—Hasta que por fin te encuentro —exclamó una voz, logrando que Elliot alzara su cabeza y contemplara a su único amigo parado frente a él.
—¿Me buscabas? —preguntó bajando su cabeza para seguir con su trabajo, recolectando las verduras del huerto de la manada.
—Desde hace un par de días realmente, pero tenía cosas que hacer por lo que no pude buscarte hasta ahora —expreso observando al pelirrojo y delgado omega agachado, recolectando y dejando las verduras en una canasta de mimbre a su lado—. ¿Este no es trabajo de betas? —preguntó mirando a su alrededor.
Como la zona del huerto era extensa, había varios hombres y mujeres en distintos lugares recolectando frutas y verduras, lo bastante alejados para no captar totalmente su conversación todavía con su sensible oído de cambiaformas.
—Se supone, pero desde que el invierno está pronto por caer, necesitaban manos para terminar de recolectar todo antes de que el frío terminara finalmente de arruinar la cosecha —explicó con un simple encogimientos de hombros—. Y entre estar en la cocina o ayudando con los cachorros donde Dorian y su amigo estaban dándose vueltas constantemente, preferí arriesgarme y venir aquí.
—Ese imbécil —gruñó el alfa agachándose a su lado—. Creí que había mandado a ambos con Jude ya sea para entrenar, vigilar o cazar. Cualquier cosa en la que fueran útiles.
—Ayer estuvieron entrenando, tu hermano le sacó la mierda a Sergei —sonrió observándolo feliz—. Creí que le había roto la pierna, pero al parecer no porque hoy caminaba bastante bien el desgraciado —chasqueó su lengua.
—Uhm… Puede que tal vez sea porque fue al médico —indicó.
—Miles no estaba atendiendo ayer en la tarde —negó con su cabeza—. Lo vi con los cachorros enseñándole el alfabeto y a los pocos adolescentes no sé qué cosa.
—¿Aún no te has enterado? —preguntó dejando un tomate en el interior de la canasta.
—¿De qué cosa? —inquirió soplando un mechón de su rojo cabello que se había soltado de su improvisada trenza.
Tendría que llegar a casa a lavarse el cabello, que estuviera trenzado no había impedido que este tocara el suelo debido a lo largo que estaba, al menos sus puntas eran las que tenían más tierra o lodo.
—Alex está aquí —anunció.
—Ah… —pronunció simplemente el omega pelirrojo.
Pero mientras su rostro ocultaba cualquier expresión alguna, su corazón latía desembocado y dolorosamente, sus entrañas se retorcieron con disgusto y sus manos se apretaron alrededor del tomate.
Su lobo, en el fondo, resopló.
—Pensé que ya se había ido, nunca está más de un día o dos cuando visita al doc —expresó fingiendo desinterés.
—Al parecer planea quedarse un mes por lo menos, o tal vez más —comentó su amigo y se carcajeó cuando los tomates en las manos del omega reventaron.
—¿Por qué? —cuestionó finalmente mostrando su disgusto hacia aquel alfa que una vez pensó, sería su compañero de vida.
Un hombre que no había mostrado más que un desprecio y odio irracional hacia él, lo cual le había confundido en un principio, ya que la primera vez que se encontraron Alex fue todo sonrisas amables.
—Al parecer, el humano al que perseguía encontró su destinado en otra manada. Irónico, ¿no? —se burló.
Elliot chasqueó su lengua con irritación expresada en cada parte de su cuerpo, rostro e incluso aroma.
—Solo espero que se aburra y se largue pronto —gruñó sacudiendo sus manos para quitarse los restos del tomate—. Suficiente tengo con Dorian, su amigo y los otros idiotas alfas manos largas —bufó.
—Seh… Según escuche de mi tío Miles, no creo que eso ocurra pronto —comentó levantándose cuando su amigo lo hizo.
—¿Por qué? —cuestionó tomando la canasta de mimbre—. No le habrás dicho nada, ¿cierto? —preguntó observándolo de forma amenazadora, utilizando toda su altura para ello que no era más de 1,68, apenas rozándole nariz y eso que entre los tres hermanos King, él era el más pequeño.
