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2953 Words
Querido Crush…   He pensado en ti todos estos días, no te he visto en mucho tiempo. Creo que nuestro amor no es mutuo. Por eso he decidido soportarlo sola, mi enamoramiento por vos, es infinito. No hay palabras para expresar todas las sensaciones que me causas al verte. Aunque sé que no es mutuo. Puedo sostener este sentimiento, que por años he llevado conmigo, y lo he salvaguardado junto a todos los recuerdos que me has dejado cada vez que vienes. Espero algún día, ser valiente y confesarte todo esto que siento por ti. No será pronto, así que no me esperes. Me llevará algo de tiempo encontrar el coraje de cruzar unas palabras contigo, que no sea fuera de mi trabajo. Mientras tanto, sigue regalándome esas conversaciones inteligentes que solo tú sabes sostener conmigo. Me encantan, espero algún día que pronuncies mi nombre y sonrías al recordarme.   Atte. La chica de los anteojos. Capítulo 1 Enamorarse, no era algo que aconsejaría a las chicas. Un enamoramiento era de dos personas, pero todos sabemos que nuestro corazón no elige a quien amar, y siempre se termina enamorando una persona en la relación, si tienes suerte, tal vez ambos. En el mundo hay una sola cosa que los humanos no podemos controlar, y eso es, los sentimientos. Los sentimientos, son algo característico que nos hacer tener humanidad, sin ellos nosotros no podríamos ser más que un cascarón vacío y sin gracia. Estúpido, pero era verdad. Estaba enamorada de un chico, que llegaba casi todos los días a comprar a la tienda, donde trabajo de cajera. Conversábamos sobre sus clases y su día. Yo lo escuchaba como una tonta. Cualquiera que me mirara, podría decir que estaba super embobada con lo que dijera. Mi jefa, solía regañarme porque solo me concentraba en él y no en los otros clientes. Pero no me importaba, tenía que darle toda mi atención cuando él hablaba. Trabajaba en 7eleven, los fines de semana. Era mi primer trabajo, así que cuando comencé se me dificultaba. A veces no quería ni levantarme para ir a clases los lunes, pero debía. Porque quería ir a una universidad, y estaba ahorrando para ello. Mi madre solo podría costear una parte de mis estudios, así que tenía que hacerlo por mí misma. Y mi padre, bueno era otra historia. Había muerto hace unos años, fue uno de los motivos por lo cual tuve que empezar a trabajar. Necesitaba ayudar en casa, no podía dejar a mamá sola. —¿Crees que Azael venga hoy? —pregunté a mi mejor amigo. —Lo hará, como todas las veces que lo acosamos. Le gusta tener buenas calificaciones. Bufo. Estamos en la biblioteca. —Es uno de los chicos de promedio medio, al igual que yo. —respondo. No era muy inteligente, pero al menos destacaba con mis calificaciones. Estábamos en la misma preparatoria, diferentes salones, divididos en grupos. Él pertenecía al grupo A y yo, al B. Eso decía que nuestros salones estaban juntos. —Natalia, por favor. —¿Qué? Sé casi todo sobre él. Ha sido mi primer enamoramiento desde que llegué a España. —Lo sé. Es tu crush. Soy tu mejor amigo y él único del instituto. Era cierto, solo tenía un amigo y era Judas. Azael entró por la puerta y se sentó en una de las mesas del fondo, no miró a los exteriores, y se concentró en su libro. Nosotros nos pasamos haciendo los deberes que entregaríamos mañana, pero entre ratos lo espiaba por sobre mi libro. Me hacía suspirar y embelesar. —Pobre chico, deja de mirarle así. —dice Judas, lo cual no me importa. —creo que deberías confesarle tus sentimientos. Ya ha pasado mucho tiempo. Sacudo la cabeza. —Ya te lo he dicho. No lo haré nunca. Es mi crush, y así se quedará. —De todas formas, ya es tarde. Tengo que irme. ¿Vienes? —Todavía no termino algunas cosas, —él mira en dirección de Azael. —Como quieras. Te veo mañana. Asiento. Trato de concentrarme en resolver algunos problemas algebraicos, y justo cuando he terminado, unos libros caen sobre mi mesa. Mis ojos recorren los pantalones de mezclilla, subiendo hasta su jersey, y esos labios carnosos