“El padre y el hijo son dos. La madre y el hijo son uno”
Lin Yuntang
—¿Estás seguro que podrás hacerlo solo? —le pregunta Elily, aguantando las ganas de reír.
—¿Dudas que pueda cuidar de nuestros hijos? —enarca su ceja izquierda y se enlaza a su cintura.
—No mi amor, por el contrario confío en ti —besa sus labios y se despide de él y de sus cinco pequeños.
—Alice y Mateo, ayuden a su papá. Nada de travesuras —los dos sonríen como un par de angelitos al escuchar las instrucciones de su madre.
—Sí, mamá —responden al unísono.
Emily sale, no puede negar que está preocupada por dejar a Harris solo con los cinco pequeños. Aunque no puede negar sentir emoción al ver su deseo de apoyarla. Sonríe, respira y sube a su auto. Mientras Emily conduce hasta la universidad, Harris se queda a cargo de los pequeños.
Alana, Esteban y Sebastián, aún duermen. Emily se encargó de amamantarlos antes de salir. Con la ayuda de Blanca, Harris da de desayunar a Mateo.
—¿Quieres comer tu puré de papas, Mateo? —el niño niega con su cabeza.— El avioncito viene —usa vieja estrategia pero el pequeño sigue apretando sus labios y negando con su cabecita.
Harris comienza a impacientarse, no ve la manera de convencer al pequeño de comer.
—Debe tener paciencia Sr Harris. Los niños no son buenos con lss verduras. —dice la sirvienta, mientras prepara la merienda de Alice para su colegio.
—Pues yo tenía que comerlas obligado —refuta.
—Eran otros tiempos. —la mujer termina de cerrar el envase.
—Vamos Matt, come o no te llevo al parque.
—¿Me llevarás al parque? —pregunta el pequeño emocionado.
—Sí, pero debes comer.
—Mateo hazle caso a papá, mamá dijo que nos portáramos bien.
Suena la bocina del transporte, Alice se despide de su padre y de su hermanito, mientras Blanca le coloca todo en su maleta rodante y decide acompañarla hasta el bus escolar.
—Aguarda, Blanca. —Le pide Harris— Yo la llevo. Hazte cargo de Mateo.
Para Harris aquella era una nueva experiencia, la toma de la mano, ella sonríe y sus ojos brillan de emoción al estar al lado de su padre.
—Cuídate mucho. Te portas bien.
—¿Papito, llevarás a Matt de paseo? —pregunta haciendo pucheros.
—No, mi amor. Era sólo una trampa para que comiera —Alice se cubre la boca para no reírse delante de su padre.— ¡Me guardas el secreto! —ella asiente efusivamente.
La niña sube al bus y agita su mano despidiendo a su padre. Toma uno de los asientos cerca de uno de sus compañeros, que sonríen al verla. Alice es una niña hermosa, pero algo tímida con los niños. Aún recuerda cuando se burlaron de ella por no tener mamá. Ahora por segunda vez, es objeto de la risa de sus compañeros, quienes murmuran y ella alcanza a oírlos.
—El papá es el niñero –dice Fred a su amigo. A diferencia de aquel momento en que sólo lloró, ahora se defiende como gata patas pa’rriba.
—Mi papá no es niñero. Él es un CEO —se voltea de frente a su compañerito.
—¡Jajaja! Usa delantal —ríe a carcajadas, ella lo empuja y lo confronta.
—Si vuelves a reírte, te voy a dar un puño. —el chofer que se detiene para que otro de los niños suba, aprovecha para detener la confrontación.
—Niños, ¿qué ocurre? —Alice lo mira con los ojos brillosos, a punto de llorar. Mas esta vez no es de tristeza, si de rabia.— Fred deja de molestar a Alice, los niños deben respetar a las princesas.
—Ella no es una princesa, su papá es un niñero.
Alice se abalanza contra él, y el chofer debe poner autoridad en aquella situación.
—Alice y Fred, si continúan discutiendo, los llevo de regreso a su casa.
Ambos se quedan callados, regresan a sus asientos. Fred rueda los ojos y la mira con enojo, él no desea regresar a su casa, sus padres sólo discuten, por eso suele mostrarse burlón con el resto de sus amiguitos para poder llamar la atención que no consigue con sus padres.
Alice, se encoge de hombros, ella prefería volver a casa con su padre, saber que él estaba de vacaciones la llenaba de emoción y deseos de compartir junto a él.
En tanto, luego de entrar a la mansión, Harris sube las escaleras para ver a los trillizos. Se asoma cuidadosamente en la cuna para evitar despertarlos y se encuentra con los ojos enormes de Alana mirándolo fijamente.
—¡Oh por Dios! Ya estás despierta. —la pequeña mueve sus piernas y brazos sonriendo. Harris con los pocos minutos que apenas llevaba cuidando de los dos más grandes, se sentía cansado.— Duérmete princesa linda de papá.
