Antonella Hemos pasado unos días espectaculares en las hermosas playas de Santa Marta, disfrutando del sol, el mar y la compañía mutua. Y ahora, estamos sentados en un pintoresco restaurante costero, compartiendo una comida en familia. Mientras degustamos los deliciosos platillos de mar, noto la mirada intensa de don Rodrigo, el padre de Susana, posada sobre mí. No es la primera vez que lo noto; en realidad, he sentido sus ojos en mí desde el primer día que Susana me llevó a su casa. La mirada de Rodrigo es una mezcla de deseo y curiosidad, y no me cabe duda de que se siente atraído por mí. No soy tonta, y no me cuesta trabajo reconocer el interés de un hombre, incluso si es el padre de mi amante. Pero, ¿qué puedo hacer? ¿Debo decirle a Susana? ¿Ignorar sus miradas? No sé cuál es la