tan rojos y nariz respingona. Sus ojos verdes olivo me miran inquisitivos. —Nat ¿Qué haces aquí a esta hora? —las conversaciones con él podían fluir de manera normal, desde hace dos años que nos conocemos en mi trabajo. Es normal que me hable por ese nombre para mí. Aunque antes solía decirme muchacha, y odiaba ello. Dejo salir la respiración que estaba reteniendo. —Ah, hola. ¿Azael? ¿Qué haces aquí? —trato de parecer que no lo he visto desde que llegó, aunque he estado acosándolo. Sube sus comisuras levemente en una sonrisa. Me embeleso. Es hermoso, todo él es perfecto. —Creo que te hice la pregunta primero, Nat. Sonrío nerviosa. —Oh, lo siento. Estaba terminando unas tareas de álgebra. De hecho, desde temprano estoy aquí, haciendo mis deberes. —Que tonto, no me di cuenta de que llevabas tiempo aquí. Cuando entré solo me concentré en leer un libro para la clase de inglés. —se pasa la mano por su cabello. Y ajusta sus gafas. —De hecho, ya me voy. ¿Quieres que te lleve a casa? No dudé en responder, era mi oportunidad de estar a solas con él y la primera vez que me ofrecía llevarme a casa. —Está bien, solo recojo mis cosas. —intenté parecer lo más normal y desinteresado por el hecho, que íbamos a estar a solas en el auto. Estaba hiperventilando. Me apuré a meter mis útiles esparcidos en la mesa a mi mochila, con torpeza tomo esta y salimos de la biblioteca. Estaría mintiendo, si no estoy nerviosa a su lado. ¡Mi crush me llevará a casa! Le digo la dirección y nos montamos al auto. —¿Cómo van las clases? —pregunta cuando estamos en el interior del auto. Trago salvia. —Va bien, ya sabes. Últimamente hay demasiadas tareas, se acercan exámenes. Asiente. —Es cierto, están cerca los exámenes, creo que esta vez se les está yendo la mano a los profesores. —chasquea su lengua. Me atrevo a mirarle de perfil, mientras maneja, su mano izquierda mantiene el volante mientras la derecha busca algo de música en la radio. Su rostro es angelical, podría pasarme horas mirándole sin que me molestara. Él me mira y atrapa. Sonríe. ¿soy tan obvia? —¿Sucede algo? Tartamudeo al responder. —No. Cla-ro que no pa-sa nada. Sus hoyuelos se hacen reveladores. Como amo esos hoyuelos. Llegamos a casa y me despido.    ***   —Estas avanzando, enserio eres rápida. —ese es Judas, después de que Azael me dejara en casa, corrí a llamarle y contarle todo.  Estamos en la cafetería de la preparatoria, tenemos algo de tiempo para charlar. —Es de ensueño ¿Cómo puede ser perfecto? Es inteligente, guapo, caballeroso, carismático, lo tiene todo. —Es un sabiondo —bufa. —Se la pasa en los libros, y videojuegos. Típico nerd, esos son los tuyos. —Judas, sabes que me atrapan los nerds. Rueda los ojos. —Cómo sea, eres tú. —se encoge de hombros. Visualizo a Azael en una mesa con sus amigos. Él no es el típico nerd, que se refugia en la esquina de la cafetería solo. Es todo lo contrario, el chico tiene popularidad con las chicas, además de ser inteligente. Es por ello que no le he confesado mis sentimientos, ellas son más bonitas que yo, y tienen mejor cuerpo. Judas me saca de mi burbuja, diciéndome que aterrice. —¿Has cruzado palabra con el chico nuevo? —señala la mesa que tiene solo chicas a su alrededor y unos pocos chicos. Sacudo la cabeza. El chico llegó hace unos meses, ha sido transferido debido a una mala conducta en su anterior escuela. Pero eso no le quita la popularidad de las chicas, todas en su mesa babean por él. ¿Por qué? Es guapo, cuerpo atlético, inteligente y adinerado. Si señores, el típico niño rico y hermoso, que parece tallado por los dioses, ¿Mi Dios está castigando a los mortales enviando algo como él? Bufo. —¿Cuál era su nombre? —pregunto a mi amigo. —Dante. —¿Dante? ¿Cómo la Divina Comedia? —asiente. —Al parecer suele ser un chico misterioso e interesante. Miré de nuevo a su mesa. El chico era mono, el uniforme de la escuela le quedaba de maravilla, parecía ese tipo de modelo estudiantil. No tardaban en ponerlo en las lonas de la entrada de la escuela, para publicidad. Solté un