hoy lo conici
2 de noviembre, celebración sin igual en México, "día de muertos", todos vestían de catrinas y catrines, con su pintura en la cara de calavera, adornada con flores de colores. que no asían mas que alegrar el día. mi padre dueño de un restaurant en la ciudad de México, nos advirtió antes de abrir- estén muy atentos todos por favor, hoy es un día especial y hay mucha gente en las calles hambrientas-yo como siempre distraída en mis pensamientos, mirando por la ventana a todos esos niños, niñas y adultos reír, mi padre llamo- Estefany esta atenta por favor te necesito- me dijo- si papa-me apresure a decorar el restaurant para la ocasión las mesas se vestían con manteles coloridos y típicos, con flores naturales al centro, los techos adornados con papel picado deferentes colores, la ofrenda estaba puesta en un rincón del restaurant para mis abuelos y mi madre que ya hacia un tiempo que nos avía dejado.
las puertas se abrieron los meceros acomodaban a la gente en sus mesas casi al final entra un hombre alto , de ojos verdes, tes morena y cabello rizado por un momento se me detuvo el corazón, mi padre lo reconoció al instante
-señor Fernández, adelante por favor, hija- grito- ven, vamos atiende al señor Fernández por favor, "es uno de nuestros mejores clientes, es el dueño de TRUSDAY, atiéndelo bien por favor"- me dijo al oído
-adelante señor Fernández, acompáñeme por favor- lo dirigí hasta donde tomaría asiento
-¿le ofrezco algo de tomar? pregunte
-si por favor, podrías traerme por favor refresco de naranja- me miro con una sonrisa que me transporto a otra dimensión-y por favor me podrías traer un vaso con hielo- trayéndome devuelta a la realidad
-si, por supuesto, enseguida se lo traigo
me retire mientras el observaba con detenimiento la carta, mientras serbia el vaso con hielos, sentí una mirada penetrante en mi, voltee para ver quien era, sin duda era el, el señor Fernández que no me quitaba la mirada de encima, en cuanto advirtió que lo veía, se dispuso a ver nuevamente la carta, me acerque a el- aquí tiene señor, ¿esta listo para ordenar?
-si por favor, me podrías traer un desayuno simple huevos, frijoles, tocino y un poco de queso fresco y...-en ese momento se detuvo- no nada por ahora es todo gracias
-en un momento se lo traigo- respondí
regrese a la cocina, mis piernas temblaban parecía que me derrumbaría, mi abuela que también ayudaba en el restaurant, y no se le podía ocultar nada pregunto-¿pasa algo mija? te ves pálida, ¿será por ese muchacho al que atiendes?
-no no no, abue, como crees, para nada- sonrió de lado y siguió cocinando- anda anda, lleva rápido el desayuno del señor Fernández o se enfriara-si, si, abue voy
-aquí tiene señor Fernández ¿se le ofrece algo mas?- pregunte
-si, disculpa ¿tu nombre?
-oh, perdón señor no me presente, me llamo Estefany- le dije con voz entre cortada de los nervios
-gracias, Estefany
mi corazón dio un vuelco, pues jamás imaginaria que me preguntara mi nombre aun que no era necesario que me lo preguntara, por reglas del restaurant yo debía presentarme y ser amable con los clientes pero con el, se me olvido por completo de los nervios que tenia, lo observaba desde lejos terminaba ya su desayuno, levanto la mano para que fuera asía el
-¿se le ofrece algo mas señor?
-si por favor podrías traerme la carta de postres- el sonrió de lado, y por un momento me perdí en esa sonrisa
-si, si claro con gusto- fui hacia la recepción pedí la carta y regrese a el, en ese momento me agradeció y entrego una servilleta echa una bolita en mi mano, que decía: " disculpa Estefany, podrías tu proporcionarme tu numero de teléfono" mi corazón se acelero a mil kilómetros por hora, me miro sonrió y dijo - no te preocupes Estefany piénsalo y me lo dices mañana por la mañana.
me disculpe y me retire con mis piernas temblando y casi desmoronándome, lo seguía mirando desde lejos, me llamo y asistí, - desea ordenar algo?- pregunte - si, me podrías traer un flan de café por favor
me lo decía de tal manera que no parecía a verme preguntado mi numero de teléfono, como si nada hubiera ocurrido, mi padre se acercaba a la mesa preguntando al señor Fernández
-¿lo atienden bien señor Fernández?
-por supuesto- advirtió- no pudo atenderme una mejor mesera
-muchas gracias- contestamos mi padre y yo, nos retiramos sin decir mas, recibió una llamada solo observe que colgó, saco su billetera dejo el dinero en la mesa y salió muy aprisa.