—Dimitri, ¿Qué haces aquí? —el hombre sonríe al escuchar su nerviosa voz. —No podría irme sin sentirte, sin hablarte. —Aprovecha que Marianela tiene el cabello recogido y besa su hombro desnudo. Marianela siente como su cuerpo se estremece y sus nervios se acumulan en su estómago. Necesita calmarse, él no puede darse cuenta lo que causa en ella. —Dimitri, por favor, vete. —El hombre niega. No la dejara ahora que la encontró. Sus noches era un infierno al no saber dónde estaba. Ya no la volverá a perder. —Tenemos que hablar. —dice en su oído, causando que la piel de Marianela se erice—. Te he buscado todos los días desde que te marchaste esa tarde. — ¿No te has preguntado que me fui por algo? —dice llenándose de valor para hablar. —Perdóname, Marianela yo… — Marianela niega con sus o