Llevaba conmigo una taza con sopa. Le había pedido encarecidamente a Jossie, la señora que me ayuda con el mantenimiento del departamento, que me ayudara a prepararla. Aunque a estas alturas, la sopa ya estaba fría, gracias al tiempo que estuve perdido por la zona. Pero finalmente lo logré, con los nervios de punta, me detuve frente a la casa de Anabel. Sí, estaba muy nervioso, sobre todo porque presentía su reacción, evidentemente se enojaría; sin embargo, no me importaba, era más grande mi necesidad de verla. Así que, baje del auto, con mi taza de sopa en mano. No fue necesario llamar a la puerta, pues la señora Lucía, la mamá de Anabel, ya venía con una sonrisa. Ella se acercó a la puerta, apenas me reconoció a través de la reja de la entrada. — ¡Leonardo! Que sorpresa más agradabl