Capítulo 1

3128 Words
Muerte. Sangre. Dolor. Una risa, profunda, sin sentimiento, fría. La emoción de sus manos con sus largas uñas afiladas enterrándose en el cuerpo, atravesando la carnosa piel. Un gorgojeo ahogado salió del contrario, un sentimiento satisfactorio llenó a Jude. Observó aquellos ojos, tan parecidos a los suyos, pero a la vez tan diferentes, en ellos había un verde malvado, ambicioso, perverso. La vida iba desapareciendo lentamente de estos, apagándose, extinguiéndose, y aun así… No era suficiente. Jude movió su mano y apretó aquel órgano entre sus garras, hubo un profundo y agudo grito saliendo de aquellos labios grotescos que una vez besaron cariñosamente su frente, que brindaron palabras de consuelo, de amor, y luego un escupido de sangre salió salpicando su rostro, gotitas rojas manchando su nariz, mejillas y parte de su boca y mentón. Y él observó, esperando alguna clase de sentimiento, le contempló en silencio, con la vida ya apagada en aquellos ojos. Pero no hubo nada, no estaba la satisfacción esperada, la alegría anhelada, su odio saciado… No había absolutamente nada. Vacío. Sí, así sentía Jude mientras desenterraba su mano del pecho de su padre con su corazón sangriento e inerte en ella. El sonido de un cuerpo cayendo hizo eco en la habitación, y a él no le importó, así como la posa de sangre que se formaba bajo sus pies, manchándolos. Jude observó el órgano en su mano, buscando… Algo, simplemente era una cosa que ni él mismo sabía de qué se trataba. Sus largas uñas gruesas, afiladas y ennegrecidas rodeaban el corazón del hombre que una vez fue su padre. La sangre manchaba sus manos, deslizándose lentamente por ella hasta llegar a su muñeca, para luego caer gota por gota al suelo. Extraño. Había matado a su padre y no sentía sentimiento alguno de ello, pero su lobo seguía deseando más. Mucho más. El dolor cruzó el cuerpo de Jude, un grito de agonía escapó de sus labios y soltando el corazón entre sus manos, se inclinó hacia adelante agarró su cabeza, tirando de su largo cabello mientras dagas atravesaban su cerebro. El deseo de sangre surcó con intensidad dentro de él. La muerte por sus propias manos. Sangre siendo salpicada, piel siendo rasgada, músculos siendo destrozados. Jude aulló y gritó, un tono de voz alterado donde no se sabía quién estaba predominando más, si su lobo o su lado humano. Cayendo de rodillas, el alfa se movió de adelante hacia atrás ligeramente, ambas partes de sí mismo luchando dentro de él en una guerra sin compasión. Con desespero, sus ojos recayeron en el cuerpo de su padre y dejó de moverse, admirando la herida que él mismo le había hecho, la sangre derramándose desde aquel corte redondo por montones, sangre abundante, roja y con delicioso aroma. Hum… De pronto comenzaba a tener hambre. Su garganta se encontraba seca y sus dientes picaban por morder, desgarrar, destrozar. —¡No! —gritó Jude. Cruzando los brazos, sus largas uñas afiladas y peligrosas se enterraron en la piel de sus antebrazos, rompiendo ante el fuerte agarre. Su lobo aulló furioso, queriendo tomar el control, deseando probar la sangre humana, destrozar carne de personas entre sus afilados dientes hasta tener su estómago lleno. Jude volvió a gritar, el dolor invadió su cuerpo y luego todo se detuvo y se volvió n***o. Confundido, el alfa observó a su alrededor, comenzando a caminar hacia la tenue luz rojiza. Y mientras más se acercaba, sonidos grotescos de masticar ruidosamente llenó el lugar. Salpicar. Morder. Romper. Salivar. Salpicar. Morder. Morder. Una y otra vez, el sonido se repetía en ese mismo orden hasta que Jude finalmente comenzó a vislumbrar algo en aquella luz tenues. Un cuerpo semi desnudo estaba inclinado en el suelo, casi cerniéndose sobre una persona completamente desnuda, sus manos manchadas de sangre se alzaban mostrando lo que sería el hígado y el trozo de piel. El estómago de Jude se revolvió y el asco le invadió al contemplar al extraño saborearse los labios antes de morder el hígado de aquella persona, gimiendo en deleite como si acabara de probar un exquisito manjar. Todo se volvió n***o por un momento, y entonces la luz apareció siendo más clara que un día de verano, mostrando a Jude una versión de sí mismo comiéndose a aquella persona. En un parpadeo, ya no estaba observando, sino que él era aquel monstruo que se encontraba devorando a un ser humano. Y no cualquier ser humano, sino que a su propio padre. En un jadeo, Jude despertó y se