—Por supuesto que no —respondió empujándolo ligeramente, consiente de su fuerza a diferencia de Elliot, quién a pesar de ser un omega, no era para nada el estereotipado chico pequeño, callado, dulce y sumiso.
Y eso era lo que exactamente le traía problemas a su amigo. Su actitud desafiante, sus respuestas ingeniosas y su terquedad molestaba a los alfas, quienes estaban acostumbrados a ordenar y ser escuchados. Eso no funcionaba con Elliot, y aun siendo un omega, no le importaba meterse en una pelea con alguien visiblemente más fuerte.
Obviamente, Elliot nunca podía ganar contra ellos y por lo general, el omega pasaba más tiempo en el consultorio con Miles que haciendo cualquiera de sus tareas.
Pero podía entender la renuencia de su amigo a obedecer ciegamente, a él tampoco le gustaría, en especial cuando los alfas ordenaban cosas egoístamente a veces por pura diversión y otras… Por diversión s****l simplemente.
Y lamentablemente, uno de los que más era atacado, era Elliot.
Siendo un omega desafiante, algunos lo hacían por poder, para romper su espíritu y ponerlo en su lugar, claro que no lo lograban. Otros, simplemente porque apreciaban lujuriosamente la exótica belleza de Elliot, con su piel acaramelada tenía un aspecto suave y brilloso, sus cejas un poco gruesas iban perfectamente con sus ojos de miel derretida, labios pequeños y su pelirrojo cabello revoloteando a su alrededor, destacando su delgada figura esbelta. Que haciendo algo tan simple como caminar, se veía hermoso y sensual aún con su belleza masculina marcada a diferencia de otros omegas hombres.
Y luego, estaban los que lo hacían simplemente por maldad y molestar, el cual el principal era Sergei y su amiguito Dorian.
Ya ni siquiera podía recordar cuántas veces había encontrado a su amigo escapando de aquellos idiotas, cuántas veces lo había salvado de una violenta golpiza, y aunque no hace mucho había expresado abiertamente que Elliot era uno de sus amigos para usar su influencia como hijo del alfa líder para protegerlo, aún había algunos idiotas que no le importaba y lo buscaban.
Y observando a un par de betas que contemplaban fijamente al pelirrojo omega mientras entregaba la verdura recolectada, comenzó a preguntarse si tenía que preocuparse de ellos también.
—Quita esa expresión calculadoramente asesina de tu rostro, que solo se le ve bien a tu hermano Roman y al alfa líder —se burló Elliot pegándole un codazo en sus costillas.
—Para tu información, soy el más guapo entre los tres hermanos —argumentó.
—¿Guapo? Yo simplemente diría hermoso —bromeó, sabiendo que ese era un adjetivo que usualmente se usaban en los omegas varones.
Pero entre los tres hermanos, Roman era la viva imagen de su padre, Jude el bad boy e Isaac… Era Isaac.
Su personalidad era algo arisca, un gruñón de primera que se quejaba de todo, pero con buen corazón oculto. Físicamente, era atractivo con su cabello castaño algo laceo, corto, nariz perfilada y ojos doble parpado del característico tono verde de los King, solo que un verde esmeralda. Y su cuerpo, obviamente sin ningún signo de grasa y a diferencia de él que también era delgado, Isaac sí tenía sus músculos bien marcados al igual que la mayoría de los alfas.
—Muy chistoso —gruñó empujándolo mientras caminaban a la gran casa común donde el desayuno, almuerzo y cena era entregado para aquellos que no querían o podían cocinar en sus propias casas.
Generalmente, todos comían ahí por lo que siempre estaba lleno.
—¿Qué vas a hacer con Alex? —preguntó Isaac, observándolo.
—¿Qué se supone que voy a hacer con él? —se burló—. Él hace la mierda que tiene que hacer lejos de mí, y yo hago la mía lejos de él, no tenemos por qué encontrarnos aun estando en la misma manada —resolvió fácilmente.
—¿Y si intenta acercarse a ti?
—En primer lugar, no lo hará. Me ha estado evitando como si tuviera una enfermedad contagiosa o me asesina con la mirada como si hubiese matado a su gatito —le recordó con burla—. Y en segundo, que se joda. Él ya hizo su elección, no tiene ningún derecho a venir a buscar algo que ya perdió hace mucho.
