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Eleonor se apoyó en la mesa con los brazos cruzados, observando las notas esparcidas frente a ella. Su mente estaba nublada por la información que había estado recopilando en las últimas horas, y la sensación de que algo grande y peligroso se cernía sobre ella era cada vez más insoportable. Daniel tecleaba con rapidez, escaneando los documentos digitales que había logrado obtener. Sus ojos reflejaban una mezcla de concentración y preocupación. El cuarto estaba en penumbras, iluminado solo por la luz tenue de la pantalla de la computadora y el resplandor de la lámpara que parpadeaba a ratos, como si el universo mismo le enviara señales de advertencia. Había silencio, un silencio denso, tenso, el tipo de silencio que precede a una tormenta. —Aquí hay algo —murmuró Daniel, entrecerrando los