Mandra se apartó y lamió suavemente la segunda marca que había dejado en Ariel. Podía sentir cómo las paredes de su sexo le apretaban el m*****o, constriñéndolo hasta que tuvo ganas de gritar de puro placer. Sabía que aquello no era más que el principio, pero su intensidad lo había cogido por sorpresa. Si aquello era únicamente el principio, no estaba muy seguro de que ninguno de los dos fuera a conseguir sobrevivir.
Era como si todo su cuerpo estuviera a punto de derretirse. Dejó caer la cabeza hasta apoyar la frente en el hombro de Ariel. Tenía que ser el peor compañero de la historia; tendría suerte si Ariel llegaba a perdonarle alguna vez por tomarla de aquel modo. Demonios, él todavía estaba vestido y le había arrancado la ropa a Ariel como si fuera un bárbaro de la antigüedad. ¿Cómo
