Frustrado y excitado como se encontraba Gael decidió calmarse antes de buscar por lo que había ido. Una vez consiguió los contratos, se sentó en su silla, aún no podía creer lo que había pasado, Audrey se estaba convirtiendo en su obsesión. La forma tan apasionada en que ella correspondía a sus besos, su piel suave y tersa. —¡Mierda! — Estaba duro otra vez, pero debía detenerse, ahora tenía algo en mente y era en las palabras de ella, sabía que decirlas fue un esfuerzo para ella, su sonrojado rostro la había delatado y a él le pareció lo más dulce que jamás había visto, apenar de que odio sus palabras. Mason entró con una gran sonrisa que al ver su jefe tan serio la borró de inmediato. —¿Qué pasa? —Gael le miró antes de levantarse. —Vienes muy feliz ¿buena noche? —Mi esposa siemp