No volví a saber de mi supuesto novio y futuro esposo hasta hoy, que es el día de la boda pero aún así estaba feliz porque iba a recoger al aeropuerto a mi mejor amiga, quien venía a quedarse a vivir con mi madre y hermano y por supuesto a estar el día más importante, supuestamente, para toda mujer.
Después de unas horas recogí a mi amiga, ella se llama Donna Le.
—Amiga mía, te he extrañado tanto. —Dije al reencontrarme con Donna.
—¡Pero no más que yo! —Respondió ella con emoción.
Llegamos a casa y el día parecía que sería muy cargado, mi boda sería a las 7 de la noche y aún no tenía ni siquiera el vestido que iba a utilizar.
Entré a mi habitación y sabía que estaba en problemas, el día de mi boda había llegado y yo no tenía vestido.
—Amiga te tengo un regalo, espero que te sea útil —dijo Donna.
—¿Que es? Me acabo de dar cuente que el supuesto vestido que pensé utilizar no me queda, ¡ay no tengo tiempo para arreglarlo!
—¡Te traje un vestido, te lo compré, te va encantar! —dijo emocionada.
—¿De boda?
—Bueno no es que tenga mucha cola, solo es largo, pero es blanco.
Mi amiga me había salvado de la ruina, los nervios me traicionaban, olvidaba cosas pero sabía que debía de estar lo más centrada posible, me iba a casar con el hombre más codiciado de todos los tiempos, aquel que está dentro de los 50 más guapos.
Llegada la hora, el chofer de Nick fue en busca de mi familia y de mí, antes de que pudiera salir, una lágrima brotó de las mejillas de mi madre.
—¡Mamita no llores, siéntete feliz que estaré con la persona que quiero! —Dije intentando tranquilizarla.
—Se que serás feliz, estoy orgullosa de ti mi niña. —Respondió mamá.
—¡Todos estamos orgullosos de ella! —Dijo Donna.
—¡No me hagan llorar o se me va a el poco maquillaje que llevo! —Advertí a todos.
—¡Hermanita estas hermosa, de verdad! —Dijo Rafael.
—¡Gracias, ahora vamos que nos esperan! —Les dije a todos.
Sentía muchos nervios, al llegar a la mansión había una cantidad considerable de personas, era muy extraño verme involucrada en ese mundo, pero ahí estaba yo.
Nick se acercó a mí con una gran sonrisa, me extendió su mano para caminar juntos a la firma para comenzar nuestro matrimonio falso.
El gran Nick Harrison estaba comprando una esposa y sí, ahí estaba yo para recibir ese dinero por la compra de mi firma como esposa.
—¡Los declaró marido y mujer, señor Harrison puede besar a la novia! —Finalmente dictó el juez.
–¿A caso dijo besar a la novia?– pensé en silencio, no había reparado en ese detalle “el gran beso”. En milésimas de segundo pensé en mi mente.
Nick se puso frente a mí, colocó sus manos sobre mi rostro y me dio un tierno y lindo beso.
El corazón quería salir de mi pecho, los nervios eran casi notorios, no sabía cómo reaccionar.
Lo más extraño de esta vida fue que solo hubo una reunión para él momento de la boda pero no hubo un banquete.
Mi familia se fue de la mansión y me quedé sola, ¡muy sola! Era una casa gigante… tendría una habitación donde dormiría sola.
Entré Nick y yo no hubo una sola palabra, la ceremonia terminó y él se encerró en su despacho, antes de dormir bajé a la cocina donde estaba el ama de llaves.
—¡Hola! —Saludé.
—¿Señorita, pero que hace en la cocina?, por favor solo tiene que marcar el número 1 de cualquier teléfono de la casa y tendrá el servicio donde esté. ––Dijo el ama de llaves –la señora Lety–.
—¡Ay no, que horror! No puedo dejar que hagan todo por mí, por cierto mi nombre es Alice y usted ¿cómo se llama?
—Un gusto señorita, mi nombre es Lety y soy la ama de llaves y la nana de Nick.
—Me parece que solo usted puede decirle así, a excepción de Jorge, y por favor no me diga señorita, dígame Alice y hábleme de tu.
—¡Ay señorita no podría decirle así, ahora es la esposa de Nick y eso se respeta! —corrigió Lety.
—Sería una falta de respeto si no me hiciera caso, además me encargaré del desayuno y la cena de mi esposo de vez en cuando, supongo que no almuerza aquí.
—A veces almuerza aquí pero no siempre, además Alice no puede estar en la cocina con los empleados.
—¡Lo siento, si tengo que sentarme en su mesa lo haré, no tengo protocolos con esto!
—¡Entonces presiento que nos vamos a llevar muy bien! —Dijo ella con semblante alegre.
—¡Pero por supuesto! ¡Iré a ver a Nick!
Después de tener esa conversación con Lety fui directo al despacho y entré sin tocar.
—¡Permiso! ¿Puedo pasar? —Dije asomando la cabeza por un lado de la puerta.
—¡Ya estás dentro! ¿Que quieres? —Nick respondió enojado.
—Es que no me habló ni antes y menos después de la ceremonia.
—No tengo nada que decirte. —Dijo él.
—Señor está tomando, ¿pero que le pasa?
—¡Nada que le interese!
—¡Quizás tiene razón, pero veo que tienes heridas y eso se nota!
—Eso a nadie le importa, ¡solo vivo para mí!
—A veces creemos que a nadie le importa lo que pasamos pero siempre hay alguien que sufre con nosotros y si quiere yo puedo ser esa persona que sufra con usted.
—Por favor vete, no quiero seguir hablando contigo. Respondió Nick groseramente.
—Está bien, pero no olvides que sí necesitas con quién, hablar ahí estaré.
—Ya váyase señorita y no me vuelva a tutear, llámeme señor en privado. —No hacía más que regañarme en cada oportunidad.
—¡Que descanse, señor!
Fui a mi enorme recámara, tan grande que no sabía en qué espacio estar. De tanto dar vueltas me acosté y me quedé dormida, hasta que unas horas después sentí como alguien caía sobre mí.