Mientras contemplaba y escuchaba a Hayes Miller presentando ante la manada de forma oficial a su pareja, Theodore Evans, Alex Rollins esperó sentir el dolor desgarrador, un nudo en su garganta o sus entrañas apretándose y revolviéndose mientras seguía observando a la feliz pareja, pero no había absolutamente nada.
Y él sabía la razón de ello.
Si era sincero, había estado en su conocimiento desde un largo tiempo, pero lo negó para no enfrentar otra realidad, una verdad que había enterrado en lo profundo de su corazón y su mente junto a los sentimientos que evocaba aquello.
Una sonrisa amarga surcó entre sus labios sin poder evitarlo al recordar aquel día, aquel momento que estaba grabado con fuego en su memoria y que no podía borrar por más que quisiera e intentara.
Sí, podía enterrarlo en lo profundo de su mente volviéndolo en un simple recuerdo lejano, pero… su corazón y más importante, su lobo, sabían la verdad.
Su padre y sus amigos no había sido lo único que había dejado atrás en su manada natal.
Aquel omega…
Sacudiendo su cabeza, Alex apretó el maletín entre su mano negando a su mente dirigirse en aquella dirección.
Siete años habían pasado de ello, ya nada importaba, no debería de importarle.
Y aun así…
Observando nuevamente a la feliz pareja, él tal vez no sintió dolor, pero si la envidia. Al igual que muchos alfas y cualquier cambiaformas, codiciaba lo que Hayes y Theo tenían entre ellos, anhelaban aquella conexión chispeante con aquel amor incondicional que surgía al encontrar a sus destinados.
Negando con su cabeza, pasó una mano por su cabello y se acercó a la única persona que le confiaría el archivo médico de Theo, Jimmy Parker.
Después de todo, a pesar de que nunca pudo lograr nada con el pequeño hombrecito, si tenía que admitir que había desarrollado una amistad a lo largo de los años con Theo.
Lo que había sentido por Theo, pronto descubrió que no era el sentimiento de amor que debería de sentir para una pareja destinada, pero como solo él había estado enterado de la verdad, la transformó en su excusa para escapar de la manada King, dejando atrás a seres queridos y a… Elliot.
—Jimmy —llamó una vez estuvo cerca.
La pareja se volteó con sincronía, y observó divertido como Jimmy golpeó ligeramente a su amado cuando este le gruñó en advertencia.
—August —advirtió el rubio hombre omega antes de mirarle curioso.
—Está bien, solo quería entregarte esto —anunció alzando un maletín entre ellos—. Está todo respecto a la enfermedad de Theo y mi investigación, incluso la forma y las medidas para realizar su medicación —reveló.
Y eso… Era algo que en verdad no debería de estar compartiendo, su padre se lo había advertido, pero no podía dejar a Theo sin medicación en caso de que no lograran encontrar la solución al problema de Theo.
—¿Por qué me estás entregando esto a mí? —preguntó Jimmy, rodando sus ojos cuando su pareja recibió el maletín por él.
Alex no se molestó por ello, sabía que no era del agrado del otro alfa y la verdad era, que tampoco había hecho el intento de ser agradable con cualquier integrante de la manada Miller, aunque sí descubrió muchas cosas que le agradaban de la manada, la cual era muy diferente a la suya.
—Porque ellos están ocupados y no quiero interrumpir —respondió observando más allá de ellos, donde Hayes y Theo seguían estando rodeados de personas que los felicitaban sin parar—. Sabía que Theo no era mi pareja destinada, aunque tenía la ilusión de poder intentarlo y averiguarlo, él nunca me dio la oportunidad realmente —expresó sincero, ya no había sentido de seguir fingiendo nada.
—¿Te irás? —preguntó August, intentando que su hijo Elias no babeara el maletín.
Y era un bebé hermoso.
Más de una vez Alex intentó imaginarse con una familia alegre junto a Theo, con una modesta casa y un bebé, pero la verdad era que siempre que pensaba en ello, su masoquista imaginación colocaba a otra persona a su lado.
—Sí, vine por Theo a la espera de que me diera otra oportunidad, pero puedo ver que eso no va a ocurrir nunca —sonrió suave—. Ahora solo me queda seguir adelante y encontrar a mi destinado.