Aunque, claro, ni siquiera tenía la esperanza de ello. Siete años se había encargado de todo.
—No quiero ser aguafiestas, pero ¿crees que tu lobo te dejará tranquilo sabiendo que él está aquí? —preguntó deteniéndose.
—Te diré un secreto —pronunció observándolo con seriedad—. Una parte de mí se quebró aquel día que se fue, y la otra terminó de derrumbarse cuando lo vi venir e ir por siete años, ignorándome en cada una de sus pequeñas visitas como si no fuera más que una simple mosca y expresándome nada más que desagrado —sonrió con una sonrisa de desprecio.
E Isaac odió eso, porque sabía cuánto dolor había provocado Alex con sus estúpidas acciones, conocía de primera mano cuánto lo había lastimado y lo roto que estaba.
—Y por favor, no me hables más de ese imbécil —pidió, a lo que el alfa asintió.
—Entonces, ¿vas a entrar a comer? —preguntó observando el edificio donde se reunían.
—Nah, tomaré mi comida y me iré a casa, necesito un baño —expresó olfateando su camiseta.
—Quédate aquí entonces, iré por tu comida —ordenó alejándose antes de que el omega pudiera reclamarle aquello.
Rodando sus ojos con una sonrisa ante su protector amigo, Elliot giró su cabeza y rápidamente la volvió al frente.
Estúpidamente, podía escuchar el rápido latido de su corazón en su oído y se obligó a sí mismo a tranquilizarse y fingir estar bien como siempre mientras Alex Rollins pasaba por su lado, ignorándolo como siempre y entrando a la casa común.
Su lobo aulló suavemente al sentir a su alfa cerca, percibiendo su delicioso aroma, pero así también se encogió ante el desplante de este.
Sí, ese era el hombre que la luna y el destino había creído que sería una buena pareja para él.
Pura mierda.
Metiendo las manos en los bolsillos de sus pantalones, alzó su mirada esperando ver a Isaac aparecer con su comida, pero contempló a Alex observándolo a la distancia. Frunció el ceño ante ello, en especial porque el estúpido alfa siguió ahí parado sin moverse.
No había el usual desprecio, pero tampoco había especialmente alguna emoción en su mirada, lo cual no decía si era bueno o malo.
Pero a él no tenía que interesarle, ¿cierto? Ya había terminado con todo ello.
Y por más que quería burlarse o gruñirle, nada salió de su garganta. Y no porque no se atreviera o no tuviera el coraje y el valor para hacerlo, sino porque su atención se concentró en alguien más primordial, un peligro más importante.
—Bueno, pero si por fin encuentro a mi amada zanahoria —expresó la molestosa voz de Dorian mientras se ubicaba a su lado junto a un sonriente Sergei. Pronto, ambos alfas se apoderaron de cada brazo.
Cuando Elliot volvió a alzar su cabeza, Alex ya no estaba ahí, como era de esperarse.
Para cuando comenzó a ser arrastrado a una parte oscura y alejada, el pelirrojo omega empezó a luchar por sí mismo, como estaba acostumbrado a hacer desde que tenía memoria.
Si no era él, ¿quién pelearía sus propias peleas?
Exacto, nadie.
Ni siquiera su propio alfa, su destinado.
( * * * * )
Encerrado en la habitación donde su padre guardaba los medicamentos, Alex suspiró y apretó el puente de su nariz mientras volvía a pensar en las palabras de su primo Isaac y sus acciones tras enterarse de que Elliot se había ido en compañía de un par de alfas.
¿Por qué se había enojado tanto tras escuchar aquello?
¿Por qué hasta lo había maldecido y empujado, culpado de no hacer nada?
¿Qué se supone que debía de hacer si Elliot decidía irse con otras personas? En primer lugar, a penas y si conocía el chico por el nombre por lo que no podía prohibirle nada.
Así que… ¿Por qué se sentía tan culpable y preocupado?
Él solo había deseado salir a comer a un restaurante, olvidando que en la manada King en vez de restaurantes estaba la casa comunal donde se servía comida gratis, por lo que no le quedó de otra más que dirigirse ahí en vez de volver a la casa con su padre, comer y luego volver al consultorio para terminar de ordenar lo que le había pedido su papá.
