ALICE
Trato de entrar a la oficina y sentarme en la silla que está ubicada frente a él de la mejor forma que puedo, pues me siento terriblemente consciente de mi misma en este momento, y sus penetrantes ojos azul grisáceos, que en este momento están estudiando cada uno de mis movimientos, no ayudan en nada para calmar los nervios que estoy sintiendo, ni lo arrepentida que estoy por no haber ido a buscar un vestido mejor para ponerme hoy.
Cuando finalmente estoy sentada frente a él, aprovecho la oportunidad para estudiarlo brevemente, tiene el cabello castaño oscuro peinado hacia atrás, cejas espesas, ojos ligeramente rasgados, pómulos altos, nariz recta, y una mandíbula fuerte que se esconde bajo una barba corta, perfectamente arreglada, cuando empieza a hablar, noto que sus dientes blancos están alineados, pero no como esos que se nota claramente que pasaron por un tratamiento odontológico, sino que se ven naturales, como si nunca hubiese necesitado de ninguna ayuda, al contrario que la mayoría de personas, incluyéndome, las cuales tuvimos que sufrir con la ortodoncia por años.
Y es en ese momento, cuando estoy admirando su bonita dentadura, que me doy cuenta de que él acaba de decirme algo y yo no escuché ni una sola silaba; así que pretendo que nada ha pasado y empiezo a presentarme como si tuviera cinco años.
“Buenas tardes, señor Pemberton, mi nombre es Alice Coleman, tengo veintidós años y soy estudiante de segundo año de la escuela de leyes,” le digo con toda la seguridad de la que soy capaz, pero él en vez de responder, enarca una ceja con un gesto casi que aburrido.
“Eso ya lo sabía por su hoja de vida, cuando le pedí que me contara algo sobre usted, no me refería a sus datos personales,” él me dice con un marcado acento inglés y tono frío.
Así que yo trato de sonreír a modo de disculpa, mientras gano tiempo para recordar la parte en la que hablaron sobre esto en los videos tutoriales, pero mi mente se pone en blanco, así que me devano los sesos para pensar en algo para poder responderle la pregunta que me acaba de hacer, y en ese momento, pienso en mi hermano y en lo mucho que se preocupó porque esto saliera bien, va a estar muy decepcionado de mí si fallo.
“Fui la mejor estudiante de mi clase durante mi educación secundaria, cuando entré a la universidad empecé a tomar cursos sobre psicología y literatura, junto con sociología y ciencias políticas, por lo que finalmente me decidí a entrar a la escuela de leyes, y gracias a mi excelente promedio me otorgaron una beca parcial, también fui la mejor estudiante en el primer año en la escuela de leyes; y, respecto al ámbito laboral, como pudo ver en mi hoja de vida, tengo experiencia previa en el cargo de asistente personal, soy una gran trabajadora, eficiente, responsable, honesta, y también aprendo rápido,” le digo con determinación, pero él no parece muy feliz con mi pequeño monólogo.
“Vaya forma de alabarse a usted misma,” él me dice y yo frunzo el ceño ligeramente.
“No me estaba auto alabando, usted me pidió que le contara sobre mí, y pues es obvio que está interesado en conocer los aspectos de mi vida que tengan relación con este trabajo, como mi formación educativa y mi experiencia laboral, por lo que eso fue lo que hice, pues no creo que esté interesado en saber sobre, no sé, mi vida familiar o romántica,” le digo con un tono seco, e inmediatamente sé que he ido muy lejos.
Sé que no debí haber dicho eso, o al menos no debí haberlo dicho en ese tono, pero él realmente es un tipo arrogante, y además, me molestó mucho que pensara que me estoy auto adulando, sólo respondí a su estúpida pregunta, la cual por cierto, no entiendo, pues debió haberme preguntado por mis habilidades o cosas concretas, así que no es mi culpa que él sólo haya preparado preguntas cliché para mí y luego se moleste porque las respondo.
Él aprieta la mandíbula y se sienta derecho, por lo que yo lo imito y me siento aún más derecha de lo que ya estaba, preparada para recibir lo que seguramente será otro ataque de su parte.
“Su vida familiar no me interesa, y su vida romántica me interesa aún menos, muy atrevido de su parte asumir que sí; y con respecto a su mal llamada formación académica, haber escogido esas materias en la universidad solo demuestran pobreza de carácter e indecisión, y, la escuela de leyes a la que usted asiste no está ni siquiera en el top diez del país, así que le aconsejo dejar de alardear por haber entrado allí con una beca parcial, pues si fuera tan buena como usted asegura ser, le habrían dado una beca total; y, si hablamos de su experiencia laboral, no creo que sea tan bueno haber logrado conservar su último trabajo por menos de un año, eso demuestra que usted no es una persona constante, y por lo tanto, tampoco confiable,” él me dice y yo siento que la sangre me empieza a hervir por la ira, y trato con todas mis fuerzas de calmarme para no decir o hacer algo de lo que me pueda arrepentir después.
