Como les conté antes, pasaba mucho tiempo junto a Anabel. Dentro de su cronograma de clases, un día por semana, había dos horas completas, qué Anabel tenía libre y yo solamente libraba diez minutos. Creo que ese era el único momento en el día, en qué yo no sabía que hacía ella y eso me causaba mucha curiosidad. Una ocasión, en la que casi terminaba el semestre, precisamente en esa hora, mi profesor no asistió. Así que, por primera vez, yo también estaba libre en esas horas. Decidí buscarla para ver qué hacía. Pero todo esfuerzo fue infructuoso. Porque por más que recorrí toda la Universidad, no la encontré y nadie supo decirme, dónde podía encontrarla. Lo único que si me aseguraban sus compañeros, era que no se había retirado del campus porque luego tendrían otra clase. Yo seguí indag