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Capítulo: “La verdad que arde en la sangre” La noche había envuelto la casa de la manada como un manto espeso. El silencio se había instalado con respeto tras la llegada de Eleonor, como si incluso los árboles y las piedras entendieran que algo importante acababa de comenzar. En la habitación asignada a ella y a Mariana, la luz tenue de una lámpara iluminaba apenas los bordes del cuarto. Eleonor dormía profundamente, con el rostro sereno, ajeno por completo al torbellino de emociones que había vivido durante el día. Mónica la observó en silencio desde la puerta, con los ojos suavizados por una ternura silenciosa. No era común verla descansar de ese modo, sin sobresaltos, sin las marcas del insomnio que la perseguía desde la muerte de Sandra. La marca del Alfa estaba en calma. No dolía.