Pero la niña, arruga el rostro y lanza un chillido. Harris desesperado, la toma en brazos para tratar de calmarla, por suerte Sebastián y Esteban siguen dormidos. Al levantarla, siente un olor poco agradable.
—No, no puede ser, dime que no. —aunque en el curso él había aprendido a cambiar los pañales, la teoría no se aproxima ni en menor grado a la práctica.
Respira profundamente para tratar de recordar lo que debe hacer, coloca a la pequeña de regreso en la cuna, busca las toallas húmedas y el pañal, lo coloca todo a un lado y procede a quitarle el pañal desechable a su pequeña. Cuando abre aquello, siente horribles ganas de vomitar, pero debe contenerla.
—Vamos, Harris, tú puedes. Ya hiciste esto un par de veces, es sólo concentrarte.
Mas, a diferencia de las dos veces anteriores, uno era a una muñeca y de plástico, rígida, manejable y otro a Mateo. Pero mientras intenta pasar la toalla para limpiarla, la pequeña mueve sus piernitas y lo permite aún es nena. Harris comienza a sudar, aquello era un total caos.
En la medida que limpiaba por un lado, se ensuciaba por otro, la pequeña comienza a llorar y sus dos hermanitos se levantan.
—¡Shhh! No nena, no llores. Papá te va a limpiar. —al ver que la niña no se calma y que sus hermanos se suman en un coro celestial de llanto, Harris cae en desesperación.
Apenas un grito se escucha en toda la mansión Geller.
—¡Blancaaaaaaa! ¡Ayúdameeeee!
La mujer, quien justo conversaba con Emily por video llamadas, escucha el grito de Harris.
—Blanca ¿Qué ocurre? ¿Por qué Harris grita?
—No lo sé, déjame ver y ya te cuento. —Blanca deja el móvil encendido, sube con Mateo en brazos para ver lo que ocurre.
Entra a la habitación, Harris la mira desconcertado.
—¡No puedo! ¿Me ayudas? —Blanca aprieta sus labios para no soltar la carcajada. Le entrega al pequeño Mateo. Y se encarga de asear a la pequeña.
Harris mueve con la mano, la cuna para que los otros niños no lloren, pero como suele suceder con un bebé sano, comer y hacer caca, son sus hobbies preferidos.
—¿Por qué lloran? —le pregunta a la mujer.
—También están hechos caca.
—No puede ser, ¿los tres? —la mujer asiente y esta vez es imposible ocultar su risa.
Después de cambiar a Alana, Blanca limpia a Sebastián, Harris deja al pequeño Mateo sentado en el sofá, mientras repite todo el procedimiento de cambio de pañal, siguiendo las instrucciones de Blanca.
—Primero, debe quitar el pañal, dependiendo de lo homogéneo que sea, limpia un poco con el mismo pañal de esta forma —Harris no puede creer lo que ven sus ojos, nunca vio tanta caca junta.— Luego sostiene por ambos tobillos y los levanta un poco para retirar el pañal sucio y pasar la toalla húmeda.
—¿Así? —pregunta Harris. La mujer asiente.
—Luego que esté bien limpio, puede colocarle algo de crema y talco y después levanta nuevamente y coloca el pañal limpio, baja las piernitas, acomoda bien y cierra.
—¡Vaya! Tendré que ver algunos tutoriales más. —seca el sudor de su frente con su antebrazo.
—Es cuestión de práctica Sr Harris. Pero lo está haciendo muy bien.
—¡Gracias por apoyarme Blanca! Por favor, no le comentes esto a Emily.
—Se lo aseguro señor —pasa la mano por sus labios como cerrando un ziper.
—No quiero que piense que no soy capaz de hacer algo ¿tan sencillo?
—La Sra Emily lo ama, y tenga por seguro que está muy agradecida por el apoyo que está recibiendo de usted.
Harris sonríe, realmente lo que deseaba era apoyar a Emily y que ella se graduara de Psicóloga, ese era su sueño y él quería brindarle esa oportunidad.
—Ahora voy a preparar el biberón de los niños.
—¿Deben comer?
—Sí, les toca comer de nuevo, realmente cada tres horas, ya luego disminuyen la frecuencia. En seguida regreso.
Blanca baja y Harris se queda con los cuatro pequeños, Mateo se distrae viendo la TV y Harris observa a sus tres pequeños ¿Cómo siendo tan pequeños podían comer tanto y sobre todo hacer tanta caca? No imagina si eso apenas era tomando el pecho de Emily que dejaría cuando comenzaran a comer sólido.
Pero la mirada angelical y la sonrisa de sus trillizos le llena el corazón de ternura y alegría. Blanca regresa con los tres biberones, aunque quisiera seguir ayudándolo, debe encargarse de arreglar la cocina y preparar el almuerzo.