No esperaba encontrarse con Elliot ahí, parado y luciendo tan hermosamente como lo recordaba. Los años que habían pasado solo marcaron más su belleza.
O al menos como lo recordaba de las pocas horas que había hablado con él, porque luego su imagen era empañada y reemplazada por aquel momento en que le encontró con otro alfa detrás de un puto árbol.
Por lo que no, por más que su lobo estuviera gruñéndole por ignorar la reacción de Isaac y no hacer nada, él no se movería del consultorio hasta terminar con su trabajo y luego se iría directo a casa para dormir merecidamente.
Por muy buen médico que fuera su padre, su consultorio era un desastre, así como sus archivos médicos. De solo ver la montaña de carpetas apiladas en una esquina de la pequeña cocina sin despensa alguna, le provocaba dolor de cabeza.
Sabía que a diferencia de los humanos los archivos médicos no eran tan esencial considerando que los cambiaformas no podían enfermarse ni contraer enfermedades, pero uno nunca sabía cuándo le podría ayudar por lo cual era útil mantenerlos ordenados.
E incluso ni siquiera era necesario escribirlo a mano si le molestaba, perfectamente su padre podría haber escrito un archivo en el computador que le había regalado.
Y hablando de tecnología, al consultorio no le vendría nada mal una pequeña actualización al respecto, su padre incluso ya debía de pedir más insumos médicos.
Frunciendo el ceño tras el fuerte e insistente golpeteo en la puerta, el alfa salió de la bodega y se dirigió a la entrada, preguntándose quién podría ser tan tarde.
El cielo ya estaba oscuro, la luna en lo alto y hace tiempo que los miembros habían entrado en sus casas dejando las calles totalmente desiertas y oscuras, siendo ocasionalmente vigiladas por un lobo.
—Ya voy —pronunció cuando la puerta volvió a ser azotada.
Irritado, abrió la puerta y el aliento fue empujado de sus pulmones cuando contempló a un lastimado y ensangrentado Elliot apenas consciente del otro lado.
—¿Por qué tenías la puerta cerrada, Miles? —se quejó con voz temblorosa y débil.
—¿Elliot? —exclamó sorprendido.
—Tu… No… —murmuró el omega cerrando sus ojos, cayendo hacia adelante.
Atrapando al inconsciente hombre entre sus brazos, el terror cubrió a Alex mientras cerraba la puerta y llevaba al pelirrojo omega a la camilla, la manta sobre esta inmediatamente se tiñó de rojo mientras el alfa contemplaba con horror las heridas en Elliot.
Uno de sus ojos estaba completamente hinchado y con un tono azulado, el otro tenía un corte poco profundo sobre su ceja que bajaba hasta el pómulo. Sus ropas estaban destrozadas, con tierra y ensangrentadas hasta el punto en que ya no eran servibles.
Sus brazos, piernas y abdomen estaban cubiertos con moretones, como si hubiese recibido una paliza y a la vez había luchado por defenderse, según los nudillos rotos en sus manos.
Alejando las preguntas y la arrasadora furia de su lobo, el alfa se puso en modo médico y comenzó a atender las heridas del omega, limpiando y curando cada una de ellas en un intento de acelerar el proceso de curación innato de cada cambiaformas, su corazón apretándose y su estómago revolviéndose mientras más avanzaba.
Ni por todo el resentimiento que una vez le había tenido al chico, jamás le habría deseado algo así. Nunca.
Cuando finalmente llegó abajo, el mundo de Alex se detuvo al contemplar dolorosos golpes en su entrepierna, su pene hinchado exactamente no de una buena forma y la silueta de un zapato marcada en su pelvis con furia.
¿Pero qué demonios habría hecho Elliot para recibir una paliza de tal magnitud? ¿Por quién? ¿Por qué?
Furioso ante el estado del omega, llevo sus manos hacia la pelvis y palpo suavemente en la zona, torció sus labios con dolor cuando Elliot se quejó ante la mínima presión ejercida.
Ahora podía comprender el miedo, la furia y el horror de Isaac cuando le había dicho que su amigo se había ido con otros alfas, cuando le había preguntado atrapándolo aún en la entrada de la casa común.
¿Por qué no le había dicho nada?
¿Por qué nadie había hecho algo por detenerlos si sabían lo iba a ocurrir si Elliot se iba con ellos?