“Querrás decir buscarlo otra vez” le molestó una molesta vocecita en su cabeza, y la imagen de unos ardientes ojos marrón dorado surgieron en su mente como las llamas del fuego.
—Vendrá cuando menos te lo esperes —sonrió amigable Jimmy.
Oh, si tan solo supiera lo que él ya sabía, lo estaría tratando de estúpido al igual que todo aquel que lo conociera.
—Espero que sea pronto, Cloe con sus coqueteos me tiene enfermo —bromeó un poco y no pudo evitar rodar sus ojos al recordar a la molesta mujer que una vez vio como su amiga—. Si tienes alguna duda no dudes en llamarme, espero que ustedes sí puedan pasar aquella pared con la que me encontré —expresó dándose vuelta.
Lo mejor era que ellos mismos descubrieran la verdadera razón de la enfermedad de Theo.
—Espera, ¿no te despedirás de Theo? —preguntó Jimmy, logrando que se detuviera.
Observando a la feliz pareja, un sentimiento vacío y doloroso lleno su pecho.
—No, él está radiando de felicidad y no quiero empañarla con esto —respondió alejándose.
Eso era lo mejor que podía hacer por Theodore, el pequeño hombrecito que se había transformado en un amigo a lo largo de los años, se lo debía luego de haber sido tan molesto presionando con una relación que, desde un principio, sabía que no tenía futuro.
Como había salido del departamento sabiendo muy bien que no iba a volver, Alex había empacado su ropa en su maleta y la guardó en la maletera de su auto, por lo que, tras llegar a su vehículo, condujo directamente fuera del pueblo sin un destino en mente.
Luego de que Hayes le hubiera dicho que había reclamado a Theo, él no había dudado de ello a pesar de no mostrarlo abiertamente, por lo que después de que el alfa se había retirado de su consultorio prometiéndole presentarlo oficialmente en la manada, había entregado su carta de renuncia al hospital de forma silenciosa para no llamar la atención de cierta mujer acosadora.
Ahora que oficialmente se había desligado de Theo, no tenía intención de seguir soportando a Cloe y su acoso interminable junto a su molesto coqueteo, era increíble como de una mujer supuestamente inteligente, las palabras de rechazo le entraban en un oído y le salían por el otro.
Por más que la rechazó y le mostró que sus gustos iban en otras direcciones con diferente anatomía, Cloe se había negado a creerle y escucharle, negando todo.
Si algún alfa de su manada se hubiera visto envuelto en una situación similar, la respuesta había sido simple, matarla.
Los humanos no eran permitidos en la manada King, y la mayoría de los problemas, se resolvían con fuerza bruta siendo innecesarias las palabras, eso era lo común.
Y tenía que admitirlo, era algo que envidiaba de la manada Miller, quienes parecían ser muy unidos a pesar de ser una manada tan grande. Todo lo contrario a su manada según recordaba.
Ahora sin tener el deber de cuidar de Theo y sin la excusa de que era su potencial a pareja, ¿qué se supone que iba a hacer?
¿Seguir estando fuera de la manada?
No lo creía posible, había pasado años viviendo en la ciudad habitada mayormente por humanos y pasar un poco de tiempo en el pequeño pueblo le había recordado lo importante que era esa libertad de liberar a su animal interior y correr hasta que sus patas le dolieran.
¿Pero entonces a dónde iría?
Su propia manada no era una opción desde que… Él… Seguía estando allí.
Quedarse en la manada Miller no era una opción desde que se había comportado como un reverendo idiota y permaneció distante a cada habitante, menos de Theo, lo cual no había ayudado realmente en su situación, ya que sus intenciones no habían sido buenas en un principio.
Con un creciente dolor de cabeza ante el pensamiento de qué hacer con su futuro, tomó la salida de la carretera que lo llevaba a un hotel para los viajeros.
Estacionándose frente al descuidado edificio, Alex arrugó un poco su nariz y se bajó entrando directamente. Pidiendo una habitación por una noche al desinteresado joven detrás del mesón, pagó junto a un dinero extra por recibir el desayuno en la habitación.