resoplido. —Ya veo, las chicas lo siguen a todos lados. —Pero tú solo tienes ojos para Azael, ¿no es así? —miré la mesa de Azael de nuevo y solté un suspiro. Estaba enamorada de ese chico desde que tengo memoria, nadie podría quitarme de la cabeza a esa escultura monumental, y mucho menos un chico que parecía ser enviado por los dioses, un ángel caído. Estudio en un colegio de paga en España, soy mexicana, pero debido a la muerte de mi padre, mamá decidió mudarse de México y venir aquí para olvidar el pasado, ya que ella siempre quiso venir, no es que me vaya bien pero no me quejo. Mamá quiere lo mejor para mí, así que se mata trabajando para pagarme los estudios. Tengo beca completa, así que no paga mucho. Es agente inmobiliario. Aunque apenas y nos da para sobrevivir, decidí apoyarla con los gastos de la casa, empecé a trabajar. Mamá decía que no debía, pero quise, ella llegaba cansada a casa, con los pies hinchados. Me partía el corazón verla sufrir tanto por mi culpa, después de tantos ruegos ella aceptó que trabajara, con la condición de que no descuidara mis estudios. Se lo prometí. No soy la mejor, pero estoy sobre el mar, nadando para sobrevivir entre tiburones. Apoyo en casa y ahorro para mi universidad. No es que me paguen mucho, pero al menos es una esperanza para algo mejor. Suspiro, no he dormido bien últimamente. Los profesores nos han dejado demasiadas tareas, y con mi trabajo de los fines de semana, tengo que desvelarme para terminarlas. Uso lentes, porque mi vista no es la mejor, debido al deterioro por leer demasiado electrónicamente me ha empeorado ver a distancia; el oftalmólogo dice que mi astigmatismo es avanzado y pronto llegaré a la miopía. Le sonreí a mamá cuando me dijo que dejara de leer en pdf, éramos pobres, no en extremo, pero no podía costearme un libro en físico cada semana ya que leía demasiado, tenía una pequeña colección, pero no eran muchos; salía más barato comprarlo en electrónico, pero mamá no estaba de acuerdo. A regañadientes, tuve que disminuir mis lecturas. Mi cabello castaño oscuro, se ondea con el aire cuando salgo del instituto, la tarde está fresca, ha llovido esta mañana. Respiro el aire puro que proviene por todos lados, vivir me parece la idea más maravillosa hasta ahora. Sonrío con melancolía, no sé por qué antes pensaba diferente. Miro mi mano izquierda, yacen unas cicatrices en diagonales, es un vivido recuerdo cada vez que las veo. Sonrío. —Hemos salido temprano de clases ¿Vamos por un helado? —dice Judas, asiento. Tenía tiempo que no iba por un helado con él. —¿Cómo vas con ese chico que me has contado antes? ¿está como un tren? Como ustedes suelen decir, —Judas, es de aquí. Lo conocí cuando ingresé al instituto, me ayudó mucho. Ya que, por ser de diferentes nacionalidades, a veces hay personas que solo no te hablan. O si no tienes dinero, como yo. Y eres becada. Todavía existen ese tipo de personas, pero Judas, a pesar de tener dinero y estatus social, dejo todo de lado para hablarme cuando ingresé a la primera clase con él. Fue mono, el tipo. Se ofreció a enseñarme las instalaciones y decirme todos los chismes más recientes, créanme, que mi mejor amigo, sabe todo de esta escuela. Y también sobre chicos. Él fue quien se dio cuenta, que me gustaba Azael, lo miraba a la distancia, ya que no era de mi clase, y una vez me lo topé en la cafetería, solo sonrió. Siendo Judas, empezó por su vida privada terminando en sus más oscuros secretos, cosa que no tenía, porque él era perfecto. Lo único que sé de Azael, es que tiene dos hermanas y un hermano pequeño, que me ha tocado ver cuando lo lleva a mi trabajo a comprar, y sus papás son geniales. Muy humildes, a pesar de ser grandes doctores reconocidos aquí en España. —¿Por qué estas tan despeinada? —me había dicho el niño esa tarde que estaba cobrando su mercancía en la tienda donde trabajo. Me tocaba cubrir un turno el viernes, porque la otra chica no había llegado. Llevaba años de conocerlo, pero él ni me conocía. Mis mejillas se tiñeron de rojo. Había