Pero antes de que pueda responderle algo, él empieza a hablar nuevamente: “Muchas gracias por venir a la entrevista, señorita Coleman, le diría que estaremos en contacto, pero eso sería mentirle,” él me dice y yo siento como si la respiración se me atorara en la garganta.
Entonces respiro profundo y le respondo: “Gracias a usted por su tiempo, señor Pemberton,” y luego me levanto apresuradamente y salgo de la oficina con ganas de golpear a todo lo que se me atraviese.
Cuando me dirijo hacia la recepción para tomar mi abrigo y paraguas que había dejado allí por instrucciones de la recepcionista, la escucho decir animadamente: “Señorita Arlington, Qué gusto verla, ¿cómo está? Hace tiempo no venía por aquí,” así que me paro en shock, pues reconozco ese nombre.
Así que esta es la famosa Zara Arlington-Graham, ella me mira por unos momentos y luego sigue su conversación con la recepcionista con un tono amable, lo cual es sorprendente, pues su aura exuda altivez, igual que la del idiota Pemberton, por algo serán pareja, o eso decían los portales de chismes que revisé antes de venir aquí; aunque ella se ve aún más impresionante en persona de lo que aparenta en fotos.
Es bastante alta, delgada pero con curvas, tiene el cabello n***o y brillante, cejas pobladas y perfectamente depiladas, ojos verdes y unas pestañas larguísimas que casi parecen falsas, su piel es básicamente perfecta, y su ropa es de diseñador, al igual que su bolso y sus zapatos; siento envidia inmediatamente, y aunque nunca he sido de las chicas que se preocupan en exceso por su apariencia, o que idolatran famosas, debo admitir que ella es lo más cercano a una que haya conocido.
Mientras estoy terminando de ponerme mi abrigo de forma muy lenta, escucho pasos detrás de mí y cierro los ojos al tiempo que ruego porque no sea quien temo que es, pero estoy casi segura de que mis súplicas no fueron escuchadas, pues el ambiente se siente diferente y luego veo unos brillantes zapatos parar a unos pasos de mí, y luego veo como él inmediatamente se acerca a la chica y le da un beso rápido en los labios, lo cual me causa sorpresa, pues con su actitud fría de antes no pensé que fuera de los que hacen muestras públicas de afecto.
Me doy cuenta de que tengo la boca abierta en sorpresa cuando él se gira hacia mí y me dice en el mismo tono frío de antes: “Señorita Coleman, pensé que ya se había ido,”
“Si, lo siento, estaba organizando mis cosas, ya me voy, gracias de nuevo por la oportunidad señor Pemberton,” le respondo con una voz aguda que suena extraña a mis oídos y luego salgo de allí a toda prisa.
Oh dios, eso fue muy vergonzoso.
Todo esto fue un desastre monumental, y ahora George se pondrá furioso, odio cuando se pone así, me da un poco de miedo, y aunque nunca me ha puesto un dedo encima, si tiende a romper cosas cuando eso pasa; tal vez debería mentirle y decirle que me fue bien, puede que esta vez si logre que me crea, aunque lo dudo seriamente, pues él siempre ha sido capaz de ver a través de mis mentiras, y si hay algo que George odie más que los fracasos, son las mentiras, excepto cuando es él quien las dice, claro está.
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No fue necesario decirle nada a George, pues tan pronto llegó a casa él se dio cuenta por mi expresión, y ahí fue cuando las cosas empezaron a romperse, y toda la sala se volvió un absoluto caos que después tuve que arreglar; después de que él se calmó, vino a mi habitación y me aseguró que él se iba a encargar de todo, en principio no entendí a que se refería, pero tampoco le quise preguntar más.
Por lo que, una semana después, cuando alguien de recursos humanos de la firma de abogados del idiota me llamó a preguntarme si aún seguía disponible para tomar el empleo, no me sorprendí en absoluto, George siempre ha tenido una habilidad para hacer que sucedan las cosas que él quiere que sucedan, y si algo he aprendido a lo largo de los años, especialmente en los últimos dos años, es que cuando este tipo de cosas pasan, es mejor no preguntar cómo.
Así que simplemente acepto la situación, y me preparo mentalmente para empezar a trabajar mañana junto a quien es probablemente una de las personas más arrogantes que he conocido en mi vida.