sentó de golpe observando a su alrededor con temor, su respiración agitada mientras trataba de enfocar su visión. Pasando sus manos por su rostro, parpadeó un par de veces antes de finalmente lograr entender que se encontraba en el bosque, en su lugar favorito cerca del arroyo. Una pesadilla. Había tenido una jodida pesadilla otra vez. Soltando un pesado suspiro frustrado, el alfa chasqueó su lengua con un gruñido, enojado consigo mismo por no tener el suficiente control como para evitar que su mente juegue así con él, creando tales situaciones perversas que no hacían más que solamente restregarle una verdad que ya sabía en su rostro. El control sobre su lobo lo iba perdiendo cada día más y más. Si era sincero, su lobo siempre había sido un problema para él. Siendo un alfa dominante de primer nivel, su lobo estaba constantemente luchando consigo mismo por el poder, por el control, y su padre había visto eso en él desde que era un cachorro, sacándole el máximo provecho de ello. Ángelo King tomó su problema y lo transformó en algo para su favor, enseñándole a manejar sus frustraciones y problemas de control a través de los golpes hasta que se volvió simplemente en su esencia. Hasta ese día, Jude no podía estar tranquilo si no lograba tener una lucha cuerpo a cuerpo al menos una vez al día. No sentir su puño chocando con algo, rompiendo un hueso, el ardor de sus músculos... Lo desesperaba. Para algunos su adicción era beber una cerveza que no los emborrachaba, tener sexo, o incluso terminar un estúpido libro, pero para él… Todo se trataba de la adrenalina, el dolor en sus puños, en su cuerpo, la sangre manchando sus manos y sus nudillos rotos. Su lobo lo deseaba, él lo anhelaba, y si no lo conseguía… Se volvía peligroso. Jude soltó una baja risa amarga, sarcástica. Peligroso. Su padre había sido un hombre peligroso, perverso, uno del cual no dudaba que le había enseñado esa vía de escape solo para sacarle provecho para sí mismo, no para ayudarle a su hijo de catorce años que se había presentado con un lobo demasiado poderoso para manejar por sí mismo. Pero qué podía esperar de aquel hombre que resultó ser su donador de e*****a. Levantándose del suelo, Jude se acercó al riachuelo y se inclinó recargando una rodilla en el verde césped húmedo. Estirando sus brazos, bajó sus manos en el camino de agua y atrapó entre ellas algo del cristalino líquido, el cual llevó a su boca y bebió para refrescar su garganta seca, apretada. Con el sonido de agua siguiendo su camino, ranas, pájaros y grillos, de toda la naturaleza junta, el corazón del alfa finalmente se tranquilizó volviendo a bombear a su ritmo pausado normal. Arrojando un suspiro, Jude volvió a bajar sus manos y se detuvo un momento observando su reflejo, contemplando aquellos ojos verdes malvados, ambiciosos y perversos. Gruñendo, golpeó con sus manos el agua logrando distorsionarla y así perder el reflejo de sí mismo, de los ojos tan parecidos a los de su padre. Era una lástima que los tres hermanos King poseyeran el verde característico que los anunciaban un descendiente de los King, como su padre. Aunque ninguno de los tres poseía el mismo tono de verde, seguía siendo en esencia ese color. Un color que Jude había comenzado a odiar. Con molestia, cambió a su forma lobo en un rápido movimiento en el cual su cuerpo protestó débilmente, más no sufrió realmente. Ya era momento de olvidar el tema de su padre y todo lo relacionado a este, Ángelo King había muerto hace cinco meses en el cual muchas cosas habían cambiado. Ángelo King era un tema ya olvidado para todos. Soltando un aullido, Jude recibió unos cuantos en respuesta antes de comenzar a trotar de vuelta a la manada, encontrándose con algunos otros lobos en el camino que estaban en sus puestos de vigilancia. Saliendo del bosque, el alfa se detuvo un momento y admiró el hermoso pueblo en el que vivía. El pintoresco paisaje salpicado de animales de criadero como ovejas, cerdos y vacas. Colinas verdes estaban a grandes rasgos donde sea que se mirara, también se podía apreciar casas mejoradas y en mejores condiciones de lo que alguna vez estuvieron, algunas serían de un solo piso, otras de dos, y unas pocas en desniveles debido a que algunas estaban en una colina hacia abajo. Todavía quedaban unos pocos edificios en ruinas, pero estos mismos se seguían trabajando para el bien del mismo pueblo, nuevos proyectos que se esperaba ayudasen a mejorar la manada en todo sentido. Respirando el