Con llaves en mano, el alfa se dirigió a su habitación y agradeció que la fachada del interior fuera mejor que el exterior, aunque tampoco era exactamente la deseable.
Observando la cama de una plaza con un feo edredón color turquesa, contempló la puerta del baño y se dirigió a esta para cerrarla inmediatamente tras descubrir el retrete estancado, el fétido aroma atacó directamente sus fosas nasales colocando sus ojos llorosos ante el ardor que sintió en su nariz.
¿Cómo era posible que terminara en un lugar de mierda en medio de la nada como ese?
“Eso te ocurre por seguir escapando” le recriminó una parte de su mente.
Gruñendo, el alfa se dirigió a la cama y se sentó con cuidado. Cuando esta no crujió y sintió en su sensible olfato el aroma de sabanas limpias, se recostó sobre su espalda encima de las mantas contemplando el techo con un viejo ventilador al cual le faltaba dos hélices de las cinco.
Suspirando, alzó su brazo colocándolo sobre sus ojos y se dejó envolver por la oscuridad reconfortante de un reparador sueño en lo que intentaba averiguar qué haría con su vida.
Cuando finalmente su cansado cerebro dejó de trabajar, el alfa gruñó al sentir y escuchar a su teléfono sonar en el bolsillo de su pantalón. Y lo habría ignorado, de no ser que sabía que la única persona que le llamaba era insistente y la cosa vibraba molestosamente.
Suspirando cansado, sintiendo como si no hubiese dormido nada. Abrió sus ojos y volvió a contemplar el mismo viejo ventilador colgando del techo mientras llevaba el celular contra su oído.
—Hola papá —saludó mientras su otra mano apretaba el puente de su nariz, intentando aliviar la tensión que se formaba en él de solo pensar y observar el deprimente lugar en el cual se encontraba.
—Hola hijo, ¿cómo estás? —preguntó la paternal voz arrastrada de cariño.
¿Cómo estaba?
Bueno, esa realmente era la pregunta del año, ¿no?
—Una moneda por el suspiro que deja escapar tu felicidad —pronunció su padre interrumpiendo en su ajetreada mente.
Una sonrisa pequeña surcó en sus labios al recordar aquella frase invadiendo toda su infancia y juventud.
—Theodore encontró a su pareja destinada —anunció yendo directo al grano de forma sincera, no había razón para mentir.
—¿Oh? Significa eso que finalmente le dijiste sobre la otra parte de su naturaleza —indagó curioso.
—En realidad… No —contempló el techo—. Al final, no pude descubrir por qué no podía cambiar a su lobo, por lo que le dejé mi investigación a un médico confiable para que siguiera con ella, espero que no te moleste, pero también les anoté la forma de elaborar la medicina de Theo en caso de que no pudieran superar la misma pared con la que me encontré —confesó.
—Si dices que son de confianza no hay problema, además, ese chico realmente la necesitará si no encuentran una solución —respondió—. La medicina es la que ayuda a su lobo a mantener la calma, sin ella seguirá luchando en busca de encontrar una forma de salir, destrozando el cuerpo de Theo con ello.
—Lo sé, por eso se las dejé —suspiró—. ¿No me preguntarás?
—¿Qué necesitas que te pregunte?
—¿Es en serio? —alzó sus cejas sorprendido—. El chico el cual perseguí casi siete años acaba de encontrar a su destinado, ¿y no me estás preguntando al respecto?
—No te escuchas como si tuvieras el corazón roto —contesto con simpleza.
—¿Y cómo sabes que no estoy fingiendo?
—Eres mi hijo —dijo como si era lo resolviera todo.
—A veces no te entiendo, papá —suspiró con una pequeña sonrisa de labios.
—¿Cuándo vas a volver a casa, hijo? —preguntó.
—Bueno, ya he renunciado al hospital por lo que podría ir a darme una vuelta para ver cómo estás —propuso intentando sonar desinteresado.
Su padre suspiró con pesar.
—No quiero que vengas a dar una simple vuelta, quiero que esta vez te quedes —expresó.
—Uh…
—Ya no puedes usar a Theo como excusa para quedarte afuera —prosiguió.
—No sé de qué me estás hablando —murmuro inquieto.