¿A caso aquello era una situación familiar? ¿Ocurría siempre? ¿Por qué Elliot no le había dicho nada entonces? ¿Por qué no le había pedido ayuda? Era cierto que no había sido especialmente agradable con él, pero en una situación así no creía que importara aquello, ¿no?
“Claro, cómo si le hubieses dado la oportunidad de ello, maldito idiota” se burló maliciosamente su mente.
Culpable y arrepentido, Alex siguió curando a Elliot hasta que ya no hubo una herida aparente. Tomándolo entre sus brazos con cuidado, lo movió a la otra camilla limpia y luego lo cubrió con una manta, ocultando su desnudez.
—Por favor, no cambies, te administraré suero y algo para el dolor que ayudará —pronuncio a pesar de que sabía que el omega no podía escucharle, aunque deseaba que sí.
Elliot gimió levemente cuando le colocó el suero, más no despertó. Con el omega ahora tratado, Alex recogió los tirones de ropa destrozada a la basura y sacó las sabanas ensangrentadas de la camilla para llevarla a un canasto con ropa sucia que tenía su padre.
Sin nada más que hacer, arrastró una silla al lado de la camilla y observó a Elliot con dolor.
Sabía que en algún momento en los siete años había dejado atrás la furia y disgusto, el desprecio que sintió en algún momento por él. Su lobo simplemente no había podido retener mucho tiempo esos sentimientos, pero así mismo sabía que ya era muy tarde para intentar volverse cercano al omega.
En aquellas cortas visitas que se encontró mirando a Elliot cuando este no lo sabía, más de una vez se encontró preguntándose intensamente qué era lo que sabía realmente del hermoso omega además de su nombre, y que posiblemente, no, que seguramente, era su pareja destinada.
No había nada.
La rabia que había sentido aquel día y le había hecho tomar una decisión abrupta, la sentía tonta ahora.
¿Qué había sabido del omega? En aquel par de horas en los que habían hablado, nada había sido serio, todo era coqueto mientras intentaban superar el estupor a través de la felicidad de encontrar a un potencial a pareja lo suficientemente fuerte como para que sus lobos reaccionaran entre sí.
¿Y si Elliot había tenido una pareja?
No era como si hubiese podido reclamarle al respecto cuando él mismo había estado con otros.
Pero para cuando su cerebro comenzó a trabajar en ello, ya había pasado un tiempo, ya era demasiado tarde.
Observando al chico en la cama, suspiró.
Precisamente por eso no había querido volver, porque aún no sabía qué hacer con Elliot cuando este mismo había comenzado a mirarle con desprecio el mismo día que Alex lo había dejado de hacer, eso lo había resumido básicamente todo.
Era muy tarde para el arrepentimiento.
¿Pero tal vez podrían ser amigos?
Algo le dijo que no, no sería posible.
¿Un protector de las sombras?
Contemplando los golpes, eso parecía ser exactamente lo que necesitaba en ese momento y quizás desde cuándo. Isaac parecía ser alguien cercano, un amigo tal vez, pero no estaba haciendo muy bien su trabajo si Elliot salía lastimado.
“¿Y quién eres tú para juzgar aquello?” se burló su mente malvada.
Ahogando esa malvada voz, respiro profundamente calmando a su lobo, quien se movía dentro de su mente, inquieto, furioso y anhelando sangre en sed de venganza por lo que le había ocurrido a su pareja.
Sabiendo que no tenía derecho alguno, pero necesitando sentirlo… El alfa tomó la mano de omega entre la suya.
Aun con sus nudillos ligeramente hinchados y en proceso de curación, seguía siendo una mano más pequeña que la suya, pero no era delicada ni suave, era fuerte, un poco huesuda para su gusto y con signos de haberlas usado para trabajar.
Soltando un suspiro cuando su lobo se calmó ligeramente, Alex tomó su teléfono y le envió un mensaje a su padre avisándole que pasaría la noche en el consultorio sin decirle la verdadera razón tras ello. También le ofreció que llegara después de almuerzo, sin saber cuánto tiempo tendría que esperar hasta que Elliot volviera en sí.
Si al terminar el suero no cambiaba de forma, su proceso de sanación solo sería más lento y doloroso.