aire limpio, Jude siguió su camino atravesando el pueblo tan tranquilamente como siempre, admirando las nuevas edificaciones, como la guardería específicamente para los bebés, un lugar para que los adolescentes puedan estudiar como se debe, un parque para que se pueda simplemente sentarse y admirar la naturaleza, pasear o relajarse, con juegos infantiles incluidos para los cachorros. Y por supuesto, el nuevo consultorio de Miles y Alex en el cual se seguía trabajando bajo la estrecha vigilancia de ambos hombres. Pero esas no eran las únicas cosas nuevas que estaban ocurriendo en su manada, miembros estaban encontrando a sus parejas destinadas ahora que la comunicación estaba abierta entre otras manadas cercanas, creando conexiones en el proceso. Y no se trataba solo de parejas de cambiaformas, también habían surgido con humanos. La primera pareja humano cambiaformas que había aparecido, fue algo… Extraño y difícil de aceptar, pero gracias a los consejos de la manada Miller, con la cual habían creado una gran relación de amistad, lograron superar ese leve problema con los seres humanos que Ángelo había inculcado en sus mentes. Bueno, al menos la gran mayoría de los integrantes no tenían problemas con los hasta ahora cinco humanos emparejados. Deteniéndose, Jude gruñó ferozmente, logrando que el hombre beta que estaba diciendo comentarios en solitarios a cierta pequeña mujer humana se detuviera abruptamente y siguiera con su camino. La mujer le observó insegura y luego movió ligeramente su cabeza en agradecimiento antes de alejarse velozmente al interior de la casa. Pero lo entendía, qué humano querría permanecer cerca de un gran lobo feroz. Volviendo a su camino, Jude finalmente llegó a su casa la cual rodeó hasta el costado y entró por los grandes ventanales del suelo al techo que se encontraban abiertos, permitiendo al fresco aire recorrer la casa en tan caluroso día. —¿Jude? ¿Eres tú? —preguntó Isaac apareciendo en la sala de estar. El lobo solo ladró en respuesta, siguiendo con su camino. —Roman te quiere en su despacho —anunció observando al lobo desaparecer por las escaleras. Encogiéndose de hombros, Isaac volvió a la habitación y contempló a su otro hermano escribiendo detrás de su escritorio. —¿Era él? —preguntó sin mirarle. —Sep —asintió tomando asiento descuidadamente en los sofás a un costado de la habitación—. ¿No deberías de arrojar a la basura también ese cuadro? —preguntó señalando detrás de la cabeza de Roman. El cuadro grande estaba colgado en la pared detrás del asiento cómodo que utilizaba su hermano, el asiento ostentoso que alguna vez había tenido su padre desapareció de la casa al igual que la mayoría de sus pertenencias y con ello, un gran cambio a esta, quitándole un poco de aquella imagen fría y lujosa, una forma en la que Ángelo se había querido mostrar superior a los demás. —Lo habría tirado al fuego junto a lo demás, de no ser que es la única imagen donde sale nuestra madre —expresó dejando de escribir—. Es la única fotografía que tenemos de ella, su única pertenencia. Isaac se quedó en silencio un momento, observando el retrato con nuevos ojos, esta vez concentrándose solamente en la hermosa mujer que posaba con una linda sonrisa al lado de aquel monstruo que había ocultado su verdadero rostro, o tal vez no había salido hasta que ella se fue. —Desearía tener una simple foto de ella, una donde salga sola o con nosotros tres, como la que nos tomamos aquel día en mi cumpleaños —expresó con un tono lleno de nostalgia. Y a pesar de no demostrarlo abiertamente, Roman compartió aquel sentimiento. —¿Cómo vas con los cultivos? —preguntó cambiando de tema. —Esa no es mi área de trabajo —contesto desinteresado. —Elliot está a cargo de los cultivos, al menos de los que son de mi propiedad personal —anunció y eso básicamente lo respondió todo. Era de conocimiento general que Isaac se había convertido en los ojos de Alex con su testarudo omega embarazado, y no solo porque su primo se lo había pedido, sino porque Elliot era el mejor amigo de Isaac, quien también tenía su lado sobreprotector como alfa. —Me caes mal —murmuró por lo bajo sin importarle que de igual forma su hermano le escucharía—. Está bien según Elliot, solo un molesto bicho que apareció y se está comiendo no sé qué cosa, no le presté mucha atención porque no dejaba de quejarse mientras explicaba —se encogió de hombros—. Solo entendí que iba a pedir algo para acabar con ellos. Roman asintió y su mirada se