meses, aprovecha el verano para ahorrar dinero, antes de tener que empezar las clases, te aseguro que te pagaran muy bien y luego ya te organizaras — Me quedo observándola, porque por primera vez su idea no me parece tan descabellada.
— No lo sé Ariana — Ella me enseña el correo y golpea con un dedo el teléfono portable.
— Esta es tu única oportunidad de salir del barrio, lo que siempre has querido y por lo que siempre has luchado Gia — Tiene razón, pero a veces con eso, no es suficiente — ¡Vamos Gia! Puedes hacerlo, así como inexplicablemente has podido conservar tu virginidad a tu edad y en esta época y más con el idiota de Enzo queriendo desflorarte — Me llevo las manos a la cara, espero que nadie la haya escuchado, porque por alguna razón que desconozco, el ser virgen a los veintidós años, no se considera motivo de orgullo.
— Debo irme. Gracias por el café y la tarta, estaba deliciosa — Me alejo de mi amiga pensando en la adolescente que fui, la que gritaba que estudiaría hasta quemarse las pestañas con tal de convertirse en médico y sacar a su madre y su hermano del barrio en el que vivía.
Camino sin mirar atrás, mientras las lágrimas se deslizan por mis mejillas, duele tener la oportunidad por la que tanto has luchado frente a ti y dejarla pasar, duele ver como la vida te crea obstáculos con cada paso que das para avanzar y tienes que adaptarte a lo que venga, sobrevivir.
Cuando era una adolescente, soñaba con viajar, estudiar y trabajar en un gran hospital, comprarle una casa con jardín a mi madre y pagarle los estudios superiores a mi hermano.
Me detengo frente el impactante edificio de arquitectura haussmaniana donde se encuentra el apartamento que debo limpiar, siento como mi alma se desmorona, esto no fue lo que planeé o lo que esperaba para mi vida; sin embargo, ahora estoy aquí y debo seguir adelante, me limpio las lágrimas y camino con paso firme.
Soy Gia Santos, una jovén de madre inmigrante que sigue siendo virgen a los veintidós años. Una chica, que nunca sospechó que su vida podría cambiar en solo una noche y para siempre.