salido de clases deprisa, que me había topado con aire de esos que parecen huracanes, llegué al trabajo despeinada y fui directo a caja porque llegaba tarde, no me había dado tiempo de ir al baño a arreglármelo. Azael se sonroja y sonríe. Su hermano era muy diferente de él. A pesar de ser un niño de siete años, era muy honesto. —Lo siento, he tenido que traerlo, porque mis padres están de guardia. —asiento. Aunque estaba muerta de vergüenza. —No te preocupes. —miré al niño. —He venido del instituto directo al trabajo y me he topado un huracán de aire, me he despeinado. Disculpe su majestad, por no estar presentable para usted. —Azael reprimió una sonrisa. Y el niño me miró con el ceño fruncido. No había entendido nada de esto. —¿Huracán? No ha habido ningún huracán, muchacha —miró a su hermano por una respuesta. —¿Azael cuando ha pasado? No me he dado cuenta. —Liam, te lo explicaré en casa. Es hora de irnos, le hemos quitado mucho tiempo a la muchacha —me molestaba que me dijera ‘muchacha’ es como si no supiera mi nombre, varios de mis compañeros, me había llamado por Natalia cuando él estaba presente. Pero se negaba a decirlo, en todo el tiempo que lo conocía, nunca llegaba a pronunciarlo, me preguntaba como sonaría mi nombre en sus labios. Hasta que lo hizo en el instituto semanas después. Esa tarde se despidió en su auto y me dejó allí sola, con el corazón latiendo a mil por hora. No sé en qué momento empezó ese enamoramiento. Solo que con el tiempo te das cuenta, que cuando solo comienzas a mirarlo y escucharlo, estas jodida. Estás enamorada.   —¿Sigues aquí? —Judas me sonríe con sorna. Sabe que estoy en la nube justo ahora pensando en Azael. Mis mejillas se tiñen de rojo por la vergüenza. —Amo ese color rojo en tus mejillas. Eres tan linda cuando te atrapo pensando en él. Cualquiera que nos viera, pensaría que mi mejor amigo está enamorado de mí. Pero no es así, sé que me mira con amor, así como hago con él. Amo a este chico, un amor incondicional de esos que ya no existen. —Déjame. Tomo una cuchara de mi helado, para ya no hablar. Judas, ondea su mano llena de anillos desechando mi comentario y lleva un poco de helado a su boca. Judas podría tener a cualquier chica o chico a su lado. Es alto, con un cuerpo delgado, su cabello es lacio color n***o y un poco largo, es ese tipo de chico sexy que con solo revolver su cabello ya tiene babeando a miles de mujeres, su rostro es cincelado y delicado, tiene una piel tan suave y tersa, que moriría por tener. Labios delgados, con una pequeña barba que empieza a crecer, pero que corta cada vez que sale. Usa aretes en ambas orejas, y un montón de anillos en sus manos. Siempre viste a la moda, ya que es hijo de una diseñadora de modas más reconocidas internacionalmente, y su padre es dermatólogo. Creo que nació con un balance de materia bastante bien. A pesar de mostrar una frialdad con otras personas que no conoce, es tan tierno cuando se encariña con alguien. Le han roto el corazón, así que se volvió muy celoso con las personas que le rodean, desconfía de todos, excepto de mí, claro está. Soy la única persona que puede decir que le conoce todos sus demonios, y el único secreto que guarda conmigo. —Cariño, ¿Cuándo le dirás sobre tus sentimientos? —sacudo la cabeza. —No es fácil. Siento que me rechazará. —No puedes saber con certeza ello, si no lo intentas. Además, dices que él te habla en tu trabajo. —Lo hace, pero me ignora en el instituto. —Cabrón. —Tal vez le da vergüenza que lo vean hablando conmigo. —No digas eso, esperemos que no sea nada así. Lo mataría si te rechaza por ello. —su semblante es serio, sé que lo haría. A pesar de que puede tener a veces gestos afeminados, mi mejor amigo sabe defenderse de una pelea. Tomó clases de Judo cuando era más joven. Sonrío. Amo su sobreprotección con mi corazón. Tomo su mano y le doy un apretón. —Te amo. Sonríe. —Te amo, más. Esa es nuestra respuesta siempre que terminamos una conversación. En verdad, lo amaba. 
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