concentró en la puerta, justo cuando esta fue abierta. —¿Llamabas? —pronunció entrando en la habitación. —Cierra la puerta —asintió. Aunque la mayoría de los omegas que habían estado para mantener la casa limpia se había retirado, unos pocos se habían quedado entre el personal por decisión propia, y para ninguno de los tres hermanos paso desapercibido que se trataba de aquellos que sirvieron cuando su madre aún estaba viva. Incluso los betas que habían trabajado en ese tiempo, habían vuelto pidiendo su antiguo trabajo, sintiéndose como con algo tan simple como limpiar o cuidar del jardín. —¿Qué sucede? —preguntó tomando asiento al igual que Isaac en uno de los sillones. —Necesito saber cómo van las cosas —anunció recargándose en el respaldar de la silla, observando a ambos hermanos. —Me he estado dando unas vueltas constantemente por los alrededores del pueblo, y lo único que podría decir, son de los mismos imbéciles que todavía miran con cierto recelo a los humanos emparejados, pero no ha habido contacto, amenaza directa ni nada —informó Isaac. —Por el bosque no se ha visto algún avistamiento de ningún otro lobo ni de animales salvajes, los entrenamientos siguen como siempre, pero hoy de camino a casa me encontré con un beta que estaba diciendo comentarios unilaterales a una mujer humana pequeña —anunció—. Aunque no hizo nada por acercarse e intimidarla físicamente, la verdad es que sí quería aplastar su cabeza contra el suelo —gruñó. Roman asintió—. Algunos miembros, los que ya han aceptado a los humanos y vuelto sus amigos, se han acercado y expresado su malestar con estos individuos —comentó. —¿Qué vas a hacer? —preguntó Isaac. —Jude le dará una advertencia respecto a su comportamiento inapropiado —dijo luego de pensarlo unos segundos—. Más miembros están encontrando a su pareja destinada, y ya sea cambiaformas o humano, se le respetará de igual manera —anunció con decisión—. Tenemos cinco humanos en este momento en la manada, y otros dos estarán llegando hoy. —¿Alguien más encontró a su pareja entre los humanos? ¿Quiénes? —cuestionó el menor de los tres. —No es quienes, es solo uno, y es Adam —contestó e inmediatamente tuvo un gruñido en respuesta. Observando a sus hermanos, Roman alzó una ceja, esperando. —Fue un idiota con Elliot y Alex —gruñó Jude con el ceño fruncido. —Fue un idiota que cayó en la trampa de Sergei y ustedes todavía lo resienten de eso —corrigió tranquilamente. Isaac resopló—. Él sabía que Sergei era un maldito con Elliot, debió de haber sabido que algo extraño estaba ocurriendo. —De todas formas, Adam viene en este momento con su humana para presentármela —anunció. —Dijiste que dos humanos vendrían —pronunció Jude—. ¿Quién es el otro y por qué se quedará? —cuestionó curioso. —Es el hermano mayor de Hanna Gibson, Nathaniel Gibson —informó—. A diferencia de la mujer no tiene idea alguna en lo que se está metiendo al venir aquí. —No soy el más inteligente aquí, pero hasta yo sé que esa no es buena idea —expresó Isaac. —No he dado mi permiso para que se quede todavía —corrigió—. Pedí conocerlo en persona. —Pero algo te debieron de haber contado de él para que lo estés considerando, ¿no? —observó Isaac. —Y cómo te dije, pedí verlo en persona —reiteró levantándose y rodeando su escritorio. Con estas acciones, los otros dos hermanos también se movieron colocándose a cada lado de Roman justo en el momento en que la puerta era tocada. Luego de haber dado permiso, la puerta se abrió y Adam entró en la habitación, seguido de una pequeña mujer pálida, delgada y con su cabello corto más arriba de los hombros de un raro tono verde azulado. Pero no fue en esa pareja en la cual Jude colocó toda su atención, o mejor dicho su atención reparó inevitablemente, en aquel hombre alto, no más que el claro, y delgado. Su cabello estaba corto por los lados, pero en el centro permanecía largo, ocultando sus ojos, dejando a la vista unos besables labios rosa, junto a una nariz alargada y perfilada. Su piel también se observaba lechosa, pero a diferencia de la pequeña mujer, la mayoría estaba cubierta por unos jeans y una camiseta manga larga negra. Raro, en un día caluroso como ese en el que incluso su hermana estaba usando ropa liviana, el chico se encontraba vestido así. ¿Y por qué tenía que ocultar sus ojos detrás de su cabello? Uh… Algo no estaba bien. Algo no le gustaba a Jude respecto al silencioso hombre con aspecto aburrido.
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