—Han pasado siete años, Alex, ¿en verdad crees que podrías estar tanto tiempo al lado de tu pareja sin reclamarla?
—Sabes cómo era la situación de Theo, cuando llegaste estaba al borde de la muerte —le recordó.
—Sí, pero eso fue cuando yo le conocí. Cuando te lo presenté, estaba más estable, lo suficiente como para también sentir el tirón del apareamiento después de conocerse y pasar un poco de tiempo juntos, que no pudiera cambiar no significaba que su lobo no estuviera ahí —indicó.
—Lo sabías, ¿no? —preguntó cerrando sus ojos.
—¿Qué cosa? —expresó con aparente confusión.
—¿Me harás decirlo?
—¿Qué cosa? —repitió con un tono cariño y conocedor.
Sentándose en la cama, Alex contempló la penosa habitación en la que se encontraba.
—Siempre supe que Theo en verdad no era mi pareja destinada —anunció—. Listo, ahí está, ¿contento?
—Hijo, yo solo estoy tratando de entender todo esto.
—Es que no hay nada que entender, papá —interrumpió.
—Un día te pido una opinión para el caso de Theodore y me dices sentir una conexión con el chico, al día siguiente rechazas mi pedido de hacerte cargo de Theo sin decirme la razón y la misma tarde de ese día, dejas la manada sin explicación alguna más que decidiste mudarte a la ciudad para seguir a tu potencial de pareja —expresó—. ¿En verdad no hay nada que entender? —se burló.
—Simplemente hay algunas cosas que no tienes por qué saber, papá, acéptalo —gruñó.
—¿Cuántos años tienes? ¿Cinco? ¿Hasta cuándo dejarás de escapar? —expresó con reproche.
—No entiendo de que hablas —dijo observando el suelo.
—Lo sabes muy bien —anunció—. Has estado fuera siete años, he pasado siete largos años viendo a mi único hijo, mi única familia, de forma ocasional durante todo este tiempo…
—No juegues a esa carta, por favor… —pidió apretando su mano libre en un puño.
—No estoy jugando ninguna carta, solo digo la verdad —suspiró y se tomó su tiempo—. Está bien si no quieres volver, pero por favor al menos ven y quédate más que un simple par de días —pidió—. Es un tiempo que necesitas para volver a organizar tu vida y averiguar qué quieres hacer, si luego de ello prefieres irte a otra manada, no diré nada.
Observando el deprimente lugar donde estaba, las palabras de su padre realmente sonaban como el paraíso.
—¿Cómo están las cosas por allá? —preguntó y eso fue todo lo que necesito su padre escuchar para saber que ya lo había convencido.
—Desafortunadamente, igual o peor que la última vez que te fuiste —gruñó—. He intentado hablar con Ángelo, pero es más fácil encontrarse con sus hijos en las calles que con él en persona, lo peor es que como la mayoría de la manada siguen siendo alfas brutos, seguirán sus formas de pensar, ya que apoyan totalmente a su líder.
—¿Y mis primos no han intentado resolver nada? —preguntó.
—Ángelo no es solo su alfa, también es su padre —le recordó—. Y entre los tres, ya sabes que Roman es quien piensa similar a su padre por lo que solo dos podrían intentar hacerlo algo si tuvieran las intenciones de hacerlo.
—¿Tienes mucho trabajo entonces? —preguntó levantándose de la cama.
Ya no había nada más que hacer ahí, por ahora ya tenía un destino en mente, aunque no fuera su lugar ideal.
—Soy el único médico en una manada de ochenta personas, ¿qué te dice eso? —bufó.
—Que la manada aumento en diez personas más desde la última vez —respondió abriendo la puerta, contemplando una bandeja vacía en el suelo con una pequeña tarjeta que tenía escrito “disfrute su desayuno”.
Desayuno ni que mierda.
—¿Papá? —interrumpió.
—¿Sí?
—Voy en camino, debería de llegar por la noche por lo que te pido que me tengas un buen plato de comida —pidió.
—Por supuesto, te estaré esperando entonces —se despidió más animado.
Cortando la llamada, el alfa guardó su teléfono en el bolsillo de su pantalón y salió de aquel mugroso hotel antes de que fuera demasiado tarde y terminara con todas sus cosas robadas.