Mandra miró cómo su hermano se alejaba por el pasillo después de que Creon se asegurase de que había dejado de ver doble y murmurase que tenía a una salvaje de cabello blanco a la que encontrar. Mandra sacudió la cabeza e hizo una mueca ante el pinchazo de dolor que provocó aquel movimiento. ¿Dónde, en nombre de todos los dioses, estaba su simbiótico? Llevaba media hora intentando comunicarse con él, desde que había recuperado la conciencia. Tenía que encontrar a la mujer salvaje que le había hecho aquello, pero para conseguirlo necesitaba tener la mente despejada. Porque en cuanto la encontrase, iba a…
«¡Reclamarla! ¡Mi hembra! Quiero a mi compañera. Reclama a la tuya para que yo tenga a la mía», gruñó su dragón, paseándose de un lado al otro.
«No puedo reclamarla a menos que nuestro si