—Tenga, aquí tiene. Puede darle uno a uno, yo me llevaré a Mateo a la cocina para que usted pueda atender a los más pequeños. —Harris asiente.
Aquello no debía ser tan complicado como cambiarlos de pañal, apenas ponerle el biberón y estos se encargaban del resto. Toma a Alana, en sus brazos, coloca la mamila en su boca, la pequeña lo mira fijamente.
—¡Oh por Dios Alana, no me lo hagas difícil! Vamos abre la boquita, cosita linda de papá —la pequeña sonríe, cuando le coloca en la boca, nuevamente cierra sus labios. Recuerda entonces ver que Emily, pasa la mamila y ellos abren para chupar, repite el proceso y ¡bingo! Logra su cometido.
Alana chupa su biberón con avidez, luego le saca los gases y la acuesta. “Eso fue pan comido” piensa. Toma al segundo bebé, Sebastián rápidamente toma su biberón, realiza el mismo procedimiento, le saca los gases y lo acuesta. Justo en ese instante recibe una llamada de Jorge, decide atender, sabe que este aún no es experto en el tema de dirigir la empresa, limpia sus manos y atiende.
—Dime, Jorge ¿Qué sucede?
El hombre le explica sobre la firma de unos documentos que acababa de recibir para unas nuevas compras de casas en Miami, Harris se entretiene explicándole lo que debe hacer. Un par de minutos, regresa a su quehacer.
—¡Dios! No recuerdo a cual de ellos le di el biberón. —observa a Sebastián como esperando que este le responda, caso inútil para un bebé. Mira a Esteban quien también le sonríe.— Tin marin de dos pirigüe, cucaramaca, titiri fue —señala a Esteban y vuelve a timar a Sebastián en brazos para darle el biberón.
Mientras intenta convencer al bebé que abra la boca, Esteban comienza a llorar. Harris no entiende lo que le pasa, recordando lo que le dijo Blanca, debía estar hecho caca otra vez. En un segundo ataque de estrés grita por segunda vez a su empleada, tal cual su fuera Heman (caricatura de los años 1983)
—¡Blancaaa! —la mujer escucha nuevamente su pedido de ayuda, sube rápidamente.
—¡Dígame señor!
—Esteban no deja de llorar y Sebastián no quiere el biberón ¿Qué hago?
—¿Ya le dio de beber a Esteban?
—Sí —se queda pensativo— creo. —coloca la mano en su rostro.
—A ver, deme para ver. —Blanca coloca el biberón, el pequeño mo quiere beber. Lo pone en la cuna y toma a Esteban quien desesperadamente busca la mamila.— Creo que Esteban tiene hambre. —le regresa al pequeño y Harris termina de darle el biberón.
—A partir de ahora, quiero ver a los bebés vestidos de forma o color diferente, no puedo distinguir quien es Esteban y quien Sebastián. No sé cómo Emily puede lograrlo.
—Se llama intuición de madre, una madre siempre sabe como reconocer a sus hijos, porque lo hace desde su corazón. —Harris frunce el ceño.
—¿O sea que yo nunca podré hacerlo?
—Claro que puede, sólo es cuestión de tiempo. Recuerde que los hijos viven dentro de sus madres durante nueve meses, su corazón late igual.
Las palabras de Blanca, conmueven a Harris y el recuerdo de Aghata invade su mente, ahora entiende por qué siempre ella lograba adivinar cuando estaba triste o por el contrario feliz.
Las horas transcurrieron rápidamente para él, entre biberones y pañales, todo fue un poco más fácil. Finalmente Emily llegó a almorzar, aunque sabía todo lo que ocurrió porque Blanca se lo comentó en su llamada, no pudo evitar sentir mayor alegría que verlo.
—¿Cómo estuvo todo mi amor? ¿Qué tal tu primer día de niñero? —Harris guiñó un ojo para Blanca y Alice.
—Todo bien, ¿verdad Blanca?
—Excelente Emily, el Sr Harris lo hizo muy bien —le devolvió el guiñó.
Esa noche cuando Emily regresó de la clínica, Harris estaba agotado. Ella se acostó a su lado y besó su pecho, él la miró y sonrió.
—¡Humm! Que bien hueles —se acercó y mordió suavemente el lóbulo de su oreja, Harris sintió la piel erizarse y su falo rápidamente se endureció.
—No me provoques o…
—¿O? —lo incitó a continuar aquella frase y propuesta indecente.
—O no me hago responsable de las consecuencias. —sonríe picaramente.
—Pues yo asumo tales consecuencias —se incorporó, subió sobre él y comenzó a moverse sinuosamente, provocando que él se excitara aún más. Harris la volteó con fuerza, se subió sobre ella, corrió con su mano la pantie hacia un lado, tanteó con su punta la hendidura de ella y se introdujó dentro de su tibia y estrecha v****a una vez más.