PRÓLOGO

1295 Words
El comienzo de su infierno ¿Qué puede suceder cuando en la vida de una joven se cruza un hombre que puede ser el mismísimo diablo? Lillie Watson es una chica humilde con un carácter fuerte que ha logrado sobresalir de cualquier forma en la vida. A sus 19 años está estudiando en la Facultad de Medicina en una universidad que le ha costado mucho trabajo ingresar, ya que es de bajos recursos y no cuenta con el dinero suficiente para pagar una universidad especializada en Medicina. Vive con su madre, su hermana mayor y su sobrina. La señora Elena Watson es madre soltera de dos hermosas hijas y abuela de una hermosa pequeña de seis años. La madre de Lillie tuvo que sacar adelante a sus dos hijas cuando Lillie era tan solo una bebé. Ella trabajaba y trabajaba hasta llegar al punto de enfermarse y recaer, pero nunca se dejó caer, hasta que llegó el día en que le diagnosticaron cáncer a causa de un mal golpe que sufrió en su último empleo, una enfermedad que no detectó a tiempo. Lillie y su hermana se vieron en la necesidad de trabajar. Alexa dejó sus estudios en la universidad y se puso a trabajar en una cafetería de cajera, solo que su vida se complicó más cuando se convirtió en madre por primera vez a los veinte años. Su mundo se vino más abajo cuando su novio, el padre de su hija, la dejó después de saber que estaba embarazada, dejándola por un tiempo destrozada y deprimida. En cambio, la vida para Lillie era algo distinta. Ella odiaba a los hombres, ya que vio cómo le fue en el amor a su hermana. Tenía una meta: llegar a ser una gran médica, pues quería curar a su madre del cáncer. Sabía que era difícil, pero no perdía las esperanzas. Cursaba el segundo año de Medicina. Como su carrera profesional era muy costosa, se le dificultaba conseguir un buen trabajo para poderla pagar y ayudar a su hermana con los gastos de la casa. Tuvo que elegir un empleo que iba en contra de sus principios. Después de buscar por muchos lugares y viendo lo que le ofrecían de paga, no los aceptaba. Un tiempo, trabajó de mesera en el café donde trabajaba su hermana, pero solo estuvo unos meses, porque allí conoció a una chica que le ofreció un mejor empleo. No era el apropiado, pero era el necesario para ganar lo justo que le alcanzaría para pagar todos sus gastos. Al principio lo pensó durante un mes hasta que aceptó. No iba a hacer nada malo, pero tampoco era muy decente que digamos. Era un club nocturno donde bailaban chicas jóvenes. No era un lugar de mala muerte, sino elegante, donde iba puro hombre adinerado. Ella sabía que en ese lugar iba a ver muy buenas propinas, ya que iría de mesera. Al principio sí atendió mesas y la barra de bebidas, hasta que la dueña le pidió el favor de reemplazar a una bailarina que había enfermado. Lillie no quería hacerlo. Si su madre se enteraba de ello, de que subiría a ese escenario a bailar, la decepcionaría. Sin embargo, no le quedó de otra más que aceptar. « Solo será una semana», pensó. Claro, si no le decía nada a su madre, nunca se enteraría. Pero lo que no se imaginó fue que el público se iba a encaprichar con ella y que la aclamarían. Su jefa tuvo que pedirle que fuera una bailarina del club. Ella se negó, pero su patrona le ofreció un mejor p**o, uno que Lillie no quería dejar ir, ya que con ese dinero le alcanzaría para completar los medicamentos costosos de su madre y poder pagar los siguientes semestres de Medicina. Luego de pensarlo por unos días, aceptó. Desde es momento comenzó lo que se llamaría su calvario. Nunca se imaginó las consecuencias que eso le traería con el tiempo. Bailar con poca ropa era vergonzoso para ella, pero su dignidad siempre la conservó. No obstante, nunca pensó que al bailar en ese lugar conocería a ese hombre oscuro y peligroso que la arrastraría a su infierno. Ese hombre tenía los siete pecados capitales; la avaricia, la gula, la soberbia, la envidia, la ira, la lujuria y, el peor de todos, el orgullo. Con eso se podía describir la clase de persona que era, como ella lo veía. Él sería su tormento e infierno, uno muy ardiente al que caería Lillie Watson. Dante Mancini era conocido en la mafia como el Diablo. Por sus trabajos en la organización donde él era líder lo conocían como el más cruel y despiadado al vengarse. El Diablo, como muchos lo conocían, heredó el imperio empresarial y los territorios de la mafia de su padre, el señor Demetrio Mancini. Después de su muerte, Dante tuvo que hacerse cargo por completo de todo, quedando a cargo como la cabeza de todo el territorio italiano y una gran parte del continente europeo y americano. Su padre también le heredó los negocios empresariales. Varios de ellos se encontraban en Estados Unidos. Los más grandes, en realidad, se hallaban en la ciudad de Nueva York, donde solía ir con más frecuencia cada vez que viajaba al país americano. Gran parte de sus negocios y vida estaban en Italia, pero como era dueño de muchos comercios en muchas partes del mundo su deber era viajar el mayor tiempo. Tenía a mucha gente que trabajaba para él, pero de confianza eran pocos. Uno de ellos era su mejor amigo, Iván Rizzo, su mano derecha, al que en ocasiones dejaba a cargo en Italia cuando él salía del país por asuntos importantes y cuando llegaba a necesitar de sus servicios, ya que Iván era un gran sicario. También tenía la confianza de dejar a cargo a sus otros dos amigos, Leo y Enzo. Los demás eran simples empleados, con los que no se arriesgaría a meter las manos al fuego. Como en todas las mafias, siempre había enemigos, pero ninguno fue tan fuerte para derrotarlo, comenzando por la misma familia, su tío y su primo, pues ellos lo odiaban porque él y su padre se quedaron con todo el territorio de Italia. A como diera lugar lo querían sacar del camino para obtener lo que tanto habían querido: el puesto del líder de la mafia italiana. Sin embargo, Dante era duro como una roca, no se dejaba vencer. Para él no importaba que tuvieran la misma sangre, eran traicioneros y envidiosos que le jugaban sucio a su propia gente. Por esa razón tenían que pagar, al igual que todos los enemigos del Diablo. Llevaba ocho años a cargo como jefe de la mafia italiana. En esos años él levantó más el imperio, mucho más que su padre. Muchos dudaron de él, creían que no iba a lograr ser como el gran Demetrio, pero calló muchas bocas cuando se dieron cuenta de que era mucho más bueno que su papá en todos los negocios turbios. Su vida no solo se manejaba en negocios y dinero, sino también en diversión, mujeres, carros, peleas y alcohol. Así le gustaba vivir su vida. Además, no tenía a quien darle cuentas y tampoco quería llegar a hacerlo algún día. Le gustaba su soltería y la soledad. Él no creía en el amor, nunca lo había sentido, a excepción con sus padres. Solía decir que eran cursilerías y una mierda que no iba con él. En su vida solo existían los negocios, dinero, placer con mujeres distintas y vicios, como el alcohol y la adrenalina que sentía cuando mataba a alguien a golpes. Por eso lo llamaban el Diablo de Italia. Ese hombre que destilaba peligro sería la perdición de Lillie Watson.
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